martes, 1 de mayo de 2012

Deberes y devociones

La virtud de la devoción
 

Antes es la obligación que la devoción, dice el refranero, lo cual es cierto si entendemos la devoción como práctica piadosa no obligatoria, inclinación o afición especial hacia determinadas prácticas que nos agradan, pero la devoción es una importante virtud que no está reñida con nuestras obligaciones.

Una persona puede creerse devota porque venera de una forma especial a determinada imagen, aunque viva alejada de la Iglesia o no frecuente los sacramentos. Otra le gusta aprender y repetir oraciones sin que ello le impida hablar mal de otras personas o mentir cuando llega la ocasión.

Otros pueden pensar que son devotos porque reparten limosnas o contribuyen a determinadas obras asistenciales o caritativas, pero luego son tacaños al retribuir a los que trabajan para ellos.

También están los que se creen devotos porque son entusiastas de su hermandad o cofradía, pero su fervor, limitado en el tiempo, no le lleva a una mejora sostenida de su conducta como trabajador, como esposo, como padre, como vecino.

Si hacemos prácticas piadosas por mera afición o tradición, el refrán citado al principio es correcto y seguramente se acuñó a la vista de los que hacen alardes de devoción y no cumplen con sus deberes.

La verdadera devoción presupone el amor de Dios que llega hasta nosotros en forma de gracia y nos empuja a la caridad, a obrar el bien por amor a los demás, a hacer con prontitud la voluntad de Dios.

Esta verdadera virtud de la devoción no entra en conflicto con nuestros deberes sino al contrario, todos nuestros deberes personales, familiares, profesionales, ciudadanos, realizados con devoción alcanzan una mayor perfección.

Ahora en tiempo de cuaresma podemos sentirnos atraídos por devociones, prácticas que pueden ser en sí mismas buenas,  pero que quizás pasen sin dejar huella alguna en nuestro diario vivir.

Hablar de la virtud de la devoción en un mundo tan secularizado puede parecer inútil. La gente espera que le solucionen sus problemas, que puedan vivir tranquilas disfrutando de las cosas, pero cuanto más nos alejamos de Dios más problemático resulta todo.

El mundo en que vivimos está aquejado de codicia, egoísmo, corrupción, sin darse cuenta de que nos falta amor. Amamos cuando nos dedicamos a buscar activamente el bien de los demás, dejamos de amar cuando solo buscamos nuestra propia satisfacción a costa de lo que sea.

Busquemos la gracia de Dios, que nos impulse a realizar con decisión y prontitud su voluntad, para cumplir nuestras obligaciones con devoción, he ahí el reto.

Francisco Rodríguez Barragán








Una situación que exige decisiones

La responsabilidad de los que tienen poder


Al mismo tiempo que resonaban alegres los aleluyas celebrando la resurrección de Cristo, llegaban hasta nosotros los tristes clamores que informan que la situación económica de España empeora por momentos.

Un país se hunde en poco tiempo pero hacen falta varias generaciones para ponerlo otra vez a flote. Con dinero prestado hemos gastado y despilfarrado alegremente por encima de nuestras posibilidades. Los prestamistas quieren asegurarse que les devolveremos su dinero, incrementado con la usura de sus intereses y presionan con toda su fuerza financiera. Nos consideran una nación poco de fiar.

Tampoco merecemos confianza para la Comunidad Europea. Nos señalan como socios incumplidores que ponemos en peligro la estabilidad de la moneda única. Entre asombrados y coléricos descubren que bajo el rótulo de España hay un mosaico de gobiernos díscolos, corruptos y gastosos, que no es seguro que el gobierno central pueda disciplinar

Las regiones españolas en lugar de aportar su variedad para hacer una España más rica, al dotarlas de gobiernos autónomos, se han vuelto insolidarias hasta extremos delirantes. Unas quieren ser independientes, alegando fantasiosas identidades, otras quieren blindar los ríos que pasan por sus campos, para no ceder parte de sus aguas. Todas quieren tener aeropuertos, líneas de alta velocidad, universidades, palacios de congresos, de deportes, de cualquier cosa, para no ser menos que las limítrofes, aunque muchas de estas obras sean ruinosas e insostenibles.

