jueves, 27 de noviembre de 2014

¿Qué tal la familia?


La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 determinó que la familia es el elemento fundamental de la sociedad, la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea en el años 2000 estableció que se garantizaba la protección de la familia en los planos jurídico, económico y social y el artículo 39 de la Constitución Española de 1978 dice que los podres públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.

Después de tan altisonantes declaraciones ¿cómo está la familia aquí y ahora? El Instituto de Política familiar ha publicado su Informe sobre la evolución de la Familia en España 2014.

Si la familia se compone de un matrimonio, padre y madre, y sus hijos este Informe pone de manifiesto que en España cada vez se producen menos matrimonios, lo que ha supuesto el desplome de la tasa de nupcialidad. Si en el año 2000 era 5,37 matrimonios por cada 1000 personas se ha reducido a 3,56 en el 2012 y ello gracias a los matrimonios con extranjeros que representan el 18% de los contraídos. Por Comunidades autónomas la que tiene una tasa de nupcialidad menor es Canarias con 2,82 por cada 1000 personas y la más alta Cantabria con 3,96.

Es interesante el dato de que los españoles cada vez se casan más tarde a los 37,4 años de media y que de cada cinco matrimonios tres lo hacen por lo civil.

Hay muchas parejas que no se casan ni por lo civil ni por la iglesia, son las parejas de hecho, que ya alcanzan más de millón y medio de hogares, de las que el 22,7% tienen hijos.

Las rupturas familiares en 2012 fueron 110.000. Dice el informe que se rompen 303 matrimonios cada día. Las rupturas acumuladas superan las 2,7 millones desde 1981, las cuales afectan a más de dos millones de hijos. Desconozco si las rupturas de parejas de hecho están contabilizadas en esa cifra, ya que se habla de divorcios, lo que implica que existía una unión legal previa. Las población de divorciados y separados supera el 6% de la población mayor de 16 años.

Los datos de natalidad demuestran que existe un gran déficit de niños, de hijos, pues nacen 116.000 niños menos que en 1980 a pesar del incremento de población y la inyección de la natalidad de madres extranjeras. Si en 1980 nacieron 571.018 niños, en 2012 solo nacieron 454.648, que habría que reducir a 367.703 sin la natalidad de las madres extranjeras.

El índice de fecundidad, número de hijos por mujer, es de 1,32, muy alejado del nivel de reemplazo generacional que habría de ser de 2,1 Solamente Portugal y Polonia están por debajo de España. La pirámide de población está cada vez más invertida, es decir, más viejos y menos jóvenes, lo que hace insostenible el estado del bienestar del que tanto se habla.

Otros datos inquietantes son: Cada vez se tiene los hijos más tarde 31,56 años de media y que dos de cada cinco hijos son extramatrimoniales. Más grave aún es la evolución de los abortos: 112.000 en el año 2012, lo que lo convierte en una de las principales causas de mortalidad así como del bajo índice de natalidad.

Los problemas económicos que padecemos seguramente se arreglarán pero la familia, base de la sociedad, nadie parece estar interesado en promocionarla, ni ayudarla, ni conciliar la vida laboral y familiar, ni proteger la maternidad, ni la vida del no-nacido,  nada de nada, a pesar de todas la promesas electorales.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

Demagogia o Moralidad



Necesitamos tener algunas certezas fundamentales que nos sirvan de guía en nuestro vivir, pero da la impresión de que todo se ha desdibujado. Ya no sabemos lo que es bueno ni lo que es malo, ni lo que es un hombre y una mujer, ni lo que es un matrimonio, ni lo que es una familia...

Tampoco sabemos si el marco legal en que se desenvuelve la sociedad resulta ya tan fijo como pensábamos. La Constitución de la que estábamos bastante satisfechos las personas de mi generación, está en crisis. Unos quieren reformarla aunque no saben bien cómo ni para qué. Los últimos en llegar a la escena dicen que es un candado que hay que romper, aunque tampoco tengo muy claro si lo que desean es imponer algún sistema asambleario, la anarquía o algo peor.

Nunca había pensado en la Constitución como un candado aunque, sin duda, pretendía echar definitivamente el cierre a los enfrentamientos entre españoles: una constitución hecha entre todos, sin vencedores ni vencidos.

