lunes, 31 de diciembre de 2012

UNA ESPERANZA PARA EL MUNDO



Si medito acerca del progreso alcanzado por la humanidad a lo largo del tiempo puedo sentirme orgulloso. El hombre ha aumentado sus conocimientos acerca de la vida y del universo, hasta unos niveles formidables. Ha alcanzado metas inimaginables en los campos del saber y el conocimiento. Ha buscado la belleza y la ha plasmado en multitud de creaciones, que atraviesan el tiempo para seguir causando asombro a los que las contemplan.

Si contemplo la historia de los pueblos que han ido sucediéndose a lo largo del tiempo quedo sobrecogido por la cantidad de muerte, dolor y sufrimiento que nos hemos causado unos a otros. Imperios poderosos y grandes construcciones políticas, han ejercido su dominio sobre pueblos y territorios, para desaparecer a manos de otros, sustituyéndose entre guerras y muerte, victorias y derrotas, explotaciones y genocidios, sin llegar a alcanzar nunca el equilibrio de una paz perpetua y justa.

Podemos creer en algunos momentos que puede establecerse un sistema de paz, armada o desarmada, pero pronto comprobamos que se vuelven a producir enfrentamientos, que surgen guerras y las armas se activan para matar, aunque no dejemos de hablar de medidas de seguridad desde altos organismos, incapaces de organizar un gobierno mundial efectivo.

Cada persona que llega a la vida desea ser feliz, aunque no tenga ninguna idea clara de cómo lograrlo. Unos buscarán la felicidad en la posesión de cosas, en el consumo compulsivo de bienes y placeres. Otros serán felices haciendo felices a los demás porque habrán encontrado el amor. Algunos entenderán que la felicidad puede encontrarse en la verdad, la belleza y la bondad, ─en definitiva en Dios─ y se entregarán con humildad a su búsqueda.

Aunque estemos programados para ser felices, inevitablemente encontraremos en nuestras vidas el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, la vejez, la muerte. El que nos llamó a la existencia y a la libertad, anunció que nos salvaría de todo ello a través de su Hijo, Jesucristo, cuyo nacimiento en Belén, hace dos milenios celebramos ahora. La Palabra eterna de Dios tomó la naturaleza humana con todas sus debilidades y pecados para salvarnos de ellos. Dios se hace hombre para que el hombre pueda llegar a Dios y gozar de una bienaventuranza eterna.

Ya sé que no se llega a creer en esto sin la fe, sin fiarse de Dios que se ha revelado en Jesús. Esta es la buena noticia que anuncia la Iglesia y cada uno de sus miembros vivos. Cada persona es libre para acoger el anuncio o rechazarlo.

Muchos esperan que los salve la ciencia, aunque lo más que puede hacer es alargarnos algo la vida. Muchos piensan que no necesitan ninguna salvación pues con la muerte todo se acaba, pero no explican la razón de que la suerte de los asesinos y los inocentes resulte idéntica. Hay quienes creen en la existencia de reencarnaciones sucesivas para abismarse en la nada.

Nos puede parecer extraño que Dios se haga hombre para morir por los hombres y a manos de los hombres y a través de su muerte y resurrección  salvarnos, pero los caminos de Dios no son nuestros caminos. Confío que Dios que me llamó a la existencia me salvará en Jesús. Deseo que llegue a todos esta esperanza.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

 

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