¿Somos criaturas de Dios o el resultado del azar?
Si a los antiguos el universo
les pareció enorme, el que nos ahora descubrimos es infinitamente más grande,
hermoso y variado. No son diversas esferas que rodean nuestro mundo, como
pensaban ellos, sino un universo que se expande sin que podamos descubrir y ni
siquiera intuir si tiene algún límite.
Todas las civilizaciones
pasadas que contemplaron el cielo, reconocieron que necesariamente tenían que
existir dioses y fuerzas capaces de realizar tales maravillas, aunque no les
fuera dado conocerlos.
Pero si pasamos de la grandeza
del cosmos a los misterios del microcosmos, los antiguos no pasaron de designar
como elementos a la tierra, al aire, o al fuego. Llamaron átomos, sin ventanas,
a las partes más pequeña de la materia y la portentosa hazaña de romper el
átomo ya es cosa de nuestro tiempo.
También es cosa de nuestro tiempo
la comprobación de que el átomo roto se compone no solo de protones y
electrones, sino que, a su vez, cada una de estas piezas se descompone en
otras, sin que al parecer se divise algún límite de lo infinitamente pequeño y
sus propiedades, como los neutrinos, capaces de atravesar nuestro planeta sin
obstáculo.
Los científicos pueden hacer
cálculos en años-luz o en nanosegundos, pero a los demás mortales nos cuesta
trabajo tener una idea intuitiva de lo que sea una milmillonésima de segundo o
la distancia de un año luz, aunque todo esto sea medible y calculable.
Hay quienes se atreven a
proponer que todo lo que existe se ha producido por puro azar, pero entre el
ciego azar y una creación diseñada por un ser inteligente y poderoso, me
reafirmo en mi fe en Dios que todo lo
dispuso con “medida, número y peso” (Sab. 11,20)
Pero hay algo más extraño y
maravilloso: la existencia del hombre, un ser único entre todos los animales
que pueblan el planeta, con capacidad para preguntarse por el universo y por su
misma vida, marcada por el ansia de saber de conocer la verdad, aunque a menudo
se extravíe y encuentre sufrimiento, muerte y dolor.
Si, como yo creo, somos hechura
del mismo Dios que ha hecho el universo, nuestra vida tiene sentido, pero si no
somos más que el resultado del azar, somos unos desgraciados, pues negamos que
exista Dios para querer serlo nosotros mismos.
Creo también que Dios ha creado
el universo y al hombre por amor. Como dijo San Agustín: nos hiciste Señor para
ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti.
Francisco Rodríguez Barragán
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