Cuenta anual de resultados
Al acabar
el año todos deberíamos revisar nuestra vida, pues no tenemos otra
Cuando el año se acaba desde
la alta administración a la más pequeña empresa se afanan por establecer su
cuenta de resultados, más cuando por ley se exige transparencia en la gestión,
aunque dudo que ello pueda terminar con las viejas lacras del derroche, la mala
administración o la corrupción.
Pienso que la cuenta de
resultados también podría tratar de establecerla cada uno de nosotros respecto
a su vida. Aunque pensemos que “mi vida
es mía y no tengo que dar cuentas a nadie” habremos de reconocer que no tenemos
nada que no hayamos recibido, empezando por la vida misma cuyos días pasan
aprisa y vuelan sin que podamos detenerlos, sin que podamos disfrutarlos sin
inquietudes ni sobresaltos.
También hemos recibido la
suficiente inteligencia, al menos nadie se considera tonto, aunque reconozcamos
que hay otros con más o menos conocimientos que cada uno de nosotros, lo mismo
que hay otros más ricos o más guapos, más pobres o más desgraciados.
Podríamos estudiar para
nuestra cuenta personal de resultados si durante el año que termina nuestra
vida ha sido positiva o negativa, si hemos crecido como personas, si hemos
conseguido establecer mejores vínculos con nuestros prójimos, si hemos
colaborado activamente en la construcción de un mundo más humano, más fraterno,
más justo.
Quizás hemos envidiado a los
que son o tienen más que nosotros, lo cual habrá amargado tontamente nuestra
vida. Tener cosas no es malo, pero hay que usarlas teniendo claro de que habrán
de quedarse aquí cuando termine nuestra aventura vital. Detrás del coche
fúnebre que nos conduzca al cementerio no va a ir ningún camión de mudanzas con
nuestras pertenencias. Llegamos a la vida desnudos y desnudos nos iremos de
ella.
Nos desean que el año
próximo seamos felices aunque no sabemos en que consista tal felicidad. ¿Ganar
dinero? ¿Conservar la salud? ¿Tener éxito en nuestras relaciones sociales y
familiares? Seremos cada uno de nosotros quien tendrá que ir construyendo su
vida día a día, trenzando los lazos que nos unen a los demás o podemos optar
por encerrarnos en nuestro propio egoísmo viendo en los demás competidores a
los que vencer y despojar. La decisión es nuestra, de cada uno.
También podemos optar por
encerrarnos en la abulia, el desinterés, el pesimismo y desde un sordo
resentimiento, reclamar que el estado resuelva todos nuestros problemas. Quizás
es lo que hemos hecho en el año que termina y lo que pensamos hacer en el
próximo. Solo nos ha sido dada una vida y podemos estropearla para siempre.
Parece lógico que quien nos la dio nos pida cuentas de lo que hemos hecho con
ella.
Si pensamos que nadie nos
pedirá cuentas de nuestra vida y que con la muerte volvemos a la nada, todo
sería un absurdo incomprensible. La parábola de Jesús que cuenta el evangelio
de Mateo sobre el señor que repartió diversos talentos entre sus siervos y al
cabo del tiempo les pidió cuentas y aquellos que habían hecho fructificar lo
que recibieron fueron premiados pero el que no lo hizo resultó condenado,
debemos tenerla en cuenta.
Un nuevo año puede ser una
nueva oportunidad de poner en juego los talentos que hemos recibido que no
podemos desaprovechar.
Francisco Rodríguez Barragán
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