Algo marcha mal en una sociedad
cuando se ve normal el vandalismo en que
suelen convertirse las manifestaciones
No entiendo que la celebración
en Francia de su victoria en el mundial de Rusia se convirtiera en una
salvajada con destrozo de escaparates, automóviles y mobiliario urbano
acompañado de un estridente griterío y enfrentamiento con la gendarmería, según
pude ver en la tele. Jóvenes que saltaban de alegría por haber destrozado una
luna o desvencijado un automóvil. No lo entiendo.
Tampoco entiendo que bandadas
de hooligan se dediquen a armar camorra allá adonde llegan enfrentándose a la
policía y destrozando lo que se pone a su paso de bárbaros salvajes.
Más cerca, también entre
nosotros hay monstruosas despedidas de soltero (y solteras) que montan
verdaderas escandaleras, molestando a los vecinos de calles y plazas, llevando
su salvajismo al interior de los medios de transporte, incluido algún avión. Se
pide a las autoridades la prohibición de estos eventos, lo mismo que los
botellones, donde el alcohol hace estragos, y dejan toneladas de basura donde
se reúnen a beber y a lo que se presente.
Toda la tecnología de la
comunicación que conocen tan bien los jóvenes y otros menos jóvenes, no
compensa su absoluto su falta de educación y de civismo. Quizás son ya varias
generaciones en las que la educación y su transmisión de padres a hijos brilla
por su ausencia.
Son generaciones que pueden
haber recibido bastante instrucción
pero que nadie ha educado. Inicialmente el ministerio no se titulaba de
educación sino de instrucción pública, porque se tenía claro que la educación
no tenía que facilitarle el estado sino que a los institutos y universidades
había que llegar educado desde casa.
Pero la familia, en trance de desaparición,
cree que es el estado quien debe educar a los niños, lo cual es un paso
fundamental para el adoctrinamiento en todas las ideas que llevan al
totalitarismo. En vez de proclamar e insistir que la educación es un derecho y
una obligación de la familia, se pone en marcha el sucedáneo de la asignatura
de “educación para la ciudanía” para
llevar a todos los espacios educativos, desde el jardín de infancia a la
universidad, ideas disolventes: ideología de género donde se inculca que el
sexo no es una realidad biológica y complementario sino un variado constructo
social donde elegir , un ultra feminismo que proclama la lucha de sexos, la
propaganda de cualquier método anticonceptivo, incluido el aborto, reforzado
todo ello con leyes que penalizan a quien piense lo contrario, a quienes se
opongan a esta deriva disolvente.
Al lado de mi domicilio hay una
tapia en la se ha escrito con grandes caracteres “no queremos más trabajo, sino su abolición” y otro “el trabajo mata” y lindezas como estas
por todo el barrio, firmadas por los anarquistas con su A rodeada de un circulo.
Cuando se habla constantemente
de que padecemos determinadas fobias, quizás habría que incluir también la
fobia al trabajo. Me cruzo con muchos jóvenes entre 20 y 30 o más años, que por
su atuendo, tatuajes y pelaje no van a ninguna entrevista de trabajo. Parece
que se aceptan mejor los pantalones rotos de las mujeres, que deben ser el no
va más de la moda.
Como hoy me siento pesimista
recuerdo que toda situación es susceptible de que empeore.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
Publicado en ACTUALL del 23 de
julio 2018
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