El sujeto pasivo de esta crisis
y de todas las crisis que hemos sufrido, es el conjunto de los españoles, pero
advierto que la palabra españoles, así en plural, apenas si tiene circulación
sustituida por la de ciudadanos.
Cuando algo cambia de nombre es,
que la realidad a la que aludía el sustantivo abandonado, se ha transformado en
algo diferente. Puede observarse que la palabra pareja está desplazando a la de
matrimonio; la de compañero o compañera a la de esposa y marido.
Hay quien piensa que cambiando
las palabras se puede modificar la realidad aunque por mi parte creo que es al
revés: si cambia la realidad cambian las palabras. Sustituir padre y madre por
progenitor A y progenitor B, no ha modificado, hasta el momento, la realidad,
aunque cualquiera sabe lo que nos reserva el futuro y las técnicas ganaderas de
inseminación artificial aplicadas a las personas.
Pero volviendo a la palabra
españoles, cada vez menos usada, me pregunto si sigue existiendo un conjunto
real al que poder aplicarla, un estilo colectivo de existir, de ser, al que
pueda aplicarse el nombre de español, si sigue existiendo algo a lo que llamar
España.
No somos españoles porque
hablemos el español pues lo compartimos con muchas otras naciones que también lo
hablan. Hemos creído siempre que éramos españoles los nacidos en territorio
español, pero oyendo lo que dicen los representantes de algunos trozos de
España, parece que tampoco.
Los que tuvimos la suerte de
estudiar la Historia de España antes de la parcelación autonómica, pensábamos
que éramos españoles porque compartíamos un pasado común de glorias y fracasos.
Pues tampoco: hay trozos de España que reniegan
de la historia común para afirmar la propia.
Quizás seamos españoles porque
nos una un destino común: construir una gran nación, tener un papel importante dentro
de Europa o dentro de la comunidad iberoamericana. Por desgracia parece que
aportamos más problemas que soluciones a Europa y nuestro papel en el mundo es
bien escaso. No tenemos un proyecto común de futuro, ni siquiera para
sobrevivir como una sola nación.
No obstante, frente a
franceses, alemanes, italianos, suecos o chinos, seguimos siendo españoles.
Pero sería bueno saber cómo nos ven ellos. Si distinguen en nosotros un estilo
de vida que nos identifique. Todos tenemos una idea aunque sea simple de lo que
es un japonés, un alemán, un británico o un americano, pero me parece que no
tenemos clara la noción de lo que nos identifica como españoles, sino más bien
de lo que identifica a cada región de España, a veces en su aspecto más
desfavorable.
Sánchez de Albornoz que
reflexionó mucho sobre España y los españoles escribió hace muchos años que la
crisis (siempre la crisis) del siglo XVII provocada por las torpezas de los
gobernantes en lugar de producir una sana reacción del homo hispanus acabó madurando en lo que pudiéramos calificar de
Estado Providencia en que todo se espera y exige del mismo, en él se confía
como a un Dios. De las medidas protectoras del Estado esperan su propio medro
agricultores, ganaderos, industriales y comerciantes y al Estado culpan de sus
males las profesiones, las diversas clases sociales y las diversas regiones y
han sido pocos los que se han echado a andar al margen del Estado, quienes se
han decido a prescindir del mismo y a acometer, sin contar con él empresas
decisivas para el remedio de las urgencias nacionales.[i]
Parece que tanto en el siglo
XVII como ahora el “estilo” de los españoles es esperarlo todo del Estado. Lo
que agrava el momento es la duda de si sigue habiendo españoles o solo somos
ciudadanos anónimos.
Francisco Rodríguez Barragán
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