Estamos sufriendo una situación
de crisis que se prolonga ya varios años y que durará otros más, a pesar de las
tibias esperanzas que ofrece el gobierno, utilizando indicadores económicos que
los ciudadanos no podemos comprender ni comprobar, solo creerlas o no.
No se me alcanza que en
Bruselas decidan sobre nuestro destino una serie de personas que no conocemos
pero que urgen reformas que a todos nos afectan. Reformas laborales, subidas de
impuestos, normas de obligado cumplimiento en política agraria, política
inmigratoria, carburantes, energía, etc. Creo que lo único que buscan es que
quienes prestaron dinero a España lo recuperen.
Trenes de alta velocidad,
metropolitanos, aeropuertos, polideportivos y teatros en cada pueblo y tantos
otras cosas que se abordaron sin el más mínimo estudio de rentabilidad ni de
sostenibilidad, con dinero prestado que hay que
devolver, pues ninguna administración contaba con presupuesto propio
para hacerlo.
La misma falta de previsión de
nuestras onerosas administraciones, les ocurrió a los particulares que
compraron ladrillo sin dinero. Al parecer nadie sospechó la estafa de aceptar
un crédito cuyo importe era superior al valor del bien hipotecado, bien que
ahora no vale ni la mitad pero la deuda no se ha reducido sino que ha aumentado
y como nuestras leyes establecen que los deudores responden de las deudas
contraídas con sus bienes presentes y futuros, serán perseguidos con embargos
de sueldos y salarios por muchos años.
Pero mientras el ciudadano se
amarga la vida buscando como quitar la trampa, las trampas de las
administraciones las cubren con emisiones de deuda que habremos de pagar, a
través de impuestos, durante varias generaciones.
Gobierno y oposición discuten y se acusan mutuamente de la situación y como
les interesa más el poder que el bien común no hay forma de que aúnen sus
esfuerzos para resolver los problemas. Si el gobierno tropieza con una
dificultad la oposición se frota las manos y se lanza en tromba para
deslegitimarlo y si es la oposición la que tiene problemas el gobierno sin duda
se alegra.
Aquí nadie piensa en el bien de
los españoles sino en las próximas elecciones y como tenemos elecciones variadas,
siempre estamos en campaña de prometer esto o aquello, aunque luego todo se
quede en nada.
La inquina que manifiestan los
políticos de cada partido frente a los demás, está llegando a la calle de forma
cada vez más agudizada. Las variopintas tertulias de los medios de
comunicación, no son en absoluto lugares de diálogo en busca de soluciones,
todos gritan, nadie escucha y los espectadores ya saben de antemano lo que cada
uno va a defender.
Cada día nos cruzamos con
alguna protesta callejera en la que desfilan colectivos que enarbolan
pancartas, arman ruido y dificultan el tráfico. Todos se creen cargados de
razón y ejercen su derecho constitucional a manifestarse pero deberían ser los
políticos a quienes votaron los que acogieran y gestionaran los problemas de
los ciudadanos a quienes dicen representar, pero nuestra democracia no funciona
así. Creo que pocos recuerdan al político a quien votaron en las generales,
autonómicas, locales o europeas, solo recuerdan al partido y los elegidos
representan a su partido y no a sus votantes.
Francisco Rodríguez Barragán
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