¿Podemos hacer algo por los gobernantes?
Al
terminar el Adviento, tiempo de espera, ha llegado casi al mismo tiempo un
nuevo gobierno para España y la Navidad. Parecen cosas diferentes pero hay
algunos lazos entre las dos. Del nuevo gobierno esperamos que nos salve de la
crisis, del nacimiento de Jesús esperamos una salvación más definitiva. Del gobierno esperamos que
nos trate como ciudadanos libres. Jesús
nos revela que Dios es el Padre de todos y que debemos tratarnos como hermanos.
Si nos decidimos a ser hermanos
unos de otros, el mundo cambiaría más profundamente que con las reformas
políticas. Si expulsamos a Dios de nuestras vidas, de nuestro mundo, de
nuestras relaciones estamos perdidos. Sin Dios el mal triunfa con su egoísmo y
crueldad. El Niño de Belén no es un rival del hombre, al contrario, viene a
ofrecernos la libertad de ser hijos de Dios.
Creo que los nuevos gobernantes
juraron con la mano puesta sobre la Biblia. Esto puede ser un gesto vacío o un
compromiso serio. La Biblia, sobre la mesa de la jura, anuncia desde sus
primeras páginas la llegada del Salvador, el Mesías, el Señor, cuyo trono será
cruz también presente en la misma mesa.
Para cada uno de ellos se
presentan dos alternativas fundamentales: gobernar para todos, especialmente
para los más pobres, o gobernar para los poderosos. Hacer de su función de
gobernantes un servicio para todos o utilizar el poder para disfrutarlo en su
propio beneficio y el de los suyos.
Todos deseamos que tengan éxito
en su gestión, pues de ella depende el
bienestar de la población, la tranquilidad y el orden, sin olvidar, que la paz
es obra de la justicia, por lo que el mayor desorden es la injusticia.
Desde el principio de la
Iglesia, tanto Pedro como Pablo, recomendaron a los cristianos la sumisión y el
respeto a los gobernantes y a rezar por los reyes y los constituidos en
autoridad para que podamos vivir una vida tranquila y apacible.
Los cristianos tenemos la
poderosa arma de la oración para encomendar a Dios a amigos y enemigos y
también a los gobernantes, sean del color que sean. Por mi parte pido que nos
los deje caer en la tentación del egoísmo ni la corrupción y que se pregunten
antes de tomar sus decisiones si ellas están movidas por la verdad, la justicia
y el amor al prójimo.
Aparte de votos cada cuatro
años, nuestra capacidad de influir en el gobierno es nula, pero nuestra
capacidad de rezar porque las cosas salgan bien está intacta. Invito a todos
los que crean en la oración que se pongan a la obra.
Francisco Rodríguez Barragán
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