Los que nos gobiernan diseñan nuestro papel que aceptamos sin más.
Cada película, cada obra de
teatro, cada serial de la tele y hasta un espectáculo de marionetas ha sido concebido
por alguien que ha diseñado la trama, el carácter de los personajes, buenos y
malos, y el desenlace. Si tiene éxito de público el que creó la obra
seguramente tratará de añadirle más episodios y hasta más personajes.
Cada uno de los que intervienen
en la producción de la obra tiene claro que es distinto del personaje que le
toca representar, ya sea de protagonista, ya sea de figurante o de extra.
En la vida real seguramente no
nos damos cuenta de que alguien también ha diseñado nuestro papel. Una
personalidad que no llegamos a conocer, seguramente colectiva, ha trazado, con escuadra y compás, una idea del mundo
que desea construir y de la mente de las personas que lo formamos.
No existen más problemas que
los que nos inculcan las encuestas, los noticiarios y las tertulias
de la tele, ni más soluciones que las que ellos nos digan. Es posible
que la gente, tanto jóvenes como mayores, que salen a gritar, vociferar y
agitar los puños, piensen que está haciendo uso de su libertad, de sus derechos
y no caiga en la cuenta de que están siendo utilizados por potentes fuerzas
políticas, económicas, ideológicas o subversivas en los que nuestro papel no
pasa de modesto figurante, de extra de película, de votante, cuando nos llamen
a meter un papelito en la urna.
Pero los medios a través de los
cuales nos llegan las órdenes, sugerencias o mensajes subliminares, son de
alguien a quien no conocemos, ni calibramos su poder. Hay extrañas unanimidades
a la hora de etiquetar a cualquier
persona o colectivo a abatir o se decreta una barrera de ominoso silencio
sobre ellos, algo así como darlos por muertos o amortizados. ¡Viva la libertad de opinión y abajo los que
no piensan como yo!
Podemos pensar que existe una
pluralidad de partidos con programas diferentes y diferentes estrategias. Nada
más falso: ninguno se atreve a enfrentarse con las ideologías “progres”,
ni tratan de erradicarlas. Sea
cualquiera su color todos miran lo que pueda decir el tinglado de la Unión
Europea o el macro-tinglado de la ONU.
Por muchas vueltas que le demos
lo que existe en los partidos es un ansia de poder no para conseguir el bien común, sino para disfrutarlo, haciendo
seguramente lo que hiciera el anterior y el verdadero gobierno en la sombra
(que estoy seguro que existe), comprueba constantemente si sus propios intereses
puedan sufrir algún daño o merma, si
ganan unos u otros.
He leído este fin de semana que
las condenas por las famosas tarjetas black apenas han hecho ruido, seguramente
porque pocos españoles las habrían rechazado si se las hubieran ofrecido. Otras
tarjeta igual de negras en Andalucía han levantado algún revuelo porque habían
servido para pagar servicios de prostíbulos, pero pasará sin levantar la más
mínima repulsa, como los famosos ERES que nadie sabe cuándo terminarán.
En cuarenta años de gobierno
socialista en Andalucía se curioso que sigamos a la cola del desarrollo, a
pesar de las ayudas europeas. No es seguro, ni mucho menos, que en las próximas
elecciones cambie el partido gobernante. El papel adjudicado a los andaluces
está claro que no pasa de figurantes.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en;
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/1209208/obras-ficcion-ficcion-nuestras-libertades
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