lunes, 3 de octubre de 2011

LA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS

Después de Cristo es la Virgen María la persona que ocupa el lugar más preeminente en la vida de la Iglesia. Si ha sido venerada por los cristianos, cantada y ensalzada en tantos y tantos lugares del mundo, es porque siempre hemos tenido conciencia de su importancia como primicia de la salvación del género humano obtenida por Cristo. No es un elemento folklórico de la piedad popular, aunque en cada sitio se la invoque con un nombre diferente.
El Concilio Vaticano II dedicó el capítulo VIII de la Constitución sobre la Iglesia, “Lumen Gentium” a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios en el Misterio de Cristo y de la Iglesia y explica que cuando Dios quiso llevar a cabo la redención del mundo, envió a su Hijo, que se hizo hombre como nosotros, encarnándose en las entrañas y naciendo de María. Por ello la llamamos Madre de Dios, la “teotokos” del Concilio de Éfeso.
En el canon de la misa se venera la memoria, en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor. En María se une la descendencia de Adán y el Hijo de Dios que viene a salvar a todos los hombres. Así María se convierte en Madre de Dios y de todos los hombres: Jesús mismo la entregó a su Iglesia en la persona del apóstol Juan.
Cuando recibe el anuncio de que va a ser Madre de Dios responde diciendo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Antes de que Jesús nos enseñe a decir el “hágase tu voluntad” del padrenuestro, ya lo está diciendo María.
Proclamará su alegría por la grandeza del Señor y las maravillas que ha hecho en ella cuando visite a Isabel, profetizará que la llamarán bienaventurada todas las generaciones y así se está cumpliendo.
Cuando tiene que dar a luz a Jesús no encuentra donde y habrá de parir en una cuadra, rodeada de ángeles que cantan y de pobres pastores que le hacen humildes regalos. Aceptar la voluntad de Dios no es un camino de rosas.
Para cumplir la Ley presentará en el templo a su Hijo y el anciano Simeón le profetiza que aquel niño será signo de contradicción y que a ella una espada le atravesará el alma. Vendrán los magos con regalos pero habrán de huir a Egipto.
En unas bodas, María se preocupa por los novios y Jesús realiza su primer milagro: convertir el agua en vino. Comienza la vida pública de Cristo y llegarían hasta María noticias del rechazo que provoca en los importantes del pueblo que terminan por apresarlo, juzgarlo y condenarlo por blasfemo, por haberse proclamado Hijo de Dios.
La pasión que sufre Jesús, apaleado, zaherido, maltratado y clavado en una cruz, también es sufrida por María que lo sigue a través de todas las vicisitudes, como ha contado con detalle la Beata Ana Catalina Emmerich en la Amarga Pasión de Cristo. María, la Magdalena y otras mujeres están al pie de la cruz, mientras los discípulos, excepto Juan, se esconden.
Antes de morir Jesús entrega a María a Juan como madre. Cuando desclavan a Cristo de la Cruz, lo ponen en el regazo de María, antes de darle sepultura. Nuestra Patrona la Virgen de las Angustias representa este momento de dolor, en el que todas las espadas atraviesan su corazón.
Pero Jesús resucita del sepulcro, vivo y triunfante. María tendría conocimiento de ello la primera. Comienza la Iglesia y María con los discípulos está en oración cuando se produce la venida del Espíritu Santo.
De la misma manera que María es la Madre de Cristo es también Madre de la Iglesia y de todos los hombres llamados a formar su Cuerpo.
María, alabada y bendecida a través de los siglos, ha inspirado a todos los artistas que la han pintado, esculpido o tallado. Hecha icono resplandeciente es venerada en oriente y occidente. Las mejores voces y los mejores músicos la han cantado. Los poetas han escrito sus cantigas, sus poemas, sus sonetos, en su honor. En su homenaje. Juan Pablo II escribió su encíclica Redemptoris Matris, Madre del Redentor, en la que vuelca su amor y devoción a María.
Los granadinos también sentimos amor y devoción por nuestra Patrona y estamos seguros de su constante protección, por eso la aplaudimos cuando sale en procesión por nuestras calles y cuando pasamos por la Carrera le rezamos una Salve.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en IDEAL del 25-09-11 (Cuadernillo de la Virgen)

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