La prestación de la asistencia
sanitaria se ha convertido en un arma arrojadiza en manos de la izquierda a la que
le parece inconcebible que la derecha pueda gobernar. No es que crea que hay
demasiadas diferencias entre derecha e izquierda, ya que unos y otros coinciden
en que lo importante es tomar el poder y ninguno de los dos sepa muy bien lo
que ha de hacer para sacarnos de nuestra triste situación.
En la calle, en los periódicos,
en la televisión, en todas las tertulias y debates, el tema permanente es la
mal llamada privatización de la asistencia sanitaria, ya que a mi entender lo
que pretende la comunidad de Madrid es conseguir una gestión más barata, ya que
el gasto es cada vez más insostenible. Lo mismo han hecho otras comunidades
autónomas, con gobiernos de diferente signo, sin que se hayan producido tan
feroces contestaciones, seguramente porque se hicieron antes de que los
socialistas perdieran las elecciones.
He puesto atención a las
intervenciones de algunos facultativos en debates televisivos. Creo entender
que para ellos y los que se manifiestan con lemas tales como la “sanidad
pública no se vende, se defiende”, lo que les parece inaceptable es que pueda
haber empresas que obtengan beneficios con
la gestión de esta prestación.
Recuerdo, porque soy viejo, que los hospitales del Seguro tenían en sus
plantillas limpiadoras y cocineros, hasta que vieron la conveniencia de
contratar la limpieza y la cocina con empresas, que naturalmente acudieron a
los concursos correspondientes pensando en su beneficio. Esta práctica
generalizada debe haber funcionado ya que no conozco que se haya abandonado en
ningún sitio para volver al sistema anterior.
Decían los facultativos que
escuché que había que distinguir en la asistencia hospitalaria lo que podría
ser el alojamiento de la atención facultativa. Para el alojamiento me pareció
entender que no veían mal su externalización, pero nunca para la atención
facultativa que se vería mermada por culpa de las empresas concesionarias que evitarían
gastos de tratamiento para obtener mayores beneficios.
Estos defensores a ultranza de
“lo público” parecen pasar por alto que los funcionarios del estado y fuerzas
armadas pueden elegir entre la sanidad pública y la sanidad privada, la organizada
por empresas de seguros médicos, y en un alto porcentaje elijen la sanidad
privada.
Quizás la búsqueda de
soluciones para una gestión más barata de los servicios públicos lo que pone de
manifiesto, una vez más, es la dificultad de la administración para conseguir
un rendimiento más eficiente.
El inmoderado crecimiento de la
administración en todas sus esferas, durante un periodo de aparente prosperidad,
resulta en época de crisis un gasto insostenible. Hay que ahorrar en gastos y
hay que buscar la manera de hacerlo y para este ahorro no veo ninguna propuesta
del personal sanitario, ni de los sindicatos, alternativa a la externalización
que propone el gobierno de la comunidad.
Los recursos humanos de la
sanidad, o de cualquier otra área, ¿no necesitan reformas? Pero si los que
podrían proponerlas les interesa más preservar su propia situación de
privilegio…
Francisco Rodríguez Barragán
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