El rechazo justificado a la mutilación genital
La aceptación legal del aborto
He leído en Libertad Digital
que está pendiente de sentencia en la Audiencia Provincial de Teruel el caso de
una niña que, con menos de un año, fue sometida a la ablación del clítoris,
practicada o consentida por sus padres, hecho que fue puesto en conocimiento de
la Fiscalía por los médicos del Hospital de Alcañiz que detectaron la
mutilación genital de la pequeña en la revisión de los doce meses y que esta
mutilación se había producido en España, ya que en la revisión de los seis
meses no detectaron ningún problema, ni la niña había salido de España en ese
tiempo, aunque los padres alegan que la ablación se practicó en Gambia por sus
abuelos maternos siguiendo su tradición cultural. La Fiscalía pide para los
padres la pena de seis años de prisión.
Es la primera vez en que se
dictará sentencia por un caso de mutilación genital ocurrido en España, ya que
en otros casos no ha llegado a determinarse si la ablación se produjo o no en España.
El respeto a la cultura y
religión de los inmigrantes que vengan a residir a España no puede significar
nunca la aceptación de costumbres y prácticas que aquí estén tipificadas como
delito. De alguna manera el permiso de residencia debería estar vinculado a la
aceptación de nuestras leyes que no permiten la mutilación genital de las niñas.
Una vez dicho esto, no tengo
más remedio que reflexionar acerca de la incongruencia que representa reconocer
el aborto como un derecho que, en definitiva, pone fin a la vida de un bebé por
decisión de la embarazada, a la que no puede llamársele madre.
Si la mutilación genital debe
estar considerada, y con razón, como delito, no se me alcanza que algo de más
importancia, como es eliminar la vida de un bebé en gestación, sea admitido sin
reproche alguno en base a una ley, todo lo formal y “kelseniana” que se quiera,
radicalmente injusta, por lo que debía ser derogada.
Mientras andamos ufanos
tratando de salvar la biodiversidad, el medio ambiente o los derechos de los animales,
la especie humana, en los primeros estadios de su desarrollo no merece ningún
respeto y en los últimos tampoco.
Francisco Rodríguez Barragán
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