viernes, 23 de junio de 2017

Corrupción y despilfarro


            ¿Hay alguien que se ocupe del bien común?
No sé si la corrupción está comprobada de forma indubitable pues los procesos más ruidosos que se inician con actuaciones de desconocidos investigadores, amparados en unas determinadas siglas, al cabo del tiempo, de años de muchos años, resultan para los tribunales inconsistentes, viciados de las más elementales garantías procesales.
Cualquier procedimiento que se declara secreto, de inmediato es filtrado a los medios de comunicación y a los investigados, imputados, o como quiera que se les llame, se les impone la extrajudicial pena de telediario, su nombre es vilipendiado hasta la saciedad y cuando sale la sentencia todo se disuelve como un azucarillo, menos el sufrimiento de los afectados.
No recuerdo haber visto que se castigue a los investigadores que alentaron procedimientos fraudulentos, ni a los filtradores de los procesos, ni a los que se beneficiaron políticamente de la ruina moral, profesional y económica de los ciudadanos que sufrieron y sufren los desmanes de unos poderes sin control ni responsabilidad.
Lo que no necesita ninguna investigación, pues está a la vista, es el despilfarro de las distintas administraciones, que siempre acabamos pagando los sufridos ciudadanos. ¡Cuántas obras faraónicas a mayor gloria de capitostes y partidos políticos, que eran perfectamente prescindibles! Como he dicho más de una vez primero se hacen las obras y luego se piensan. Nada de estudios serios de la viabilidad de ningún proyecto.
En mi ciudad llevamos una década de obras para un metropolitano innecesario cuya inauguración se va aplazando y  cuyo costo para el usuario, si llega a ponerse en servicio, será mucho más caro que los autobuses. Estoy seguro que el trenecito turístico que recorre la ciudad resulta rentable para su empresa mientras que el metropolitano será una ruina.
Pero ¿quién se preocupa del bien común? ¿Qué es eso del bien común? El estado autonómico que padecemos es ruinoso con tantos parlamentarios, consejeros, altos cargos y prebendas para el partido que gana las elecciones. Se habla de la reforma de la Constitución de forma evanescente porque la mejor reforma sería terminar con las ruinosas autonomías, pero ¿cómo van a renunciar los políticos al amplio y bien surtido pesebre del que disfrutan?
Quizás los ciudadanos tendríamos que dejar de votarles para hacerles saber que si no trabajan por el bien común no nos representan. Ya sé que esto no daría resultado. Quizás podríamos pedir que ningún político pudiera cobrar su substancioso sueldo mientras que la comunidad autónoma, diputación o ayuntamiento deba un solo euro. El despilfarro de la mala administración que repercuta sobre los administradores, lo mismo que si una empresa va mal es el empresario quien pierde su dinero.
El partido gobernante tiene la virtud de aguantar como un buzo bajo agua, pero sin resolver ningún problema. La economía de la que se ufana ¿mejora por su acción o simplemente porque estamos en una coyuntura favorable?
Del partido socialista, salvo su obsesión de desalojar a Rajoy de la Moncloa, desconocemos su programa, si es que lo tiene, aunque ello tampoco sería suficiente pues el PP tenía uno y se olvidó de aplicarlo cuando pudo hacerlo. De los partidos emergentes, el que capitaliza el odio, su influencia sería nefasta y el que se dice abanderado en la lucha contra la corrupción, quisiera saber cómo consiguió dar el salto a la política nacional, mientras que UPyD se hundía por falta de financiación.
Francisco Rodríguez Barragán
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Pentecostés, algo más que una romería.



