El esperado debate entre los
dos candidatos con posibilidades de
formar gobierno no deparó ninguna sorpresa. El socialista actuó como si ya
estuviera en la oposición, tratando de examinar el programa del contrario y el
popular repitió varias veces algo tan obvio como que nuestro problema son cinco
millones de parados.
Para tratar de superar la
crisis, Rubalcaba habló de gravar con nuevos impuestos a las grandes fortunas y
a la banca, para hacer frente a los gastos sociales y de pedir una moratoria de
dos años a Europa, no sabemos muy bien para qué, ya que el gobierno actual no
ha planteado tal cosa en las reuniones que ha mantenido con los líderes
europeos.
Rajoy por su parte señaló que,
para resolver el problema del paro, era necesario un plan de austeridad en el
que ninguna administración pueda gastar más de lo que ingrese, evitar que la
deuda pública siga en aumento y reste los recursos necesarios para que fluya el
crédito que necesitan las empresas y autónomos y conseguir un mercado de
trabajo más flexible. Son medidas de puro sentido común que son sin duda
necesarias, pero no suficientes.
Ambos candidatos se referían a
la crisis como una desgracia cuyas causas no quisieron analizar. Echar la culpa
a los mercados, a la política americana, a la globalización o a leyes del
gobierno anterior, después de casi ocho años de gobierno socialista, era
salirse por la tangente.
Sin negar la influencia que
todo ello haya podido tener en nuestra situación, hay que acercarse a nuestra
realidad social, financiera y política aquejada de una rampante corrupción
movida por la codicia de financieros y especuladores, el soborno, el cohecho,
el “pelotazo” o la prevaricación, con unos escandalosos márgenes de impunidad y
un poder judicial fuertemente mediatizado por el gobierno en sus escalones
superiores.
El pueblo llano ha sido sometido
a la constante incitación al consumo compulsivo de toda clase de bienes a
crédito: viviendas, apartamentos en la costa, viajes, automóviles, etc. La palabra
austeridad fue proscrita en todos los niveles: personal, familiar, municipal,
autonómico, nacional. Comprar, consumir y disfrutar ha sido la consigna. Desde
el Banco de España se dijo en alguna ocasión que el endeudamiento de las
familias era excesivo, pero nadie tomó ninguna medida; las alertas sobre el
funcionamiento de las Entidades de ahorro regidas por sindicatos y políticos
incompetentes, apenas si se oyeron; sus inmensos agujeros negros tratan de
arreglarse tarde y mal, pero sin castigar a los culpables del desaguisado.
Los dos candidatos hablan del
gasto social: educación, sanidad, pensiones, etc. Rubalcaba trata de asustar a
los electores diciéndoles que si llega Rajoy al poder habrá recortes, mientras
que éste lo niega rotundamente. Pero ninguno entra a profundizar sobre la
crisis que aqueja al estado de bienestar basado en el sistema de reparto, que
será insostenible si continúan las actuales tendencias demográficas. España
envejece a un ritmo acelerado. Cada vez hay más viejos y menos jóvenes. Según
los demógrafos sería necesaria una natalidad de 2,1 hijos por mujer para
garantizar la reposición de la población, en la actualidad no llega más que al
1,38.
El candidato socialista se
vanaglorió de las leyes que había promulgado su gobierno como la del matrimonio
homosexual o el aborto y pidió al popular que retirara los recursos de
inconstitucionalidad presentados, sin que este lo aceptara. Tampoco en esto se
profundizó lo más mínimo, siendo así que junto a otras como la del divorcio exprés,
dispensación libre de la píldora del día después, supresión del libro de
familia, sustitución de los términos padre y madre por el de progenitor o
imposición sectaria de la asignatura de educación para la ciudadanía, han atacado
con saña el matrimonio y la familia, causando la vertiginosa caída de la
natalidad a que antes hice mención.
No pierdo la esperanza de que
el cambio de gobierno enderece algo nuestra situación, pero si no se profundiza
en las causas que la han originado, poco se habrá ganado.
Francisco Rodríguez Barragán
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