lunes, 2 de enero de 2012

REVISAR NUESTRA FE


 


COMPROMISO CRISTIANO EN EL MUNDO


 Dice el Papa que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, pero consideran la fe como algo obvio que se da por presupuesto, mientras que este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado.[1]



Me han impactado con fuerza estas palabras ya que muchas veces hemos pensado en modos y técnicas para potenciar la presencia cristiana en la sociedad, cuando lo verdaderamente importante es robustecer nuestra fe, creer con la Iglesia, creer lo que cree la Iglesia, sentirnos formando parte del mismo Cristo y sacar de ahí la fuerza necesaria para nuestro testimonio cristiano.

Preocupados por la eficacia de nuestros compromisos quizás hemos olvidado que la acción de los cristianos en el mundo es sobre todo la continuación de la obra del mismo Cristo: evangelizar, llevar la buena noticia de la salvación a todos los hombres, a todos los pueblos. Es el amor de Cristo el que debe llenar nuestros corazones e impulsarnos a evangelizar. Pero ello solo nace de la fe que crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo.[2]

Todos los que nos consideramos católicos tenemos que preguntarnos si la fe que recibimos en el bautismo significa algo para nosotros, si el credo que recitamos en la misa de los domingos forma parte de nuestra vida. La fe que recibimos como don se hace vida cuando llegamos a creer con el corazón, cuando nos abrimos a su profundo significado de amor: Dios nos ama hasta el extremo de darnos a su propio Hijo para que podamos salvarnos.

La pequeña Iglesia inicial que fundó Cristo, comprendió la necesidad de fijar para siempre el conjunto de las verdades a creer y compuso lo que llamamos símbolo de los apóstoles, para que fuera pasando de generación en generación en toda su integridad y así ha llegado hasta nosotros.

La Iglesia, depositaria de esta fe, nos invita al compromiso de redescubrir su contenido, celebrarla, vivirla, rezarla y reflexionar sobre el acto mismo con el que se cree.[3]

Nuestros compromisos culturales, políticos o sociales, tienen que nacer de una fe viva, capaz de ofrecer una esperanza cierta y un amor transformador de las realidades que vivimos. La preparación para nuestra acción en el mundo es, sin duda necesaria, pero el impulso para esa acción habrá de nacer de la fe, como respuesta de amor al amor que Dios nos tiene.

Los cristianos reclamamos una presencia pública en la sociedad, pero tal presencia o es evangelizadora o no pasará de opción puramente humana.

Pienso que, en este tiempo de preparación para el Año de la fe, todos podemos empezar la tarea de revisar nuestra propia fe, si creemos lo que cree la Iglesia, si nos sentimos parte de esa Iglesia, si hemos entendido que ser cristianos es ser evangelizador en nuestro ambiente a través de la coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos.

Francisco Rodríguez Barragán














[1] Número 2 de la Carta Apostólica Porta Fidei de Benedicto XVI, convocando el Año de la Fe
[2] Número 7 ibídem
[3] Número 9 ibídem

CARA A CARA ELECTORAL. UN DEBATE INCOMPLETO


 


El esperado debate entre los dos candidatos  con posibilidades de formar gobierno no deparó ninguna sorpresa. El socialista actuó como si ya estuviera en la oposición, tratando de examinar el programa del contrario y el popular repitió varias veces algo tan obvio como que nuestro problema son cinco millones de parados.

Para tratar de superar la crisis, Rubalcaba habló de gravar con nuevos impuestos a las grandes fortunas y a la banca, para hacer frente a los gastos sociales y de pedir una moratoria de dos años a Europa, no sabemos muy bien para qué, ya que el gobierno actual no ha planteado tal cosa en las reuniones que ha mantenido con los líderes europeos.

Rajoy por su parte señaló que, para resolver el problema del paro, era necesario un plan de austeridad en el que ninguna administración pueda gastar más de lo que ingrese, evitar que la deuda pública siga en aumento y reste los recursos necesarios para que fluya el crédito que necesitan las empresas y autónomos y conseguir un mercado de trabajo más flexible. Son medidas de puro sentido común que son sin duda necesarias, pero no suficientes.

Ambos candidatos se referían a la crisis como una desgracia cuyas causas no quisieron analizar. Echar la culpa a los mercados, a la política americana, a la globalización o a leyes del gobierno anterior, después de casi ocho años de gobierno socialista, era salirse por la tangente.

