En la actualidad las fiestas de
carnaval resultan totalmente desligadas del tiempo de cuaresma. Antes de
comenzar el tiempo durante el cual la Iglesia predica la conversión y la
penitencia, como preparación para celebrar la muerte y resurrección de Cristo,
se dedicaban unos días al jolgorio carnavalesco. Pero para muchos que se
confiesan católicos, la cuaresma pasa más desapercibida que el carnaval.
Como todos los años, el Papa ha
enviado su mensaje cuaresmal para el 2012, en el que nos comunica a los
católicos sus propias reflexiones sobre un versículo de la Carta a los hebreos
que dice: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las
buenas obras”.
Fijarnos los unos en los otros es algo que hacemos constantemente
pero pocas veces para estímulo de la caridad, quizás más bien para criticar o
envidiar. El Papa nos dice que es necesario que vivamos la atención al otro, la
reciprocidad y la santidad personal.
La atención al otro debe
significar para el cristiano que no me es indiferente la suerte de los demás,
pues estoy obligado a amar a mis prójimos, a preocuparme de su bien, de todo su
bien. A menudo prevalece en nosotros la indiferencia o el desinterés que nace
del egoísmo. Pero no podemos ignorar que tenemos una responsabilidad respecto a
los otros y esta responsabilidad significa querer el bien del otro, de los
otros, deseando que ellos también se abran a la lógica del bien.
Imaginemos como cambiaría
nuestro mundo si esta solicitud fuera recíproca, si nacieran en nuestro corazón
la fraternidad, la solidaridad, la justicia, la misericordia y la compasión.
Buen momento es esta cuaresma para intentarlo seriamente.
Preocuparse por el hermano
comprende también, dice el Papa, la solicitud por su bien espiritual. La
corrección fraterna para ayudar y ser ayudados en el camino que nos lleva a
nuestro fin último, parece haberse olvidado por completo. Estamos tan marcados
por el relativismo y sus falsos valores, que nos atrevemos a señalar el camino
equivocado que muchos llevan. Cuesta trabajo a los padres reprender a sus hijos,
recordar a los demás sus deberes o advertirles del peligro de los placeres
irresponsables. También reaccionamos mal si alguien nos corrige o nos señala
los defectos.
Parecemos convencidos de que lo
verdadero y lo falso, la bueno y lo malo, dependen de nosotros mismos, que la
verdad es lo que cada cual decide según sus gustos o preferencias, o lo que
piense la mayoría, pero si la verdad es lo que opine cada cual, no existe la
verdad y si el bien solo lo estimo en la medida que me beneficia, el bien deja
de existir. Pero la verdad y el bien existen con independencia de toda la
propaganda relativista que nos corroe.
Para ayudarnos unos a otros a
descubrir la verdad y el bien, la corrección fraterna es un buen instrumento,
siempre que lo manejemos con amor. La Cuaresma nos llama a la conversión, a la
oración, a la limosna, pero sobre todo a la caridad, que es buscar todo el bien
de los demás que va más allá de esta vida, a la santidad.
Francisco Rodríguez Barragán
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