martes, 6 de noviembre de 2012

SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA


Al final de la Jornada Mundial de la Juventud del pasado año en Madrid, Benedicto XVI anunció que San Juan de Ávila sería declarado Doctor de la Iglesia, lo que ocurrirá el 7 de octubre de este año, de acuerdo con la petición que hizo la Conferencia Episcopal en su mensaje de noviembre de 1999 con motivo del V centenario del nacimiento del Santo.

La Iglesia reconoce como Doctores a las personas que han acreditado santidad de vida y elaborado una doctrina eminente, acorde en todo con la fe de la que ella es depositaria y útil para la Iglesia Universal en todo tiempo y lugar.

La santidad de nuestro santo fue reconocida por los cristianos tanto en vida como después de muerto, aunque tardara más de tres siglos en ser beatificado por el Papa León XIII en 1894 y canonizado en 1970, cuatro siglos después de su muerte por Pablo VI, pero antes de su canonización, en 1946, fue nombrado por Pio XII patrono del clero español.

Vivió en un complicado siglo XVI en el que resultaba imprescindible la reforma de la Iglesia, reforma que impulsó Lutero con rebeldía, mientras que Juan de Ávila, junto con otros santos providenciales como, por ejemplo, Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús, se aplicaban a la reforma de sí mismos en un seguimiento radical de Cristo y su Evangelio y a crear los medios para impulsar la evangelización.

Muchas de las ideas de San Juan de Ávila sobre la formación de los sacerdotes y la creación de seminarios, fueron recogidas por el Concilio de Trento, al que dirigió memoriales que fueron muy bien acogidos por los Padres Conciliares.

San Juan de Ávila con una sólida formación intelectual fue ordenado sacerdote a los 26 años y a punto de embarcar para América, para evangelizar el nuevo mundo recién descubierto, fue convencido por el Arzobispo de Sevilla para que se dedicara trabajar en España.

Andalucía recibió la mayor parte de su benéfico influjo, de su predicación eficaz, porque antes de hablar a los demás de Cristo había pasado muchas horas de oración hablando con el Señor. Nuestro San Juan de Dios decidió dedicar su vida a los más pobres y abandonados después de oír un sermón de Juan de Ávila.

Conoció a San Ignacio de Loyola que le invitó a entrar en la Compañía de Jesús, pero él prefirió ser siempre sacerdote diocesano. El sacerdocio para él era una gracia, el más alto beneficio que podía recibir de Dios y así lo dice a los sacerdotes a quienes se dirige y les hace una comparación atrevida con la Santísima Virgen, pues si ella trajo a Dios en su vientre, los sacerdotes también lo traen cada día con las palabras de la consagración.

Sus sermones, sus pláticas, sus escritos, llenos de unción evangélica, han influido de forma poderosa en la espiritualidad de los cristianos que se han acercado a leerlo y meditarlo.  Sus palabras tienen la garantía de su vida de oración constante ante Jesús sacramentado.

Los adoradores pueden aprender, con la lectura de sus obras, a abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo y dejarse moldear por Dios, que es en lo que consiste la verdadera espiritualidad.

Francisco Rodríguez Barragán

Adorador del turno 14, San Juan de Ávila

 

Publicado en el Boletín de la Adoración Nocturna de Granada del 4º trimestre de 2012.

 

 

 

 

 

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