Sin negar la influencia que todo ello haya podido tener en nuestra situación, hay que acercarse a nuestra realidad social, financiera y política aquejada de una rampante corrupción movida por la codicia de financieros y especuladores, el soborno, el cohecho, el “pelotazo” o la prevaricación, con unos escandalosos márgenes de impunidad y un poder judicial fuertemente mediatizado por el gobierno en sus escalones superiores.

El pueblo llano ha sido sometido a la constante incitación al consumo compulsivo de toda clase de bienes a crédito: viviendas, apartamentos en la costa, viajes, automóviles, etc. La palabra austeridad fue proscrita en todos los niveles: personal, familiar, municipal, autonómico, nacional. Comprar, consumir y disfrutar ha sido la consigna. Desde el Banco de España se dijo en alguna ocasión que el endeudamiento de las familias era excesivo, pero nadie tomó ninguna medida; las alertas sobre el funcionamiento de las Entidades de ahorro regidas por sindicatos y políticos incompetentes, apenas si se oyeron; sus inmensos agujeros negros tratan de arreglarse tarde y mal, pero sin castigar a los culpables del desaguisado.

Los dos candidatos hablan del gasto social: educación, sanidad, pensiones, etc. Rubalcaba trata de asustar a los electores diciéndoles que si llega Rajoy al poder habrá recortes, mientras que éste lo niega rotundamente. Pero ninguno entra a profundizar sobre la crisis que aqueja al estado de bienestar basado en el sistema de reparto, que será insostenible si continúan las actuales tendencias demográficas. España envejece a un ritmo acelerado. Cada vez hay más viejos y menos jóvenes. Según los demógrafos sería necesaria una natalidad de 2,1 hijos por mujer para garantizar la reposición de la población, en la actualidad no llega más que al 1,38.

El candidato socialista se vanaglorió de las leyes que había promulgado su gobierno como la del matrimonio homosexual o el aborto y pidió al popular que retirara los recursos de inconstitucionalidad presentados, sin que este lo aceptara. Tampoco en esto se profundizó lo más mínimo, siendo así que junto a otras como la del divorcio exprés, dispensación libre de la píldora del día después, supresión del libro de familia, sustitución de los términos padre y madre por el de progenitor o imposición sectaria de la asignatura de educación para la ciudadanía, han atacado con saña el matrimonio y la familia, causando la vertiginosa caída de la natalidad a que antes hice mención.

No pierdo la esperanza de que el cambio de gobierno enderece algo nuestra situación, pero si no se profundiza en las causas que la han originado, poco se habrá ganado.

Francisco Rodríguez Barragán











MUTILACION GENITAL Y ABORTO


El rechazo justificado a la mutilación genital


La aceptación legal del aborto




He leído en Libertad Digital que está pendiente de sentencia en la Audiencia Provincial de Teruel el caso de una niña que, con menos de un año, fue sometida a la ablación del clítoris, practicada o consentida por sus padres, hecho que fue puesto en conocimiento de la Fiscalía por los médicos del Hospital de Alcañiz que detectaron la mutilación genital de la pequeña en la revisión de los doce meses y que esta mutilación se había producido en España, ya que en la revisión de los seis meses no detectaron ningún problema, ni la niña había salido de España en ese tiempo, aunque los padres alegan que la ablación se practicó en Gambia por sus abuelos maternos siguiendo su tradición cultural. La Fiscalía pide para los padres la pena de seis años de prisión.

Es la primera vez en que se dictará sentencia por un caso de mutilación genital ocurrido en España, ya que en otros casos no ha llegado a determinarse si la ablación se produjo o no en España.

El respeto a la cultura y religión de los inmigrantes que vengan a residir a España no puede significar nunca la aceptación de costumbres y prácticas que aquí estén tipificadas como delito. De alguna manera el permiso de residencia debería estar vinculado a la aceptación de nuestras leyes que no permiten la mutilación genital de las niñas.

Una vez dicho esto, no tengo más remedio que reflexionar acerca de la incongruencia que representa reconocer el aborto como un derecho que, en definitiva, pone fin a la vida de un bebé por decisión de la embarazada, a la que no puede llamársele madre.

Si la mutilación genital debe estar considerada, y con razón, como delito, no se me alcanza que algo de más importancia, como es eliminar la vida de un bebé en gestación, sea admitido sin reproche alguno en base a una ley, todo lo formal y “kelseniana” que se quiera, radicalmente injusta, por lo que debía ser derogada.

Mientras andamos ufanos tratando de salvar la biodiversidad, el medio ambiente o los derechos de los animales, la especie humana, en los primeros estadios de su desarrollo no merece ningún respeto y en los últimos tampoco.