En una situación de emergencia como la actual sería necesario que todos dejaran a un lado sus intereses partidarios, mejor sectarios, para unirse a un esfuerzo solidario. El bien común, el bien de todos los españoles, no coincide con las ansias de poder, de dominación, de ningún partido, sindicato o banco.

En lugar de atizar el odio de todos contra todos, la crítica sistemática, el juego sucio, la compra de voluntades, es necesario que los adversarios se respeten, pacten una tregua democrática para sacarnos del atolladero en el que se encuentra este atribulado país que se llama España. Si la situación se hace ingobernable la Comunidad Europea puede tomar decisiones drásticas como ha hecho con Italia, al defenestrar a Berlusconi, o expulsarnos del euro, como parece puede hacer con Grecia.

Es una enorme responsabilidad la que recae sobre todos políticos que nos representan. Sus acciones y sus omisiones serán juzgadas por la historia, cosa que quizás les importe poco, pero aunque muchos no se lo crean, también serán juzgadas por Dios.

Hay mucho sufrimiento y dolor causado por los políticos que no buscaron el bien común, por los sindicatos que defendieron sus prebendas antes que a los trabajadores, por los agitadores profesionales, sempiternos sembradores de odio, por los financieros codiciosos de ganancias, por los corruptos que se aprovecharon de la situación para sus robos y rapiñas, por los que no aplicaron la justicia con imparcialidad, etc.

Quizás piensen que pueden escapar de rositas, lo que puede ocurrir por desgracia en este mundo, pero yo estoy seguro de que serán juzgados por el tribunal inapelable de Dios.

Francisco Rodríguez Barragán









No hay mal que por bien no venga


¿Por qué sufrimos?



Hay quienes afirman no creer en Dios y lo justifican diciendo que si efectivamente existiera un Dios todopoderoso, no podría permitir el sufrimiento que golpea a muchas personas a causa de enfermedades, muertes, accidentes, calamidades o injusticias. Otros piensan ante el problema del mal siempre presente, que si Dios existe no se ocupa de nosotros.

De forma más o menos confusa, piensan que ellos son mejores que Dios, pues si estuviera en sus manos, evitarían tanto sufrimiento. También los que nos decimos creyentes quedamos desconcertados cuando vemos que sufren los inocentes y triunfan los culpables, pero comprendemos que entre la mente de Dios y nuestras pobres entendederas hay una distancia infinita.

La clave seguramente está en el misterio de que Dios permita los males, pues si los permite seguramente es por nuestro bien, pues creo que Dios ama a sus criaturas y cuida de nosotros. Es probable que esto parezca una locura. ¡Estamos tan convencidos de nuestro propio saber!

Meditemos, no obstante, en las veces que tenemos que hacer sufrir a nuestros hijos. Ellos se rebelan y no entienden nuestras normas, los límites que ponemos a su libertad, nuestras exigencias de que estudien, trabajen y dejen de hacer el vago, nuestras advertencias respecto a lo que beben, fuman o trasnochan o las amistades que frecuentan. Pero estas contrariedades que les causamos, no hay duda de que son por su bien.

También Dios que nos hizo, trata de salvarnos de nuestros caminos equivocados, de nuestras soberbias autosuficiencias, de nuestros vicios, del mal que crece en nosotros en forma de egoísmo, hedonismo, odio, codicia o lujuria y nos envía sus invitaciones a la conversión, al cambio de vida, que pueden tomar la forma sufrimiento, de desgracias, que nos hacen tambalear.

Hay personas que solo reaccionan y cambian de conducta cuando tocan fondo, cuando se sienten perdidos y gritan pidiendo ayuda. Mientras se sienten satisfechos de cómo gestionaban sus vidas, sin más horizonte que vivir lo mejor posible, olvidan que no todo termina con la muerte, que hay algo importante más allá.

Para los que dicen que no hay nada más allá de la muerte, les recuerdo que algo se nos retuerce por dentro cuando vemos que triunfan los malos, ya sea en la vida real o en las películas. Nuestro innato sentido de la justicia se rebela cuando el inocente es apaleado, torturado y muerto y pensamos en la necesidad de que haya algo más allá. Que los verdugos no triunfen de sus víctimas, es una necesidad para que el universo entero tenga sentido.