            Abrirse a la acción del Espíritu Santo
Con la fiesta de Pentecostés que celebraremos este año el domingo 4 de junio acaba el ciclo pascual. Para mucha gente quizás lo único que le suena de esta fiesta es el despliegue folclórico-religioso de la romería del Rocío: su camino, sus cantos, sus músicas, hasta llegar a la ermita de Almonte y sacar a la Virgen, que sin duda resulta emocionante para los asistentes.
Pero Pentecostés es mucho más, es el cumplimiento de la promesa de Jesús de que sus seguidores recibirían el  Espíritu Santo a lo largo de los siglos y que este Espíritu sería la fuerza que pondría en pié a la Iglesia. Desde Pentecostés los cristianos vivimos el tiempo del Espíritu Santo que nos une a Jesús y nos hace hijos de Dios.
Es lamentable que la fe de mucha gente se haya ido apagando hasta un simple rescoldo, que produce de vez en cuando algún chisporroteo, alguna emoción ante la Virgen. Oí decir:” la mayor parte de los españoles no creen en Dios pero creen en la Madre de Dios”
Si nos alejamos de la fe y nos cerramos a la trascendencia, el Espíritu Santo no puede enriquecernos con sus dones. Más que nunca habrá que pedir que mande su luz desde el cielo, que entre hasta el fondo del alma, que mire el vacío del hombre si tu le faltas por dentro; que mire el poder del pecado cuando no envías tu aliento, si no nos enriqueces con tus siete dones.
Todos estamos necesitados de recibir los dones del Espíritu Santo que no podemos suplir por ninguna otra cosa: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
No se trata de la sabiduría académica sino de la sabiduría divina, saber de Dios, de nuestra relación con El, sabiduría que nos hace participar del inmenso misterio del amor de Dios, que nos creó a su imagen y nos llama a gozar de su plenitud por toda la eternidad.
El temor de Dios también es un don, un regalo. En la Biblia podemos leer que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. No se trata de miedo a Dios sino la constatación de la infinita distancia entre Él y nosotros, entre su inmensidad y nuestra pequeñez. Pobres locos los que quieren ser como dioses, los que se creen autosuficientes y niegan a Dios.
El don de inteligencia, para entender nuestro propio papel, nuestra propia vida, nuestro destino eterno, para distinguir lo realmente valioso de lo engañoso. El don de ciencia no nos va a hacer científicos, sino nos ayudará a entender las profundidades de Dios que nos ama, este don que nos llevará a la meditación y a la contemplación.
El don de consejo nos abrirá a las necesidades de los demás, a transmitirles lo que pueda ser útil y oportuno para sus vidas, para su destino eterno y el don de fortaleza es el que nos hará mantenernos firmes frente a todas las contradicciones, pruebas y luchas.
El don de piedad nos llevará a actuar como Jesús lo haría, siempre por amor, siempre siguiendo la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Cerrarnos a la acción del Espíritu Santo es la peor desgracia que nos puede suceder. Aprendamos a descubrir lo que de verdad importa para esta vida y para la otra.
Francisco Rodríguez Barragán        
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La historieta de una comunidad de vecinos


            Que puede aplicarse a otros ámbitos mucho más amplios
Erase una vez una comunidad de vecinos que cada año elegía entre ellos un presidente para que cuidara de tener a punto los servicios comunes de limpieza, luz, calefacción, etc. Hay que reconocer que la mayor parte de los vecinos no tenía ningún interés en asistir a las juntas ni ofrecerse como presidente, por lo que uno de ellos se decidió a tomar las riendas de la comunidad y a mantenerse en el cargo un año tras otro.
Pensó que sería bueno que el edificio tuviera una entrada lujosa y adornada de plantas y lámparas. A los vecinos que se alarmaron por tales lujos los convenció de que aquella obra les beneficiaba pues sus viviendas resultaban revalorizadas y que él ya había conseguido que el coste de la obra se abonara cómodamente en varios años. Algún vecino quedó amoscado cuando vio que la empresa que hermoseaba la entrada estaba también mejorando el piso del presidente,  se abstuvo de comentarlo, ya que solo tenía una sospecha sin pruebas.
Poco después el presidente pasó comunicación a los vecinos conminándoles a que quitaran de sus puertas los símbolos cristianos del Sagrado Corazón o la Virgen María, pues alguno de los pisos había sido adquirido por unos musulmanes que no deberían sentirse incómodos ni discriminados con la exhibición pública de nuestras creencias que podíamos seguir teniendo dentro de nuestras casas.
También advirtió a los vecinos de que evitaran exhibir en las terrazas jamones ni chorizos, ni que el olor a tocino del cocido saliera de las cocinas al objeto de no ofender las prescripciones del Corán favoreciendo así la convivencia.
Un día aparecieron en los balcones de unos vecinos algo raritos, una gran bandera arco iris. Otros convecinos abordaron al presidente pidiendo explicaciones por aquella bandera y les respondió que todos deberíamos adornar nuestros balcones con la misma bandera para hacerle saber a aquella extraña pareja que todos los vecinos respetábamos su orientación sexual.
Algún piso se quedó vacío durante bastante tiempo y el presidente tomó la decisión de ponerlo en conocimiento de asuntos sociales del ayuntamiento que rápidamente autorizó a unos mugrientos perro-flautas a ocuparlo, lo que originó las quejas de los vecinos, pero el presidente justificó su decisión como buen ciudadano y mandó a los que protestaban a poner la denuncia que quisieran, aunque nadie se atrevió a hacerlo por no empeorar las cosas.
Los pisos que decía el presidente que se habían revalorizado con la remodelación de la entrada se depreciaron con la llegada de los ocupas y los que querían venderlo y escapar de aquella comunidad no lo conseguían de ninguna manera.
Por supuesto que la solución hubiera sido cambiar a tiempo a este presidente pero el muy astuto, con la colaboración del portero, sabía de todos los chismes y debilidades de los vecinos, razón por la cual no era fácil ponerlos de acuerdo para nada. Así que a quejarse dentro de casa y aguantar.
─ ¡Oiga! ¿Lo que nos está contando es de una comunidad de vecinos? Parece más bien que se trata de los ayuntamientos o de las autonomías.
─ ¿Ustedes que creen? Cuando nos desentendemos de vigilar a los que hemos elegido para gobernarnos, pasan estas cosas, perdemos nuestras libertades pero las deudas suntuarias, que ellos decidieron,  tenemos que pagarlas a la fuerza.
Francisco Rodríguez Barragán
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Dirigentes, militantes y votantes


