Mi
visión del futuro es bastante pesimista
Recuerdo al actor Fernando
Esteso cuando cantaba aquello de “ya estamos metidos en la democracia, a Dios
demos gracias”, o algo así. Hoy después del tiempo transcurrido desde la transición
pienso, quizás equivocadamente, que la tal democracia ha sido un gran fiasco,
especialmente desde que se establecieron las autonomías, cuyos beneficios no
veo por ningún lado.
Haber troceado el país en
diecisiete trozos pienso, aunque quizás me equivoque, ha sido el mayor de los
dislates. He leído cuanto ha caído en mis manos sobre la forma de gobierno
democrático, desde los griegos hasta hoy, pasando por Tocqueville que hizo
atinadas observaciones sobre el sistema.
Lo que parece claro es que la democracia
como el gobierno del pueblo es una trola y siempre lo ha sido. El pueblo antes
y ahora vota, calla y paga.
La escritora Ayn Rand escribió
a mediados del siglo pasado que cuando el
que está dispuesto a poner su vida y sus dineros en una empresa para crear
riqueza necesita la autorización de quienes no producen nada, cuando compruebas
que el dinero fluye a quienes no trafican con bienes sino con favores, cuando
percibas que muchos se hacen ricos a través del soborno y las influencias más
que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el
contrario, son ellos los que están protegidos contra ti, cuando descubras que
la corrupción es recompensada…¿les suena?
Echen una ojeada a nuestros
políticos. Pocos, si es que hay alguno, han trabajado en algo antes de coger el
sillón que les asegura un buen sueldo y una segura jubilación por escandalosa
unanimidad.
Todos se pasan el día tratando de convencer a los españoles de la bondad de
la izquierda progresista y la maldad de la derecha. Todos los medios de
comunicación repiten como cotorras las consignas que emanan de la Moncloa, las
derechas no parecen que tengan interés en gobernar sino en que se les reconozca
su papel de oposición, que se disputa con el tornadizo centro y la extrema
izquierda tan extrema como la socialista mareando la perdiz.
Pero entretenidos con sus
interminables reuniones nadie aborda los graves problemas de España.
Cuando en 1885 moría de
tuberculosis el rey Alfonso XII se reunió con Cánovas y Sagasta y le dio una
orden a su esposa, la reina Cristina: tú de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a
Cánovas, en lo que se ha llamado el Pacto de El Pardo.
Le pareció a aquel rey que con
dos grandes partidos turnándose en el gobierno la cosa podría funcionar, pero solo
funcionó hasta 1909 y Cánovas fue asesinado en 1897.
Cuando echó a andar la
transición también pareció que dos partidos podrían irse turnando en el poder,
pero la UCD se descompuso rápidamente, el Partido Socialista gobernó un
prolongado periodo alternando algunos periodos con Alianza Popular pero unos y
otros buscaron el apoyo de los partidos independentistas cuando necesitaron una
mayoría para gobernar lo que, en mi opinión, ha fracturado a España y volverá a
hacerlo.
Ahora ni siquiera hay a la
vista dos partidos para turnarse ¿en qué terminará todo esto? Seguramente en
encarnizados enfrentamientos derecha-izquierda que parecieron conjurarse con la
transición.
Francisco Rodríguez Barragán
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