Jesús, el Hijo de Dios, es el inocente que se entregó a la muerte por los culpables, por nosotros a quienes Dios quiere salvarnos, aunque para ello dejara que Cristo tocara el fondo de la muerte y una muerte de cruz. Nuestro viejo refrán de que no hay mal que por bien no venga, intuye que Dios utiliza los males, incluso la pasión de su Hijo, en nuestro beneficio.

Yo estoy seguro de que toda mi vida, alegrías y sufrimientos, los permite Dios para mi bien, el bien definitivo que está más allá de la muerte. Decía Job en sus sufrimientos: el Señor me lo dio y el Señor me lo quitó ¡bendito sea el nombre del Señor!

Francisco Rodríguez Barragán









A la búsqueda de la familia biológica


 


Todas las personas tienen derecho a conocer quiénes sean sus progenitores biológicos y hubo algún programa televisivo que se dedicó a gestionar las peticiones de personas que deseaban saberlo.

Estas situaciones se han avivado al hablarse de “niños robados en el momento de nacer” y entregados  a otras personas que los deseaban, con el morbo añadido de involucrar a una religiosa.

El abandono de niños y niñas al nacer se ha dado en todos los tiempos y la creación de casas-cuna por parte de la Iglesia fue una respuesta al problema. Las ideas filantrópicas y sociales del siglo XVIII dieron lugar a la creación de orfanatos y hospicios donde alojar y educar a niños pobres, huérfanos y abandonados. Las personas procedentes de estos centros tuvieron durante mucho tiempo apellidos que denotaban su procedencia y que, en muchos casos, han sido transmitidos a sus sucesores, aunque cualquiera podía y puede instar el cambio en el Registro Civil.

Hoy continúa el abandono de niños al nacer, de los que se hacen cargo las instituciones creadas o concertadas por los gobiernos autonómicos, que tienen establecidos complicados sistemas de adopción o acogimiento. El aumento de adopciones de niños extranjeros pone de manifiesto, al parecer,  la inexistencia de niños abandonados en España, que me cuesta trabajo creer, o que resulta más fácil adoptar una niña china o unos niños americanos o africanos que españoles.

Todos los niños tienen el derecho a tener un padre, una madre y una familia, donde crezcan aceptados amorosamente y si sus progenitores biológicos no quieren o no pueden cumplir esta función, la adopción puede suplir estas carencias. Lo que puede resultar complicado y hasta traumático es que el niño se encuentre divido entre dos familias, la biológica y la adoptiva, aunque de mayor pueda ser aceptar, comprender y perdonar.

Si realmente estuviéramos progresando hacia lo bueno, lo bello y lo verdadero, el abandono de niños desaparecería y no por abortarlos sin contemplaciones en el vientre de sus madres, sino porque la sexualidad estaría integrada en el matrimonio estable y sometida a la razón. El hedonismo, la incitación a la sexualidad sin responsabilidad y la aversión a cualquier tipo de compromiso serio, nos está llevando al envejecimiento de la población por el descenso de la natalidad mediante el aborto y los métodos anticonceptivos, lo cual hace inviable el famoso estado del bienestar, y a un incremento permanente del número de hijos nacidos fuera del matrimonio, ¿es esto progreso?

Los avances científicos hacen posible el embarazo de mujeres que, sin las novedosas técnicas de reproducción asistida, no podrían tener un hijo, lo cual puede resolver el problema de parejas infértiles, pero al mismo tiempo abre la posibilidad a mujeres solas de procurarse un hijo por inseminación artificial, acogiendo un óvulo, propio o ajeno, fecundado por donantes desconocidos.  Esperma y óvulos de donantes anónimos, tratados en los laboratorios de lujosas clínicas, pueden estar produciendo niños a la carta. He leído que el director de una clínica de Estados Unidos, ha utilizado sus propios espermatozoides en unas 600 inseminaciones artificiales. Sistemas de reproducción ganadera aplicados al género humano. El horrible “Mundo Feliz” de Huxley fue premonición y no fantasía.

