¿Seremos
capaces de redactar una Constitución que nos dure al menos 200 años?
El abrazo entre los dos
políticos del momento, Sánchez e Iglesias, me ha hecho recordar otro célebre
abrazo, el de Vergara, entre el
general isabelino Espartero y el general carlista Maroto en agosto de 1839, que
puso fin a la primera guerra carlista, pero
en el que se acordó el restablecimiento de los fueros para el territorio vasco-navarro,
lo que traería cola desde el ya lejano siglo XIX hasta el afectuoso abrazo de
Sánchez e Iglesias, que puede envolver graves acuerdos contra la unidad de
España, aceptando, a cambio de votos, las reivindicaciones que hoy están
invocando otras regiones españolas aprovechando la debilidad del gobierno.
El acuerdo de Vergara provocó
problemas administrativos, ya que colisionaba con la unidad territorial que había
establecido el motrileño Javier de Burgos durante el gobierno de Martínez de la
Rosa en 1833 y que ha estado vigente hasta la nefasta instauración del sistema
autonómico de la Constitución del 78, a mi parecer.
Pero al desempolvar la historia
de España del siglo XIX me doy cuenta de que las luchas por el poder de las
distintas facciones que con diversos nombres han jalonado nuestro pasado –isabelinos
contra carlistas, exaltados contra moderados, liberales contra
conservadores...-, y la gente, el pueblo, como masa a movilizar en permanentes
algaradas, de cuya suerte pocos se preocupaban.
Mientras que hay naciones que
se rigen por constituciones centenarias, España ha cambiado de constitución
siete veces en el siglo XIX, desde la primera de 1812 a la de 1876. Siempre las
Constituciones son obra de la burguesía y sus gerifaltes. Desde 1808 a 1869 será
la burguesía revolucionaria y desde 1874 a 1931 de la burguesía conservadora,
según La Historia de España Alfaguara.
La burguesía conservadora,
Cánovas y Sagasta, que dieron vida a la Restauración
y a la Constitución de 1876, y fue beneficiosa
para España, se topó con un proletariado que estaba asumiendo las ideas
revolucionarias del marxismo, del socialismo o del anarquismo a las que el gobierno
de Alfonso XIII no supo hacer frente, dando paso a la Dictadura de Primo de
Rivera, héroe de la guerra de África, que fracasó y lo mismo el general
Berenguer que le sucedió. Sin encontrar ningún apoyo, Alfonso XIII sale de
España y se proclama la II República (la primera fue la cantonal de 1873 que
terminó con más pena que gloria)
La república de 1931 tampoco
resultó viable por su sectarismo, enfrentamiento permanente entre derechas e
izquierdas y el resurgir del catalanismo separatista. En Asturias se produjo un
alzamiento revolucionario, se impidió gobernar a la derecha (CEDA) y una
izquierda vengativa comenzó con acciones que llevarán a la guerra civil. La
constitución de 1931 no tiene defensores del orden y se produce un alzamiento
militar que triunfa y gobernará España de forma dictatorial el general Franco hasta
1975, en que muere.
El régimen de Franco no intentó
establecer una nueva Constitución sino que dictó una serie de leyes que llamó
Fundamentales del Reino como la de Principios del movimiento, Fuero de los
Españoles, Fuero del Trabajo, ley Constitutiva de las Cortes, ley de Sucesión
en la jefatura del Estado y otras por el estilo que se han archivado sin
leerlas.
Cuando fallece, los llamados
Procuradores en Cortes dan cumplimiento a la sucesión en la jefatura del Estado
en la persona de Don Juan Carlos de Borbón e inician la redacción de una nueva Constitución,
capaz de superar viejos enfrentamientos y contentar a todos los que querían
aprovechar la ocasión de conseguir sus aspiraciones forales o separatistas.
Y en eso estamos. Está claro
que será necesario reformar la constitución del 78 pero no está nada claro que
todos los partidos políticos tengan buena voluntad sino más bien ansias de
poder e incluso de revivir viejos odios y enfrentamientos.
Por favor ¡una Constitución
para un par de siglos!
Francisco Rodríguez Barragán
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