viernes, 9 de septiembre de 2011
VALLE DE LÁGRIMAS VERSUS ESTADO DE BIENESTAR
¿NECESITAMOS SER SALVADOS?
La Salve es una de las más antiguas oraciones de la Iglesia, es una plegaria dirigida a la Virgen Santa María en la que solicitamos su protección para alcanzar las promesas de Jesucristo, y en la que nos confesamos desterrados en este “valle de lágrimas”.
Cuando tanto se habla del estado de bienestar, como la gran conquista de nuestra civilización, puede resultar anacrónico que sigamos llamando a este mundo valle de lágrimas y esperemos la salvación de Dios.
Muchos consideran innecesario que Dios les salve, pues no creen que haya otra vida más allá de la muerte, por tanto lo único que buscan es disfrutar de todos los placeres y comodidades que se les ofrezcan, antes de desvanecerse para siempre.
Si consiguiéramos un sistema, ─el estado de bienestar─ capaz de subvenir a todas nuestra necesidades y elimináramos cualquier tipo de condicionamientos a nuestros instintos, ─placeres sin responsabilidades─ podríamos pensar que se alcanzaría la felicidad aquí y ahora, aunque se acabaría con la muerte.
Pero a poco que reflexionemos nos daremos cuenta de que no es así. El estado-providencia, que cuida de nosotros desde la cuna a la tumba, no existe. Sus prestaciones resultan onerosas e inseguras, como podemos comprobar en estos tiempos de dificultades. Nuestra dependencia de papá-estado es un camino de servidumbre.
Las relaciones sexuales libres de compromisos, nos hacen esclavos de nuestros instintos, destruyen la familia, célula básica de la sociedad y el amor, como apertura recíproca, donación y acogida del otro para siempre, desaparece.
En cada hombre hay un ansia infinita de felicidad pero pienso que andamos buscándola por caminos equivocados. Obsesionados por tener, nos hemos olvidado de ser. Deseamos placer, dinero, lujo, cosas, pero apenas las poseemos ya estamos deseando otras diferentes, en una carrera cuya meta siempre está más allá.
Nunca estaremos a salvo del sufrimiento, ni de la enfermedad, ni de la muerte. Tendríamos que preguntarnos sobre nuestra identidad. Nuestro ADN podrá determinar quienes fueron nuestros progenitores, pero nuestra constante insatisfacción, nos remite a Alguien que nos marcó con el insobornable deseo de una vida más plena.
Como dice la Salve, estamos desterrados en un mundo de sufrimiento inevitable, pero en camino hacia el reino que prometió Jesucristo, reino de paz, de justicia y de amor, donde no habrá llanto ni dolor.
Los que creemos en las promesas de Jesús vivimos en la esperanza de una plenitud de la que ya podemos gozar aquí y ahora si somos capaces de amar a los demás, si encontramos mayor felicidad en dar que en recibir, si somos capaces de liberarnos del egoísmo, del deseo de tener cosas, del deseo de dominio, de nuestra manía de creernos autosuficientes.
Vivimos sin duda en un valle de lágrimas más que un estado de bienestar, siempre dudoso y problemático; un bienestar que ni siquiera llega a todos, y que no puede colmar nuestras ansias de infinitud. Si todo puede acabarse en un momento ¿qué sentido tiene nuestra vida?
Merece la pena preguntarnos con Kant ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre?
Francisco Rodríguez Barragán
http://www.analisisdigital.org/2011/08/15/valle-de-lagrimas-versus-estado-de-bienestar-
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