Los derechos y libertades que garantizan la convivencia han sido utilizados para hacerla imposible, con constantes intentos de reescribir la historia en lugar de aprender de ella. Toda la estrategia de la memoria histórica es mantener vivo el enfrentamiento de hace más de ochenta años. La rotura del candado constitucional servirá, sin duda, para dar salida de nuevo a todos nuestros demonios familiares.

En las aguas corrompidas podemos observar como bullen los microbios, las bacterias, los bichos infecciosos. En el inmenso y cenagoso charco de nuestra vida política no puede extrañarnos de que hayan aparecido y se multipliquen  las más variadas bacterias, capaces de contagiarnos cualquier clase de dolencias y enfermedades, inclusive algunas de las que pensábamos erradicadas en Europa desde que cayó el muro hace 25 años.

Los españoles estamos padeciendo males de muchas clases y nos estamos quedando sin defensas para resistirlos, esas certezas fundamentales sobre la verdad y la mentira, el bien y el mal, lo justo y lo injusto, más allá de las leyes y códigos penales que pueden alterarse por voluntad de efímeras mayorías, más allá de ingenierías sociales, de “nuevos derechos” disolventes o de nuevas tecnologías genéticas.

Nadie se siente culpable de nada, los culpables son siempre los otros. Pero en realidad todos somos culpables del mal que crece a nuestro alrededor, que crece dentro de nosotros mismos, hasta nuestras ansias de justicia están teñidas de odio, de revancha, de soberbia.

No nos van a salvar los que buscan el poder, pero podemos salvarnos si buscamos humildemente la verdad y el bien. Cuando todas las voces nos gritan que tenemos derecho a gozar sin límites, es difícil decidirse por llevar una vida sobria, austera, de servicio a los demás, de dominio de nuestros instintos, de respeto por la vida, de honestidad, de responsabilidad.

Pero no hay otro camino: ¿o moralizamos la vida pública desde nuestra propia moralidad personal o sufriremos las consecuencias?  Que lo que estoy proponiendo es algo anticuado: sin duda, tan antiguo como Dios mismo que nos creó, tan antiguo como el diablo que está presente y actuando para difundir el mal ¿o es que no se nota?

Francisco Rodríguez Barragán





 

 

 

Todos hemos perdido



La representación del 11-N, entre cómica y bufa, en el más repelente estilo del esperpento nacional, nos ha llevado a todos a tristes reflexiones: ¿Quién ha ganado? ¿Quién ha perdido? Creo que hemos perdido todos.

Aunque hable, sacando pecho, el matasiete de Artur Mas, solo puede constatar que ha aumentado el número de independentistas pero muy lejos de la mayoría de los catalanes. Ha desafiado las leyes que prometió guardar (y que quizás guardó en un baúl del desván y perdió la llave a propósito). Ha desafiado al gobierno, un gobierno débil e irresoluto, presidido por un señor que fuma puros y lee el Marca, que decía que no se iba a celebrar la consulta y se celebró.

Como si se tratara de un mantra milagroso unos y otros repiten que hay que sentarse y negociar, (parece que lo de sentarse es algo ineludible) Y en cuanto a negociar yo creo que ya se ha negociado demasiado por unos gobiernos y otros que cedieron muchas cosas a cambio de los votos catalanes. Por estas componendas, bastante inconfesables, los gobiernos de España han sido incapaces de hacerle cumplir a Cataluña ninguna sentencia, ya sea del Constitucional como del Supremo.

El gobierno español, desde hace mucho tiempo, no gobierna en esa parte de España que es Cataluña. Mi confianza de vivir en un estado social y democrático de derecho y bajo el imperio de las leyes, se me ha venido abajo.

Desde que la educación quedó en manos de los nacionalistas, se ha manipulado a las nuevas generaciones en el odio a España y se les ha imbuido  falsedades constantes. Como, además, los medios de comunicación están sometidos y financiados por el nacionalismo es normal que vaya creciendo el número de los rupturistas a los que se le ha hecho creer que la independencia resolvería lustros de mal gobierno y corrupción de Cataluña.

Puestos a vulnerar cualquier ley, el “campeón” Sr. Mas decidió que votaran los chicos desde los 16 años, que están debidamente aleccionados y manipulados por sus educadores y además concedió voto a los extranjeros que tanto saben de la historia de Cataluña y a pesar de todo, los votos de la consulta no confirman que la mayoría de los catalanes quieran la independencia. Los que la quieren son una minoría que no debe imponer sus ideas a los demás.

