Contemplo en el televisor
las procesiones de Semana Santa, con las calles llenas de gente que mira el
desfile de cofrades, de músicos y de imágenes y me pregunto si ese Jesús preso,
azotado, coronado de espinas, despojado de sus vestiduras y finalmente
crucificado, representa algo en nuestras vidas.
Me pregunto si todos saben
algo de ese judío condenado a muerte por Poncio Pilatos a instigación del
Sanedrín judío en tiempos del emperador Tiberio, hace dos mil años, que murió
perdonando a sus verdugos y abandonado de casi todos sus discípulos, pero que
tres días después resucitó y les encargó difundir su mensaje: “Id al mundo
entero y predicad el evangelio”.
Aquellos discípulos
asustados comprobaron que era Jesús y estaba vivo, por lo tanto era
efectivamente quien decía ser: el Hijo
de Dios. Eran testigos de ello y su testimonio no les salió gratis, fueron
perseguidos, torturados y muertos, pero su mensaje ha llegado hasta nosotros,
aunque quizás no le estemos haciendo ningún caso, entretenidos con los ruidos
que nos llegan del mundo a través de todos los medios de comunicación.
El mismo Jesús, haciendo el
camino inverso de Adán que quiso ser como Dios, se hace hombre para que
siguiéndolo podamos volver a Dios de quien recibimos la existencia. Junto con
la existencia también recibimos de Dios la libertad, para que libremente le amemos o
lo rechacemos.
Jesús predicó durante un
poco tiempo en Palestina, anunciando el reino de Dios y proclamando cosas tan
chocantes como llamar dichosos a los pobres, a los que hambrientos, a los que lloran,
a los que son perseguidos a causa de la justicia, porque ellos serán
consolados, poseerán la tierra, porque
de ellos será el reino de los cielos.
En cuanto a la ley, de la
que eran tan celosos guardianes los jefes de la sinagoga, se atrevió a
cuestionarla proponiendo superar los mandamientos: se os dijo: no matarás, pero yo os digo más: ni tan siquiera ofenderás
de palabra a los demás, se os dijo: amarás
a tu prójimo, pero yo os digo que también a tu enemigo, se os dijo: ojo por ojo
y diente por diente pero yo os digo más: ofrecerás la otra mejilla al que te
golpee, se os dijo: no codiciarás la mujer del prójimo, pero yo os digo más: ni
siquiera la mirarás con mal deseo…
El mensaje que Jesús quiere
que difundan sus discípulos es que hay más gozo en dar que en recibir, que el
que quiera ser el primero ocupe el último puesto y sirva a todos, que el amor
es más fuerte que el odio, que Dios nos ama y nos perdona si nos volvemos a Él..
Pero también nos advierte
que el mundo odiará a los cristianos a causa de su nombre, pues el príncipe de
este mundo, el mismo demonio que tentó a Adán, sigue activo con sus
tentaciones, con su propuesta de ser como dioses hasta el fin de los tiempos.
En la oración que Jesús enseñó a sus discípulos, y que ha
llegado hasta nosotros, pedimos que: no nos deje caer en la tentación y nos libre
del malo, que sea santificado el nombre de Dios y venga a nosotros su reino,
que siempre se haga su voluntad, también pedimos el pan de cada día, no el estado del bienestar, y el perdón
de nuestras ofensas en la misma medida que nosotr
os perdonamos a quienes nos
ofenden.
Francisco Rodríguez Barragán
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