La campaña publicitaria “XTantos”,
invitando a los contribuyentes a señalar la casilla de la Iglesia Católica en
su declaración de la renta, se apoyaba sobre todo en sus realizaciones
asistenciales y caritativas, sin ninguna duda importantes y dignas de atención.
La dedicación de la Iglesia a
los necesitados forma parte de su propia misión en el mundo, pero no puede
reducirse solo a ello, ya que la Iglesia existe esencialmente para formar una
comunidad de fe que unida a Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo, anuncie al
mundo la salvación, el amor y la misericordia de Dios.
Si el mundo percibe a la
Iglesia como una especie de ONG dedicada a la beneficencia, mantenedora de comedores y asilos, al igual
que tantas otras ONG de inspiración civil, política o filantrópica, algo
debemos estar haciendo mal los cristianos.
La Iglesia, formada por todos
los cristianos, tiene la misión ineludible de evangelizar, de transmitir la
buena noticia de que nuestro encuentro con Jesús, si decidimos seguirle,
transforma nuestras vidas dotándolas de una dimensión trascendente que cambia
radicalmente el sentido de todas nuestras acciones.
El ejercicio de la caridad para
el cristiano no es un añadido que hacemos a nuestras vidas para conseguir buena
conciencia, sino la exigencia de vivir una vida nueva y distinta, en la que
seguimos a Cristo que nos incorpora a su propia vida, a su propia iglesia, que
ora, que sufre, que celebra, que perdona nuestros pecados, que nos alimenta con
la Eucaristía, que nos urge a la caridad, que sostiene nuestra esperanza.
Vivimos sin duda en un mundo
escasamente cristianizado, donde no se da una transmisión efectiva de la fe de
la Iglesia ni desde las familias, ni desde la escuela, ni desde la catequesis
que ofrecen las parroquias. El ambiente en el que vivimos es el que marca la
pauta desde hace varias generaciones y hemos de reconocer que no es cristiano.
La Iglesia es consciente de la
necesidad de una nueva evangelización en toda Europa y se prepara para
abordarla. Es necesario que los que nos decimos cristianos nos dejemos
evangelizar de nuevo y nos convirtamos de corazón. Si nuestra conducta diaria,
nuestras obras, nuestras organizaciones, no son un testimonio de que Cristo
vive en su iglesia, es que no estamos suficientemente evangelizados ni
anunciamos el evangelio al mundo.
Mucha gente espera de la
iglesia la prestación de servicios, bautizos, bodas, comuniones y entierros y
reparto de alimentos a los pobres. Todo esto viene haciéndolo hace tiempo con
escaso resultado en orden a construir la comunidad de los que creen en Cristo.
Que el Espíritu Santo nos
inspire lo que hayamos de hacer y que María nos preste todo su apoyo.
Francisco Rodríguez Barragán
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