Francisco Rodríguez Barragán









CAMBIA EL GOBIERNO


Recuperar la economía y los valores perdidos.



El reproche social por casi ocho años de mal gobierno, derroche y corrupción, se ha materializado en desalojarlos del gobierno de España; con ello seguramente quedarán canceladas todas sus responsabilidades. Seguirán gozando de situación y pensiones privilegiadas. Es posible que alguno acabe empapelado por la justicia, pero a la mayoría no le pasará nada.

Desde los grandes derroches del V centenario, Expos y Olimpiadas, los políticos aprendieron que cuanto más grande fuera la inversión más grande sería “su beneficio personal”. Recordemos el “pellón” (mil millones de pesetas) en las confusas cuentas, nunca aclaradas, de la Expo sevillana o el “tres por ciento” que mencionó Maragall en el parlamento catalán.

He oído más de una vez decir: “Dios nos ponga donde haya” Creo que, en el fondo, un importante porcentaje de españoles envidia al que aprovecha las circunstancias para enriquecerse. Hay como una especie de aceptación social de la corrupción. Ladrón es el que me roba el coche o la cartera y que denunciamos en comisaría. El que consigue un chollo, un pelotazo, una comisión dentro de un maletín, una subvención para una empresa inexistente, etc. no es un ladrón, ¡por favor! En un tío listo que sabe aprovechar las oportunidades y cuya amistad es bueno cultivar.

Pero si estos delitos de corrupción pueden seguir aireándose en los medios de comunicación y convertirse en lentos procesos judiciales de incierto final, hay otros crímenes que nunca serán perseguidos ni juzgados, las víctimas no llegaron a quejarse porque no se las dejó vivir, los asesinos consiguieron la protección de las leyes y hasta convencieron a las embarazadas de que tenían derecho a decidir sobre la vida y la muerte de sus hijos.

El régimen nazi elaboró y promulgó leyes para erradicar a los judíos: perseguirlos, matarlos, torturarlos, gasearlos, no era delito sino una acción imprescindible para asegurar el bienestar de la raza aria.

Las leyes abortistas promulgadas en España y presentadas como progresistas y necesarias para asegurar la felicidad y la libertad de la gente. Si el niño que empieza a vivir en el vientre de una mujer no es deseado, va a causarle problemas, a condicionar su actividad, sus estudios, su libertad, pues se le elimina. Pueden hasta decirse: un niño no deseado sería un desgraciado, ¡mejor que muera!, y han muerto en España más de un millón.

El cambio de gobierno trae la esperanza de que pueda enderezarse la economía, aunque nadie piense que van a volver los años en los que creíamos ser ricos porque nuestras viviendas se revalorizaban sin esfuerzo, nos daban créditos por más dinero del que necesitábamos, consumíamos, disfrutábamos, gastábamos…

Quisiera creer que el nuevo gobierno está interesado en recuperar los valores perdidos y va a derogar las leyes disolventes, en mala hora dictadas. Pero no basta la acción del gobierno, es necesario el esfuerzo de todos los ciudadanos conscientes y comprometidos.

Francisco Rodríguez Barragán















EUROPA, EUROPA. NO ESTÁ GARANTIZADO NUESTRO FUTURO


 

Desde que empezó la crisis estamos siendo bombardeados por el mensaje catastrofista: Europa y el euro están en peligro. Los representantes de las naciones, que forman la comunidad europea, se reúnen sin tregua buscando soluciones, que cada cual presenta desde su interesado punto de vista. Al parecer se ha llegado a algún tipo de acuerdo, que solo han suscrito veintitrés países de los veintisiete, aunque lo que parece vislumbrarse es que las naciones que han derrochado, endeudándose por encima de sus posibilidades, tendrán que someter a sus ciudadanos a fuertes sacrificios para que los prestamistas puedan cobrar y dormir tranquilos.



Tengo el presentimiento de que son las altas finanzas las que están marcando el camino y que los remedios  que se proponen agraven nuestra enfermedad, la enfermedad de formar parte de la sufrida clase media, pues los ricos pondrán a buen recaudo sus capitales, mientras todos los demás nos empobreceremos.

Basta poco tiempo para caer, pero se necesitara más de una generación para recuperarse, siempre y cuando haya nuevas generaciones, pues el invierno demográfico de Europa tiene como perspectivas: el envejecimiento de las poblaciones y la llegada masiva de inmigrantes. Una Europa sin europeos ¿seguirá siendo Europa?