Pero el enfrentamiento dentro de la región catalana está servido. Los gobernantes siguen empeñados en conocer qué ciudadanos son nacionalistas y los que no lo son, seguramente con las más aviesas intenciones.

Creo que los españoles no sentimos ninguna aversión hacia Cataluña ni hacia los catalanes, a pesar de tantas cosas desagradables que se dijeron y se dicen de los andaluces, los castellanos o los extremeños.

El nivel de autogobierno de Cataluña, el legal y el que ellos se toman, es muy superior al de las regiones europeas. La cantinela del federalismo, que nadie explica en qué consiste hoy, ya nos llevó al desastre cantonal en el siglo XIX.

Quizás sea necesario reformar la Constitución por los cauces establecidos en la misma, aunque me parece más urgente hacer una nueva ley electoral que impida que un partido, que solo se presenta en una región, pueda tener en sus manos la gobernabilidad de toda España. Los gobernantes que se vendieron a los nacionalistas para alcanzar el poder, espero sean tratados duramente por la historia.

Francisco Rodríguez Barragán






 

¿Cómo podemos controlar a las administraciones?


Se habla mucho de lo que habría de hacerse para conseguir una mayor transparencia en la gestión de las diversas administraciones que padecemos, desde modificar la Constitución a dar por muerto nuestro sistema político a manos de iluminados populistas.

Por mi parte propongo algo bastante fácil de hacer: solicitar que cada administración publique las cuentas de cada ejercicio, ingresos y gastos, con la diferencia resultante de lo que queda en caja y lo que queda debiendo a contratistas, proveedores, instituciones financieras, etc.

Los presupuestos que cada administración prepara en los meses finales de año, puede resultar cuadrada, ya que el papel lo soporta todo, pero los ciudadanos que somos los que ponemos el dinero nunca llegamos a enterarnos de nada. Se dice, se comenta, se publica que el ejercicio terminó con déficit o superávit, pero poder verlo sería lo que necesitamos y entonces comparar los resultados con el presupuesto.

Ya sé que existe un Tribunal, que se dice revisa las cuentas de toda la administración, pero con un retraso de varios años, y no he oído que haya puesto en conocimiento del Ministerio Fiscal los casos que hayan detectado de malas prácticas, malversaciones y latrocinios.

Quizás habría que encargar de la revisión de las contabilidades de todas las administraciones a la Guardia Civil ya que es quien viene detectando las corrupciones que nos dejan asombrados y furiosos.

Los organismos encargados de vigilar han fallado estrepitosamente desde hace bastantes años. El Banco de España, que tendría que velar por el buen funcionamiento de los bancos y demás instituciones financieras, tampoco parece haberlo hecho y así nos desayunamos con tarjetas negras, preferentes, sueldos y bicocas de los administradores que nos dejan estupefactos, mientras que los trabajadores no consiguen que se revisen los convenios colectivos que les afectan.

Ahora que todo el mundo tiene acceso a internet por qué no aparecen en las páginas webs de cada administración: lo que recauda, lo que gasta, en qué lo gasta, lo que debe, a quién lo debe. Los políticos y los funcionarios son administradores de los medios que ponen en sus manos los ciudadanos  a los que hay que rendir cuentas de la gestión de forma exhaustiva y detallada.

Hay que abandonar la falacia de que basta con las elecciones, cada cuatro años, para aprobar o reprobar la gestión de los políticos. Los políticos, que se han presentado voluntariamente a representar a sus votantes, tienen el deber insoslayable de rendirles cuentas, de forma periódica, de la utilización de las cantidades que han sido puestas en sus manos.

Cuando entramos en las páginas webs de cualquier pueblo, ciudad, autonomía o ministerio podemos encontrar muchos datos de las más variadas cosas, pero poca o ninguna información económica.

Parece que tenemos que contentarnos con las variaciones que nos ofrecen de una serie de indicadores que la gente corriente no controlamos, pero sí podríamos entender el volumen de cada partida de ingresos y en qué se gastaron.

Por favor, los ciudadanos tenemos que conocer el destino de cada euro que sale de nuestros bolsillos, sin tener que esperar a que un juez dicte una sentencia, después de varios años, declarando que los políticos, de aquí o de allá,  cometieron tales o cuales delitos, que puede ser que estén hasta prescritos.

Francisco Rodríguez Barragán