martes, 7 de diciembre de 2010

DEMOCRACIA ¿PODER DEL PUEBLO?

En el siglo V a.C. para terminar con el poder de la oligarquía aristocrática en Atenas, los líderes de una emergente clase social inventaron un nuevo sistema político: la democracia, el poder del pueblo, aunque el pueblo nunca tuvo en sus manos el poder. Pericles, el mejor de sus gobernantes, que cantó las excelencias del sistema, indicó con claridad que son pocos los capaces de dirigir la política, aunque todos puedan juzgarla. El poder siempre resulta concentrado en pocas manos, aunque sus detentadores busquen siempre legitimarlo invocando el respaldo del pueblo o de los dioses.
El experimento ateniense no duró mucho tiempo. Volvieron los oligarcas, los treinta tiranos, tuvo lugar la guerra del Peloponeso y Platón, que nace el año antes de la muerte de Pericles, escribió sus libros de política, bien alejados de cualquier idea democrática, como puede comprobar quien lea su República o sus Leyes.
Los pensadores políticos del siglo XVIII recuperaron la idea de democracia, para luchar contra el absolutismo del antiguo régimen y desde entonces el término democracia se ha convertido en una palabra mágica, para respaldar los más variados gobiernos, bien sean las “democracias populares” del sistema comunista, la “democracia orgánica” de Franco o las variadas “repúblicas democráticas” de todos los continentes regidas, casi todas, por dictadores.
El poder del pueblo no pasa más allá de poder juzgar las acciones de los gobernantes, como decía Pericles. Pero el juicio de los ciudadanos, expresado cada cuatro años, a través del voto a una lista cerrada y bloqueada, para entregarlo a un partido organizado como máquina de poder, no me parece que sea realmente un ejercicio de poder del pueblo. A lo más que podemos aspirar es a cambiar a un partido gobernante por otro, pero siempre con el mismo sistema. En lugar de democracia lo que tenemos es una partitocracia en lucha permanente por alcanzar el poder y una neta separación entre una clase gobernante y los gobernados.
El ejercicio del poder o es servicio al bien común o es una adicción peligrosa, más que cualquier droga. Pero ¿quién piensa en el bien común? Fijémonos como los políticos se aferran al poder y ni siquiera aceptan con facilidad ser sustituidos por otros miembros de su partido.
Las decisiones de la clase gobernante afectan a todos los ciudadanos, pero no por igual, ni para el bien de todos. Existen grupos de presión con capacidad suficiente para ser favorecidos por las medidas del gobierno a cambio de su apoyo.
Por mucho que se hable de la soberanía del pueblo o de la voluntad popular, son los gobernantes los que quieren configurar al pueblo, desde sus proyectos de cambio social que puedan favorecer su permanencia en el poder.
El llamado estado del bienestar, hoy en crisis, es un exitoso invento para convencer a los ciudadanos de que un sistema universal de protección, desde la cuna a la tumba, era más beneficioso que dejarlos en libertad para hacerse cargo de su propia vida. Transferir nuestras responsabilidades al Estado no deja de tener un alto precio: el desamparo cuando se presenta la crisis y el sistema se desequilibra y la seguridad se evapora
No creo que nuestros actuales gobernantes puedan sacarnos de la crisis para volver al consumismo, el hedonismo y el despilfarro, preocupados como están por conservar el poder. No desaprovechemos la oportunidad de juzgar a nuestra clase gobernante, único poder que tenemos el pueblo, los ciudadanos, responsabilizarnos de nuestras propias vidas, sin tutelas, y exigir las reformas necesarias.
Francisco Rodríguez Barragán
https://mail.google.com/mail/?hl=es&shva=1#inbox/12c4c9f32577eb72 Publicado en Rebelión Digital y Análisis Digital el 15-11-10 http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?id=50501&idNodo=-5 Publicado en Diario Siglo XXI el 17-11-10 http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/12264/2010-11-16.html

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