 Europa tiene una tasa de natalidad de 1,5 hijos por mujer y se necesita el 2,1 para reponer la población (España está aún peor). Es difícil evitar el envejecimiento de los europeos, si uno de cada cuatro embarazos termina en aborto. Se ha impulsado la promiscuidad, la contracepción y el aborto y se ha destruido la familia. Menos matrimonios y cada vez más frágiles. Parece que los europeos hemos dejado de procrear y delegado esta tarea en los inmigrantes.

Sobre estos problemas, que subyacen en nuestra crisis, no parece que se haya hablado en las reuniones europeas de estos días. Para nuestros políticos, lo único  importante  es  la economía y cómo  salir del atolladero     de la  deuda   generada por los gobiernos despilfarradores y las entidades financieras que han prestado sin garantía, movidos por la codicia.

Todo parecen artificios económicos para crear dinero de la nada y “calmar a los mercados”. El mercado puede ser un buen instrumento de asignación eficiente de los recursos, pero no parece haber funcionado. Quienes tenían que vigilar las entidades financieras no lo han hecho y nadie exige responsabilidades por ello.

Me parece seguro que los ciudadanos corrientes vamos a vivir peor que en el pasado, nuestros hijos y quizás también nuestros nietos. Pero lo más grave es que nuestros políticos quieren actuar sobre la crisis sin tener en cuenta que la situación se ha generado por el hundimiento de los valores necesarios para que funcione la sociedad.

Francisco Rodríguez Barragán






VIVIR HOY. LA ESPERANZA NECESARIA



Nuestra vida es como una espera interminable de cosas diferentes, según la edad y la situación. Pero se realicen o no las cosas que esperamos,  todo pasa y va cayendo en el olvido.

Hoy esperamos muchas cosas: que la situación económica se enderece, que se resuelva nuestra solicitud de trabajo o de jubilación, que el fallo de nuestro pleito sea favorable, que nos toque la lotería, que se nos cure el resfriado o que podamos llegar a fin de mes. También hay cosas que tememos ocurran y quizás no lleguen a ocurrir o ocurran de manera diferente, pero nos hacen sufrir y nos quitan el sueño. A lo mejor, ni ocurren, pero ya las hemos sufrido.

Estamos inquietos por el mañana mientras se nos escapa el hoy y el pasado solo existe en el recuerdo. Es hoy cuando tenemos que vivir y vivir en plenitud. Nuestra vida está hecha de los lazos que vamos trenzando con los demás y depende de nosotros que estos lazos sean ataduras insoportables o relaciones de amistad, de confianza, de solidaridad, de amor.

Una vida plena, una vida lograda, es aquella en la que hayamos conseguido crecer como personas y relacionarnos con los demás sin servidumbres. Para esto es necesario tener claro por qué y para qué vivimos. La persona es el único ser de la creación que puede preguntarse por sí mismo y que encuentra dentro el arma poderosa de su razón que quiere saber, que quiere conocer, que busca lo bueno, lo bello y lo verdadero.

Si nos desviamos, o nos desvían, de nuestro destino como personas, buscaremos llenar nuestro vacío de cosas materiales que nunca podrán colmarnos, pues conseguido un goce, necesitaremos sustituirlo por otro, en una carrera sin fin y si nuestro deseo de cosas se ve frustrado nos sentiremos desgraciados.

Estamos a tiempo de convertirnos en personas que buscan lo bueno por ser bueno, lo bello por ser bello, la verdad por ser verdad. Podremos comprobar que la Bondad misma, sale a nuestro encuentro y que esta Bondad Infinita contiene en sí toda la belleza y toda la verdad que necesitamos.

Esperamos siempre cosas, pero lo que necesitamos es la esperanza de llegar a la plenitud. Aunque mucha gente lo dude o lo  niegue, estamos hechos para Dios y nuestro corazón solo puede ser colmado por Él.

Francisco Rodríguez Barragán









LOS PROBLEMAS DE ESPAÑA


Una sociedad resignada y pasiva



Leo con frecuencia las encuestas del CIS y en el barómetro de octubre pasado, al preguntar a los encuestados  cuáles con los tres principales problemas  que existen actualmente en España, aparecen el paro (81%) la economía (51,3%)  y la clase política y los partidos (23,6%) Los restantes problemas que aparecen en el listado, hasta 32, ninguno llegan al 10%. La inmigración alcanza el 8,3%, la sanidad el 7,8%, la corrupción y el fraude el 5,5%, muchos aparecen por debajo del 1% y algunos a cero.

