Recuperar la economía y los valores perdidos.
El reproche social por casi
ocho años de mal gobierno, derroche y corrupción, se ha materializado en
desalojarlos del gobierno de España; con ello seguramente quedarán canceladas
todas sus responsabilidades. Seguirán gozando de situación y pensiones
privilegiadas. Es posible que alguno acabe empapelado por la justicia, pero a
la mayoría no le pasará nada.
Desde los grandes derroches del
V centenario, Expos y Olimpiadas, los políticos aprendieron que cuanto más
grande fuera la inversión más grande sería “su beneficio personal”. Recordemos
el “pellón” (mil millones de pesetas) en las confusas cuentas, nunca aclaradas,
de la Expo sevillana o el “tres por ciento” que mencionó Maragall en el parlamento
catalán.
He oído más de una vez decir:
“Dios nos ponga donde haya” Creo que, en el fondo, un importante porcentaje de
españoles envidia al que aprovecha las circunstancias para enriquecerse. Hay
como una especie de aceptación social de la corrupción. Ladrón es el que me
roba el coche o la cartera y que denunciamos en comisaría. El que consigue un
chollo, un pelotazo, una comisión dentro de un maletín, una subvención para una
empresa inexistente, etc. no es un ladrón, ¡por favor! En un tío listo que sabe
aprovechar las oportunidades y cuya amistad es bueno cultivar.
Pero si estos delitos de
corrupción pueden seguir aireándose en los medios de comunicación y convertirse
en lentos procesos judiciales de incierto final, hay otros crímenes que nunca
serán perseguidos ni juzgados, las víctimas no llegaron a quejarse porque no se
las dejó vivir, los asesinos consiguieron la protección de las leyes y hasta
convencieron a las embarazadas de que tenían derecho a decidir sobre la vida y
la muerte de sus hijos.
El régimen nazi elaboró y
promulgó leyes para erradicar a los judíos: perseguirlos, matarlos,
torturarlos, gasearlos, no era delito sino una acción imprescindible para
asegurar el bienestar de la raza aria.
Las leyes abortistas promulgadas
en España y presentadas como progresistas y necesarias para asegurar la
felicidad y la libertad de la gente. Si el niño que empieza a vivir en el
vientre de una mujer no es deseado, va a causarle problemas, a condicionar su
actividad, sus estudios, su libertad, pues se le elimina. Pueden hasta decirse:
un niño no deseado sería un desgraciado, ¡mejor que muera!, y han muerto en
España más de un millón.
El cambio de gobierno trae la
esperanza de que pueda enderezarse la economía, aunque nadie piense que van a
volver los años en los que creíamos ser ricos porque nuestras viviendas se
revalorizaban sin esfuerzo, nos daban créditos por más dinero del que
necesitábamos, consumíamos, disfrutábamos, gastábamos…
Quisiera creer que el nuevo
gobierno está interesado en recuperar los valores perdidos y va a derogar las
leyes disolventes, en mala hora dictadas. Pero no basta la acción del gobierno,
es necesario el esfuerzo de todos los ciudadanos conscientes y comprometidos.
Francisco Rodríguez Barragán
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