No estoy seguro de que hayamos mejorado en estos últimos
tiempos
Los mayores, los viejos como yo,
nos sentimos confusos, bastante perdidos
con las cosas que ocurren y no entendemos, mientras que recordamos con cariño lo
que vivimos de niños. Quizás hemos olvidado lo que hicimos esta mañana pero
recordamos lo que cantábamos en el parvulario, las lecciones que repetíamos
todos a coro y lo que disfrutábamos jugando con una pelota de trapo, unas
canicas o saltando sobre las espaldas de
un compañero agachado.
Recuerdo que aprendimos los
límites de España, los ríos, los cabos y las provincias de cada región a fuerza
de repetirlos a coro. Parece como si estuviera oyendo aquello de España limita
al norte con el mar cantábrico y los montes Pirineos que nos separan de Francia
o cuando cantábamos que el Sur está Andalucía, más hacia el este está Murcia,
más al norte está Valencia, más al norte Cataluña…
El maestro nos explicaba que
España era una nación compuesta de cincuenta provincias, que había un gobierno
central con varios ministros y que cada provincia, que tenía número variable de
municipios, de pueblos, cada uno con su ayuntamiento, dependientes todos de las
diputaciones provinciales, la regía un gobernador civil.
Aquello era suficiente para
tener una idea de la organización de España. Cuando estudié en la facultad la
historia de España comprobé que las constituciones del siglo XIX y principios
del XX mantenían esta misma estructura de la nación, seguramente porque había
resultado útil.
Pero
llegó la transición, que nos vendieron como democrática, como el
sistema que iba a terminar con todos los enfrentamientos y empezó la confusión: las cincuenta provincias se convirtieron en
diecisiete comunidades autónomas con capacidad legislativa y la ansiada
democracia, el gobierno del pueblo, resultó ser simplemente que cada español
podía votar cada cuatro años a un partido que cuando tomaba el poder podía
hacer lo que quisiera con nuestro voto, aunque las cosas que hiciera no
tuvieran nada que ver con el programa con el que solicitó nuestros votos.
La
administración central del estado cuyo funcionamiento era bastante bueno se
troceó entre las comunidades autónomas y los españoles dejamos de ser iguales para
ser más desiguales, al depender de cada
gobierno autonómico organizar sus servicios y competencias, incluida la
secesión. Las comunidades autónomas podían estar gobernadas por partidos distintos del gobierno del
Estado y los ayuntamientos podían ser del mismo partido que el del gobierno estatal,
del autonómico o de otro, todo lo cual planteaba dificultades que no se
resuelven.
Así que a cada españolito
pueden afectarle leyes nacionales, leyes autonómicas y leyes municipales, todas
de obligado cumplimiento. Quedaba siempre el amparo de una justicia única, pero estamos viendo que desde que se inicia una
cuestión judicial hasta que se dicta sentencia pasan varios años, ampliables
por los recursos correspondientes.
Pero no solo tenemos gobierno
central, autonómico y municipal, sino que para colmo formamos parte de la Unión Europea que tiene también potestades
normativas, de obligado cumplimiento y tribunales que quedan por encima incluso
de nuestro viejo Tribunal Supremo. La entrada de España en la Unión Europea
también se nos vendió como un gran logro nacional, y quizás lo sea. Tenemos una moneda común
pero una economía que puede ser intervenida en cualquier momento, la libre
circulación por todo el espacio europeo, pero también la libre circulación de
ideas que están terminando con muchos de nuestros valores, etc. etc.
Francisco Rodríguez Barragán
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