 El escaso porcentaje de tantos problemas ¿significa acaso que ya están resueltos para la mayoría? En modo alguno. Tomemos, por ejemplo, el problema de la droga que aparece con 0,6%. En los años 80 la sociedad en su conjunto percibió la gravedad del problema y se movilizó para resolverlo. En la actualidad España es uno de los mayores consumidores de droga de todo tipo y de alcohol. El número de personas afectadas por adicciones va en aumento, pero no hay alarma social, sino que parece que la sociedad en su conjunto ha aceptado como “normal” que las personas se droguen y se destruyan ellos y su familia. Es un caso claro de problema irresuelto e incluso agravado pero que, según los barómetros del CIS, no importan a casi nadie.

Que “los problema relacionados con la mujer” figure a cero, no resulta comprensible después de escuchar constantemente los casos de violencia de “genero”, mejor violencia doméstica. El aborto, problema específico de la mujer, no aparece como tal, aunque según los datos oficiales en el año 2010 se practicaron más de 115.000, con sus secuelas de muerte y dolor. La sociedad parece haberlo aceptado como algo “normal”, incluso como  el ejercicio de  ¡un derecho!

La crisis de valores alcanza un modesto 2,1% en el barómetro, cuando en mi opinión es un problema gravísimo de consecuencias incalculables, pero la sociedad apenas si se alarma, si acaso comenta que los tiempos han cambiado, sin cuestionarse la dirección de este cambio, sin duda a peor.

Los problemas relacionados con la juventud solo representan el 1,5% en la encuesta. La alarmante cifra de paro juvenil, la falta de perspectivas de trabajo para los jóvenes, el  botellón generalizado en unos fines de semana cada vez más largos, también se acepta complaciente o resignadamente por la sociedad, que no se alarma por ello.

En otra de las preguntas de la encuesta se refiere a la importancia que dan los encuestados a diversos aspectos de su vida y se destaca en primer lugar la familia, valorada como muy importante por el 89,2%. Es curioso algo tan importante como la familia resulte la institución cada vez más frágil y más desamparada. En esto también la sociedad en su conjunto está aceptando inestables uniones de hecho y de derecho, separaciones sucesivas, divorcio exprés o relaciones sexuales sin proyecto de vida en común.

La natalidad está en caída libre, sin alcanzar, ni de lejos, la tasa de reposición, por lo que estamos abocados a convertirnos en una sociedad envejecida, con cada vez menos jóvenes. El sistema de prestaciones sociales terminará por ser inviable. Pero este problema pavoroso no parece tener interés en las encuestas del CIS ni para los españoles.

Aunque los problemas económicos y el paro se perciban como los más urgentes, me parece más grave una sociedad que acepta pasivamente todos los demás.

Francisco Rodríguez Barragán





NAVIDAD Y NUEVO GOBIERNO


 


¿Podemos hacer algo por los gobernantes?




Al terminar el Adviento, tiempo de espera, ha llegado casi al mismo tiempo un nuevo gobierno para España y la Navidad. Parecen cosas diferentes pero hay algunos lazos entre las dos. Del nuevo gobierno esperamos que nos salve de la crisis, del nacimiento de Jesús esperamos una salvación  más definitiva. Del gobierno esperamos que nos trate como ciudadanos libres.  Jesús nos revela que Dios es el Padre de todos y que debemos tratarnos como hermanos.

Si nos decidimos a ser hermanos unos de otros, el mundo cambiaría más profundamente que con las reformas políticas. Si expulsamos a Dios de nuestras vidas, de nuestro mundo, de nuestras relaciones estamos perdidos. Sin Dios el mal triunfa con su egoísmo y crueldad. El Niño de Belén no es un rival del hombre, al contrario, viene a ofrecernos la libertad de ser hijos de Dios.

Creo que los nuevos gobernantes juraron con la mano puesta sobre la Biblia. Esto puede ser un gesto vacío o un compromiso serio. La Biblia, sobre la mesa de la jura, anuncia desde sus primeras páginas la llegada del Salvador, el Mesías, el Señor, cuyo trono será cruz también presente en la misma mesa.

Para cada uno de ellos se presentan dos alternativas fundamentales: gobernar para todos, especialmente para los más pobres, o gobernar para los poderosos. Hacer de su función de gobernantes un servicio para todos o utilizar el poder para disfrutarlo en su propio beneficio y el de los suyos.

