Un tinglado astutamente manejado por expertos
Creo que todos podíamos esperar
de la ONU que fuera un instrumento eficaz para el mantenimiento de la paz y la
armonía entre las naciones y la defensa de los derechos humanos que ella misma
promulgó el 10 de diciembre de 1948. Es cierto que, después de 1945, no se ha
vuelto a producir ninguna guerra mundial, pero no es menos cierto que de forma
constante, muchos países han sufrido o sufren enfrentamientos, invasiones,
genocidios, desplazamientos y amenazas, que no acreditan precisamente la
eficacia del que se proclama como el más alto organismo internacional.
Recordemos las guerras del
sureste asiático, las de África, las de Oriente Medio, las que ocasionó la
descolonización, los enfrentamientos constantes de la guerra fría o caliente
entre los dos bloques. La caída de los países comunistas ha generado nuevas
guerras en Afganistán, los Balcanes o Chechenia. El terrorismo de Al-qaeda, la
llamada, no sé por qué, primavera árabe, el desafío del Irán, etc. ¿Ante todas
estas cosas qué ha hecho o qué hace la ONU?
Con respecto a la defensa de
los derechos humanos, tampoco tiene mucho de qué presumir la ONU. En estos
momentos están siendo asesinados los cristianos de varios países musulmanes, o
los musulmanes chiíes a manos de los suníes o al revés, sin respetar los más
elementales derechos humanos, al igual que la sangrienta dictadura de Cuba o el
esperpento de Corea del Norte. Todo ello no parecen preocupar especialmente a
la ONU, empeñada en redefinir tales derechos a través de los “expertos”,
aupados por poderosos grupos de presión, que están manejando los diversos organismos
y conferencias, a través de las cuales están imponiendo el aborto, la
homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la omnímoda libertad
sexual como nuevos derechos, que todos los países tienen que legalizar.
Las ayudas a las naciones más
pobres, resultan condicionadas a planes para el control de su población, pues
están empeñados en salvar el planeta a base de reducir su número de habitantes.
Si la ideología comunista está
en retirada, la ideología de género, el neo-maltusianismo, el calentamiento
global y otras cosas por el estilo, gozan de vía libre para difundirse e
imponerse. La Comunidad europea también está siguiendo e implantando dócilmente
las propuestas “onusianas” y presionando a los países que la forman para
aceptarlas y convertirlas en leyes propias.
La organización Familia Católica y Derechos Humanos (C-FAM)
que defiende la vida y la dignidad humana en la ONU, viene informando en su
boletín semanal de noticias de la desigualdad en que debe enfrentarse a los
poderosos grupos de presión que imponen sus ideologías, invocando acuerdos de
conferencias y organismos que ellos controlan e interpretan, así como la falta
de transparencia del uso que hacen Organismos como UNICEF o UNFAP, de las
cuantiosas cantidades que reciben.
Muchas ONGS, presentes en los
organismos de la ONU, actúan para difundir la contracepción o el aborto, bajo
los conocidos eufemismos de planificación familiar o promoción de la salud
sexual y reproductiva. Médicos sin
Fronteras entiende que la práctica del aborto entra dentro de sus
“filantrópicos” fines, según se ha publicado recientemente. No he leído que la
UNICEF creada para los problemas de la infancia en el mundo se oponga al
aborto.
Amnistía Internacional, que
defiende la abolición de la pena de muerte, tampoco se opone al aborto que, sin
duda, es una pena de muerte precoz e
injusta.
Pienso que lejos de los
principios para los que se creó, la influencia de la ONU en nuestra vida es
creciente a través de la promoción de la ideología de género, los“nuevos
derechos”, la ecología radical o el calentamiento del planeta.
Este tinglado oscuramente
manejado ¿no habría que cambiarlo?
Francisco Rodríguez Barragán
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