Cuando comenzamos a usar el
euro con ilusión y abandonamos con pena nuestra vieja peseta, vimos que los
billetes llevaban impresos puentes y ventanas, era un símbolo: entre los países
de Europa se tendían lazos de unión, se abrían ventanas para comunicarnos, para
compartir una nueva historia común. No hay historia sin problemas y tensiones.
Después de unos años que
parecían augurar un destino de prosperidad, han empezado las dificultades. Se
habla de deudas y rescates de miles de millones. En unos años nuestra economía
se ha hundido, se ha producido un paro insoportable, afloran inmensas deudas y cada
vez resulta al gobierno más oneroso conseguir
dinero prestado e imposible a las empresas.
Para salvar la estabilidad del euro,
según dicen, nos prescriben medidas
dolorosas, que no hay más remedio que aplicar, aunque sean impopulares. Esta
impopularidad es aprovechada por los mismos que por acción u omisión causaron
el estropicio para debilitar al gobierno.
Pero más allá de todo esto,
quizás deberíamos reflexionar sobre el papel que representa el dinero en
nuestras vidas. No hay duda de que su invención en Lidia en el siglo VIII a.C.
fue sobremanera útil. El intercambio de bienes y servicios entre las personas,
se facilitó al utilizar unidades de cuenta para fijar el precio de cada cosa.
Para conseguir cierta fijeza en
las unidades de intercambio se recurrió a los metales nobles y escasos: el oro
y la plata. Seguimos hablando de dinero contante y sonante, aunque los billetes no tengan ningún sonido. A la hora de
pagar se nos pregunta si lo vamos a hacer en metálico o con tarjeta; lejano recuerdo de los metales que servían
para el intercambio.
Los billetes estuvieron
respaldados por las reservas oro y plata de los bancos centrales, hasta que se
abandonó el patrón oro antes de terminar la primera mitad del siglo XX, por los
acuerdos de Bretton Woods. Desde aquel momento cada nación imprimió sus
billetes, en cantidades que resultan un misterio
para la gente. La Comunidad Europea creó el ecu y luego el euro como moneda
común y el Banco Central Europeo decide cuando darle a la máquina de imprimir
billetes.
En el mercado internacional
cada moneda tiene el valor que se le otorga a su país emisor y solamente unas
cuantas son aceptadas en cualquier sitio. El dinero es una mercancía más en
manos de los financieros ¿podemos fiarnos? ¿Quién los vigila? ¿Quiénes lo
atesoran para que no circulen?
Cuando tenemos en nuestra mano
un billete de 50 euros podemos preguntarnos sobre el valor que representa.
Imprimirlo es barato pero ¿hay algo que lo respalde? Hoy podemos comprar
determinadas cosas pero quizás, dentro de poco, nos darán menos cantidad de las
mismas cosas por el mismo billete. También podría ser que nos dieran más, aunque
no es probable.
Oí hablar de la atracción
libidinosa del dinero, pues si encontramos un billete en la calle, entre basura
o mojado, lo llevaremos a nuestro bolsillo sin ninguna aprensión. También he
leído que muchos billetes tienen restos de cocaína al ser utilizados para
esnifar el polvo. Cada billete podría contarnos su historia al ir pasando de
mano en mano para pagar una compra, un servicio, una droga, un cuerpo, un
soborno y también cuando se convirtió en ayuda, en limosna, en regalo.
Unos porque tienen mucho, otros porque tienen poco y otros porque no
tienen ninguno, todos pensamos en el dinero. ¿Será posible hacerlo sin codicia
y con solidaridad?
Francisco Rodríguez Barragán
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