La búsqueda de la ascendencia biológica puede deparar desagradables sorpresas. La investigación de la paternidad a que alude el artículo 39, 2 de la Constitución, servirá para pleitos sucesorios y para más de una decepción. Quizás no aparezca la paternidad, pero puede aparecer la fraternidad de no sabemos cuántas personas compartiendo el mismo ADN.

Francisco Rodríguez Barragán









Todo sistema tiene beneficiados y perjudicados


A lo largo del tiempo sesudos pensadores han formulado teorías, más o menos utópicas, para organizar la convivencia entre las personas que formamos cada sociedad. Las que han llegado a ponerse en práctica han durado unas más y otras menos, pero nunca han funcionado de forma equitativa para todos, siempre unos han resultado beneficiados a costa de los demás, lo cual ha justificado la provisionalidad de todos los sistemas.

La sociedad ha sido esclavista, estamental, señorial,  imperialista, absolutista, dictatorial, liberal, conservadora, comunista o socialista. Todas ellas nacieron, se desarrollaron y fenecieron a golpe de revoluciones o guerras, aunque algunas evolucionan y cambian. Después de tantos siglos, podía esperarse que hubiéramos encontrado un sistema justo y duradero, pero no es así.

La interesante experiencia de la fugaz democracia ateniense ha inspirado a muchos pensadores que encontraron en la elección de los gobernantes por el pueblo, un principio de legitimación del poder, más aceptable que el derecho divino, el hereditario o el de conquista.

Las múltiples constituciones españoles de los siglos XIX y XX, ilustran perfectamente la provisionalidad de todos los regímenes. Todas han pretendido organizar nuestra convivencia y todos han mostrado, más pronto que tarde, sus insuficiencias, sus defectos, sus corrupciones, sus injusticias.

El igualitarismo comunista era falso. Unos eran más iguales que otros, como demostró Orwell en su Rebelión en la granja. Después de 70 años se hundió el tinglado y se puso de manifiesto el engaño. A pesar de ello todavía hay quien no se ha enterado.

La famosa mano invisible, que a través del mercado libre podía regularlo todo, también es otro fiasco. No existe ningún mercado libre, ya que las reglas las dictan los poderosos, especialmente los que dominan el mercado de capitales. Los financieros han conseguido privatizar sus ganancias y socializar  sus pérdidas y campar a sus anchas en el mundo globalizado.

Para Keynes todo podía arreglarse creando más dinero, naturalmente de la nada, en cuyo caso los falsificadores de moneda estarían ayudando a la economía. Algo así está haciendo Europa: crea billetes, los presta a un interés bajo a los bancos y éstos lo vuelven a prestar a mayor interés. Cuando se les reclama a los bancos su devolución, si no pueden cumplir sus obligaciones, el gobierno les ayuda. Al pequeño empresario no le ayuda nadie.

El gran invento de la segunda mitad del siglo XX ha sido el estado de bienestar. El estado cuidaría de sus ciudadanos desde la cuna a la tumba. Ya advirtió Tocqueville del peligro de mantener a los ciudadanos en la minoría de edad al liberarlos de cuidar de sí mismos. Pero Europa ha envejecido, la natalidad se ha hundido, ha llegado la crisis, el bienestar se esfuma, no ha dinero para seguir manteniéndolo.

La democracia moderna fue pensada como un sistema de contrapeso de poderes. Como el poder tiende siempre al abuso, era necesario crear otros poderes que pudieran contrarrestarlo: el ejecutivo, el legislativo y el judicial serían independientes. Sin está independencia de poderes no puede hablarse de democracia. ¿Existe aquí y ahora?

Las mejores teorías hacen agua si las personas que forman una sociedad y los políticos que dicen representarla, no tienen la voluntad suficiente para trabajar  con justicia y equidad, con honradez y transparencia.

Nuestra situación actual  ya tiene sus beneficiados y sus  perjudicados. ¿Hasta cuándo podremos aguantar? ¿Será necesario volver a buscar un sistema de convivencia?

Francisco Rodríguez Barragán