Ya hemos pasado de un año a
otro, expresando nuestros deseos de que traiga felicidad para todos. Pero ¿qué
es la felicidad? Todos queremos ser felices aunque no tengamos demasiado claro lo
que realmente ansiamos. Quizás la ausencia de problemas. Si no tengo problemas
seré feliz, podemos pensar, pero no es seguro que con ello la alcancemos.
Encontrar trabajo o
conservarlo, sin duda forma parte de la felicidad que esperamos. Su falta nos
hará sentirnos desgraciados, pero su posesión no llegará nunca a colmar
nuestras expectativas. Siempre querremos algo más que nos mantendrá inquietos.
Nuestros deseos, a menudo, son insaciables.
Mientras que nos desvivimos por
conseguir lo que deseamos podemos dejar de disfrutar lo que tenemos, empezando
por la propia vida. Nos acordamos de la vida cuando la enfermedad o el peligro
nos la hacen problemática, pero nuestra existencia es un regalo que apenas si
agradecemos al que nos la dio.
Sugiero que podemos ser felices
paladeando nuestra propia vida, descubriendo el gozo de existir y de estar
rodeado de todo lo que existe, ya sean los otros o el universo entero.
Podemos ser felices si
descubrimos el gozo de amar y de sentirnos amados, si buscamos la bondad allá
donde se encuentre, si nos extasiamos con la belleza que nos rodea, si nos
comprometemos siempre con la verdad.
Aunque haya mil motivos para
quejarse, es mejor dedicarnos a conseguir que nadie tenga queja de nosotros,
que estemos dispuestos a compartir con los demás, a ofrecerles alegría,
comprensión, cercanía.
Los graves problemas
económicos, financieros o políticos, no está en nuestras manos resolverlos,
pero podemos dedicar nuestro tiempo y nuestras fuerzas a atender las
necesidades y carencias de los que nos rodean y aunque no lleguemos a
resolverlos, sabrán que nuestros problemas y los suyos, puestos en común irán
haciendo un mundo más justo y solidario.
Un buen propósito para el año
que comienza podía ser dejarnos de quejas y críticas y preguntarnos cada día
¿qué podemos hacer por el bien común? Y hacerlo, aunque parezca una pobre gota
de agua frente al océano.
Si no vivimos obsesionados por
el tener, el poseer, el poder o el ascender, nos quedará tiempo suficiente para
disfrutar de la vida y compartirla con los demás.
Nos estamos amargando con los errores y las
corrupciones de los políticos que nos representan. Dejémoslos en su laberinto y
no esperemos que nos resuelvan los problemas que ellos mismos nos han creado.
Buscan que paguemos sus derroches y nuestros votos para disfrutar del poder. No
habrá más remedio que pagar, pero de nuestros votos, ya decidiremos lo que
hacer.
Aunque la publicidad nos lo
pinte con sus mejores colores, el consumismo no puede hacernos felices por su
carácter insaciable. El hedonismo que ofrece placer sin responsabilidad,
tampoco puede hacernos felices.
Solo una vida virtuosa, austera
y sobria, puede hacernos felices y evitarnos la desazón que tanta gente padece de
buscar lo que no tiene sin disfrutar de lo que tiene.
Francisco Rodríguez Barragán
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