Hay ateos que niegan la
existencia de Dios porque su razón no ha encontrado argumentos válidos para
creer en El. Otros piensan que quizás exista pero que no se cuida de nosotros.
Otros rechazan ocuparse de la cuestión para no complicarse la vida. Muchos
creen que los avances científicos lo hacen innecesario, incluso que representa
una limitación para el hombre. A pesar del dolor, del sufrimiento y de la
muerte, presentes siempre, no quieren creer que puedan ser salvados por el que
los llamó a la existencia.
Aunque muchos ateos respetan a
los cristianos, van creciendo minorías poderosas que están decididas a acabar
con el cristianismo y con la Iglesia. En todos los tiempos la Iglesia ha tenido
enemigos y adversarios. El mismo Cristo ya nos anunció que seríamos perseguidos
por los poderes de este mundo.
Estas minorías combativas se
han ido introduciendo en todos los centros de decisión política y educativa
para dominar a las nuevas generaciones desde la infancia. Los grandes obstáculos
para llevar a cabo su designio son la familia y la Iglesia. El ataque a la
familia, sus derechos y su influencia está en marcha y hay que lamentar que en
España y en gran parte de Europa están teniendo éxito.
La institución del matrimonio,
base de la familia, está siendo desvirtuada y sustituida por frágiles
situaciones de pareja, escasamente fecundas, que no son lo más adecuado para la
educación de los hijos, que se delega cada vez más en los centros de enseñanza,
desde las guarderías a las universidades.
La Iglesia católica es el otro
gran enemigo a abatir. El ateísmo ha dejado de ser una mera negación de la
existencia de Dios para convertirse en una nueva religión, que ofrece liberar a
las personas incluso del sentimiento del mal o de la culpa. Gozar sin límites
del placer, de cualquier placer, en un mundo feliz en el que los avances de la
ciencia, lo resuelvan todo. Quieren raer
todo vestigio del cristianismo, por eso tratan de suprimir la Navidad, de
quitar el crucifijo de todos los sitios, de eliminar la religión como
asignatura, etc.
España y toda Europa se
construyeron sobre el armazón del cristianismo. La progresiva desaparición de
sus valores de la vida pública está produciendo esta formidable crisis que es
no solo económica sino de identidad. No solo está desapareciendo la fe entre la
gente sino también nuestra propia cultura. Sin conocimiento de la religión
cristiana cada vez será más difícil entender lo que representan nuestras
mejores obras de arte, cultura, música, literatura, los retablos de nuestras
catedrales y nuestros templos…
La Iglesia ha proclamado un año
de la fe como una llamada urgente a una nueva evangelización. Los cristianos
estamos seguros de que la Iglesia no va a desaparecer, aunque se la combata. Puede
entrar en crisis en unos lugares y florecer en otros, puede desaparecer de Europa como desapareció o
se redujo en Asia Menor, Siria o el norte de África.
La fe no puede imponerse. Dios
ha concedido a cada persona la libertad para acogerla o rechazarla, pero los
cristianos tenemos el deber de anunciarla, de proponerla, de predicarla, con
nuestra palabra, nuestro ejemplo, nuestra vida y eso debemos hacerlo sin
demora, sin tregua, sin descanso. Unos aceptaran a Cristo y otros lo rechazarán
y nos perseguirán. No importa, ya lo sabíamos.
Francisco Rodríguez Barragán
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