Todos deseamos que tengan éxito en su gestión,  pues de ella depende el bienestar de la población, la tranquilidad y el orden, sin olvidar, que la paz es obra de la justicia, por lo que el mayor desorden es la injusticia.

Desde el principio de la Iglesia, tanto Pedro como Pablo, recomendaron a los cristianos la sumisión y el respeto a los gobernantes y a rezar por los reyes y los constituidos en autoridad para que podamos vivir una vida tranquila y apacible.

Los cristianos tenemos la poderosa arma de la oración para encomendar a Dios a amigos y enemigos y también a los gobernantes, sean del color que sean. Por mi parte pido que nos los deje caer en la tentación del egoísmo ni la corrupción y que se pregunten antes de tomar sus decisiones si ellas están movidas por la verdad, la justicia y el amor al prójimo.

Aparte de votos cada cuatro años, nuestra capacidad de influir en el gobierno es nula, pero nuestra capacidad de rezar porque las cosas salgan bien está intacta. Invito a todos los que crean en la oración que se pongan a la obra.

Francisco Rodríguez Barragán






UN AÑO TERMINA Y OTRO EMPIEZA

¿Qué significa en nuestras vidas?
Cuando pasamos de un año a otro, parece tiempo adecuado para hacer balance de nuestra vida y preguntarnos qué ha significado un año más para cada uno de nosotros.

Si los negocios y las empresas buscan el resultado anual en forma de ganancias o pérdidas, las personas tendríamos que examinar si hemos ganado en experiencia, en responsabilidad, en solidaridad, en comprensión, en lo que los griegos llamaban areté y que traducimos por virtud; o si por el contrario hemos perdido confianza, tanto en nosotros como en el prójimo,  si estamos cada vez más desorientados, más temerosos de nuestro futuro, más tristes, más descorazonados.

También podemos negarnos a revisar nuestra vida, a pensar, mientras nos aturdimos y distraemos frente el televisor y entramos en un año “nuevo” que no tendrá ninguna novedad, pues vamos a seguir lo mismo que siempre.

Los negocios pueden hacer balance del año porque van anotando día a día su movimiento económico, pero las personas, si miramos el año que pasó, no podemos recordarlo día por día. Podremos recordar acontecimientos familiares: bodas, divorcios, nacimientos y fallecimientos; acontecimientos laborales: conseguí un trabajo, gane una oposición o pasé a ser desempleado, jubilado, inválido. Podemos recordar alegrías y sufrimientos en confuso revoltijo, sin poder señalar si fueron más los días tristes que los alegres. Hagamos la prueba: revisemos el año que termina.

Para el año que empieza, preñado de temores y esperanzas, ¿tenemos algún proyecto de vida? ¿Tememos que las cosas vayan a peor? ¿Esperamos que los gobernantes nos lo den todo arreglado? 

Proyectar nuestra vida a largo plazo exige el esfuerzo de cada día, pero un esfuerzo sostenido y revisable ¡cada noche! Nuestra cuenta de resultados no puede esperar a fin de año, pues ni siquiera tenemos asegurado tal plazo, debemos hacerla cada día.

Por la mañana al despertar hay que ver lo que tenemos que hacer y cómo lo vamos a hacer. No pueden existir días vacíos, sin tarea, sin actividad y lo que hayamos de hacer hay que hacerlo bien, con exactitud, con eficacia. Nuestro trabajo diario, retribuido o voluntario, ha de ser un servicio a la sociedad a la que devolvemos parte de lo que de ella recibimos. (Si estás en periodo de formación, aprovecha el tiempo, tus estudios los están pagando los demás.)

A lo largo del día vamos a relacionarnos con otras personas. Estas relaciones tienen que ser siempre las adecuadas y correctas, con independencia de que nos resulten más o menos simpáticas o agradables. Amar al prójimo es servirlo. Nunca podemos ser enemigos de nadie y si alguien tiene alguna queja contra nosotros, habrá que hacer lo necesario para solventar el problema. Aunque haya quien nos odie, no tenemos que sentirnos odiados ni sufrir por ello.

Revisemos cada noche nuestro día, sin hacernos trampas ni tratar de justificar nuestras perezas, nuestros egoísmos, lo que no hayamos hecho bien y cuando llegue un nuevo día, retomemos el compromiso y el empuje de ser mejores y dueños de nosotros mismos. El mundo será mejor si mejoramos cada uno de nosotros, si eliminamos el egoísmo y buscamos siempre el bien común.


Francisco Rodríguez Barragán