¿Seremos capaces de superar la situación?
Cuando comenzó nuestra
andadura democrática después de un largo periodo en que los partidos políticos
estaban prohibidos, aparecieron una gran cantidad de ellos formando una curiosa
sopa de letras. Pronto fueron desapareciendo aquellas variopintas formaciones y
con la desaparición de la UCD y algunos intentos de sucederla, se delimitaron
pronto dos partidos de gobierno: el Partido Socialista Obrero Español y el
Partido Popular, antes Alianza Popular.
Siguieron existiendo
pequeños partidos, alguno de ámbito nacional como el que llegó a ser Izquierda
Unida y otros de carácter regional en Cataluña y el País Vasco. Estos partidos
pequeños sin vocación ni posibilidad de gobernar España, pero si en sus respectivas
comunidades autónomas, sirvieron de complemento a los dos grandes partidos cuando
le faltaban algunos votos para alcanzar la mayoría, siendo generosamente
retribuidos por ello.
Los partidos son necesarios
para el funcionamiento de la democracia, cuya razón fundamental es la
posibilidad de cambiar de gobierno sin violencia. No es verdad que la democracia sea el gobierno del pueblo, sino el de
los partidos que alcanzan el gobierno y el manejo de todo el aparato
administrativo. Cuanto más grande es un partido menos democrático es de
puertas adentro y menor influencia tienen sus votantes sobre la dirección y
programa del partido.
Así pues es falso que los
diputados que forman el Congreso representen el pueblo y sus opiniones, sino
exclusivamente el influjo de los partidos y su propaganda el día de las
elecciones. El día de las elecciones tendría que representar siempre la
posibilidad de juzgar las acciones del gobierno y la oposición para cambiarlos
o mantenerlos.
Pero después de un largo
periodo de alternancia han emergido dos nuevas fuerzas políticas dispuestas a
capitalizar el descontento de los votantes de los dos grandes partidos,
Ciudadanos sobre todo del PP y Podemos del PSOE.
El descontento con el
gobierno de sus propios votantes, se ha ido gestando como consecuencia del
incumplimiento de su programa, al dejar intacto el legado de Rodríguez Zapatero,
y sus medidas económicas duramente
criticadas por la oposición que se ha dedicado de forma permanente a airear los
casos de corrupción como forma de tapar los propios.
La oportunidad de emerger de
los dos nuevos partidos se presentó con las elecciones al Parlamento Europeo y
se afianzó con las elecciones autonómicas y municipales siguientes. Tanto es
así, que en las elecciones del 20 de diciembre, que pusieron de manifiesto la
quiebra del bipartidismo, Pablo Iglesias se presentó al candidato del PSOE
reclamando la vicepresidencia y varios ministerios clave y Rivera dijo que no
formaría parte de ningún gobierno que él no presidiera.
La repetición de las
elecciones no ha despejado la situación, aunque ha puesto de manifiesto que el
PSOE pierde más votantes que el PP, que C¨s también pierde votantes y que
Podemos no ha logrado desplazar al PSOE para convertirse en la única oposición.
Dada la escasa capacidad que
tenemos para formar coaliciones de gobierno y ni siquiera de investidura,
resulta urgente abordar una reforma electoral que impida que nos convirtamos en
un país ingobernable o, quizás peor, que aprovechando la situación de debilidad
los separatismos rompan España
Veremos si se impone la
cordura y nuestra democracia, que empezó
con la transición, no se vaya al traste o los populistas y sus compañeros de
viaje nos lleven a un sistema de dictadura revolucionaria.
Francisco Rodríguez Barragán
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