Cuando veo el edificio de la ONU
me acuerdo siempre de la Torre de Babel, aquella construcción que pretendieron
levantar los hombres que llegara hasta el cielo y dejara constancia de su fama.
No era un recordatorio del castigo que recibió la humanidad en forma de diluvio
cuando se corrompieron por sus violencias, sino un alarde de su soberbia:
llegar hasta el cielo. No llegaron a entenderse ni se terminó la torre.
A lo largo de toda la historia de
la humanidad la violencia ha sido permanente entre los pueblos, los imperios,
las civilizaciones y después de cada periodo más o menos largo de guerras y
enemistades, los vencedores han pretendido organizar el mundo en paz (en su
beneficio) acuñando la desvergonzada frase “si vis
pacem, para bellum”, si quieres la paz prepárate para la guerra. El ensayo de Kant sobre la Paz
Perpetua, bastante razonable, no ha servido de mucho.
Fracasó la Sociedad de las
Naciones creada después de la I Guerra Mundial ya que fue incapaz de evitar la cruenta II Guerra Mundial y al acabar ésta se crea la
Organización de las Naciones Unidas que despertó algunas esperanzas, pero que también
ha sido incapaz de establecer una paz mundial basada en la justicia.
El Papa Francisco ha ido a la ONU
a recordar a las naciones que es necesario que el Consejo de Seguridad, los
organismos financieros y los grupos o mecanismos creados para afrontar la
crisis económica, que progresen en la búsqueda de la equidad para limitar todo
tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo, buscando
un desarrollo sostenible y no la sumisión asfixiante de estos sistemas
crediticios que lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a
mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.
También ha recordado que si bien
la ONU quiere presentarse como el agente del
desarrollo y promoción de la soberanía del derecho, el panorama mundial
nos presenta muchos falsos derechos y ─a la vez─ grandes sectores indefensos,
víctimas de un mal ejercicio del poder que provoca la exclusión.
Sobre el medio ambiente, bandera
que agita constantemente la ONU, y de acuerdo con su encíclica Laudato Si, dijo que la defensa de la
vida debe preceder al discurso sobre el ecologismo. La defensa de la vida
implica necesariamente la defensa de la familia y del matrimonio natural.
También ha dicho el Papa que para
que los hombres y mujeres concretos puedan escapar de la pobreza extrema, hay
que permitirles ser dignos actores de su propio destino sin ninguna imposición,
respetando el derecho primario de cada familia a educar.
Frente a todas las medidas e
indicadores de la agenda de objetivos
para el Desarrollo de la ONU el más simple y adecuado, dice el Papa, será el
acceso afectivo, práctico e inmediato a todos los bienes materiales y espirituales
indispensables: vivienda propia, trabajo digno, alimentación adecuada y agua
potable; libertad religiosa y de educación.
Después de leer el discurso del
Papa que contiene muchas más cosas, pienso que los soberbios constructores de
la Torre de Babel, hoy también están presentes y dispuestos a establecer a su capricho un Nuevo
Orden Mundial, vestidos de mandil y adornados de escuadras y compases, en el
que la vida humana pueda ser reducida según los cálculos de los antinatalistas
y los cadáve
res de los niños en gestación ser
vendidos para experimentación clínica, a que desaparezca la familia natural y
se ofrezca a una parte de la humanidad consumo, sexo y bienestar a costa de los excluidos.
Francisco Rodríguez Barragán
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