            Si no buscas favores de ningún partido ¿qué puedes hacer como            votante?
Nuestra democracia representativa se lleva a efecto mediante elecciones periódicas en las que los partidos concurren pidiendo el voto de los ciudadanos para lo cual ofrecen determinadas líneas de actuación programática, que luego llevarán o no a cabo.
Hay una radical diferencia entre dirigentes, militantes y votantes. Los dirigentes tienen el poder de designar de entre sus militantes los que formarán parte de las listas electorales de cada nivel. Los militantes forman parte del partido como colaboradores en las tareas organizativas y tratan de hacer méritos para ser incluidos en las candidaturas correspondientes. Los votantes solo tienen la voz de su voto que cada cuatro años depositan en la urna correspondiente. Aunque el número de votantes será el que dé la victoria o la derrota a cada partido, terminado el escrutinio desaparecerán hasta la próxima ocasión.
Aunque todos los militantes de un partido apoyen a su líder, ello no significa que pueda mantener o ampliar el número de sus votantes. Después de unas primarias exitosas puede darse un descalabro electoral. La influencia sobre la militancia es una cosa, sobre los votantes es otra.
Como a pesar del exiguo papel que nos dejan a los votantes resulta a la postre que nuestro voto es el decisivo convendría meditar con atención nuestra conducta electoral.
El partido gobernante que alcanzó la mayoría absoluta en la legislatura anterior no consiguió revalidar tal mayoría en la siguientes. Seguramente parte de aquellos votantes comprobaron que el programa ofrecido fue incumplido y abandonado..
También es cierto que muchos votantes votan a un partido u otro por costumbre o por creer que representa los valores  que ellos creen importantes, sin advertir que los partidos no se mueven por valores sino por cálculo electoral. Hay quienes siguen creyendo en la superioridad moral de la izquierda (o de la derecha) y no hay tal superioridad pues las líneas de actuación de cada partido no resultan en modo alguno claras y distintas para los votantes.
Aprovechando el descontento de unos y otros ha surgido un partido populista, especialista en canalizar el odio y la vieja máxima revolucionaria “cuanto peor, mejor”. Ha conseguido votantes en gran número debilitando a la izquierda para nutrir la ultraizquierda. Esto favorece a la derecha que puede invocar el miedo a los revolucionarios para conseguir votos.
Otro partido que venía actuando con éxito en Cataluña dio el salto al escenario nacional donde ha tratado de asumir el papel de justiciero contra la corrupción, pienso que con escaso éxito. Quiere estar en todas las salsas, pactar con unos y otros, pero en total nada.
Luego tenemos los partidos periféricos acostumbrados a vender caros sus escasos votos pero con una deriva soberanista en Cataluña que representa un golpe de estado a cámara lenta, con incierto resultado. Han crecido al amparo de la desidia de los gobernantes, su gestión es funesta, sus militantes y parte de sus votantes  están radicalizados, sin que los no-soberanistas encuentren ningún apoyo partidario.
Nuestro futuro como nación resulta incierto y problemático. Si no podemos confiar en los dirigentes ni en los militantes, los votantes debemos utilizar nuestro voto con sabiduría y decisión. Una huelga general de votantes quizás podría servir para replantear la vigencia de nuestra pobre democracia. No tenemos a la vista soluciones de recambio.
Francisco Rodríguez Barragán
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