viernes, 16 de septiembre de 2016

Políticos y estadistas


Hay una frase de Bismark o de Churchill o de ambos cargada de razón: los políticos solo piensan en las próximas elecciones, los estadistas en las próximas generaciones. Aquí como no tenemos ningún estadista, nadie se preocupa de las próximas generaciones, pero los políticos que nos han tocado en suerte andan preocupados por las próximas elecciones, ya sean las gallegas, las vascas o la repetición de las generales.
Como los políticos buscan antes su interés que el servicio al ben común de la nación a la que dicen representar, andan a la greña sin pudor alguno y quieren resolverlo haciéndonos votar otra vez, a ver si el resultado resuelve lo que ellos no son capaces de resolver. ¿Debemos prestarnos los ciudadanos a ello? ¿Cuántas veces?
Hablan de paquetes de medidas, cientos de medidas, para regenerar el país, pero los verdaderos problemas son la deriva de nuestra sociedad manipulada que exalta la lujuria pero prohíbe la fecundidad. Este curso empieza con menos alumnos que el anterior. Perdemos población: nacen menos que los que se mueren y nos hemos convertido en un país de viejos.
En vez de construir familias, buscamos parejas eventuales en las que tener un hijo es un estorbo, mejor comprar un perrito, de esos que parecen de juguete y dedicarle nuestro cariño comprándole piensos-delicatessen, lacitos y ropita. Cada vez hay más secciones para mascotas en los grandes almacenes pues todo el mundo ha descubierto su amor por los animales y eso es un negocio.
Quizás nadie piensa en las próximas generaciones porque no las habrá. Aquí, como en Europa, ellas serán las de otros pueblos, que viven ya junto a nosotros, pero sin compartir nuestras formas de vida que seguramente les parecerán vacías. Nada de multiculturalismo, simplemente seremos sustituidos de forma más o menos rápida pero imparable. ¿Hay políticos  que piensen en esto?
El llamado pomposamente estado de bienestar es un camelo insostenible. Lo único cierto es que padecemos un estado depredador que nos grava el consumo (IVA) y la renta (IRPF) y para pagar las pensiones detrae de empresas y trabajadores más del cuarenta por ciento de los sueldos y salarios. A pesar de todo ello seguimos emitiendo deuda pues las distintas administraciones gastan más de lo que ingresan y lo que proponen los políticos es gastar más. El cuento de que lo pagarán los ricos ya no cuela, todos sabemos que serán los asalariados los que serán gravados con más impuestos. ¿Nadie piensa en terminar con este desmadre de administraciones?
El dinero que cada uno gana con su esfuerzo es esquilmado por el estado, que gasta sin control, sin necesidad, sin estudio previo de la viabilidad y beneficios de la inversión. ¿Qué se hizo de los planes hidrológicos? ¿Qué pasa con un pantano lleno de agua pero sin canalizaciones para llevarla a los cultivos que la necesitan? (Hablo de la presa de Rules, terminada hace años, y de los cultivos tropicales de la costa granadina que se pierden por falta de riego). Los edificios administrativos que se siguen construyendo por la administración central o las autonómicas ¿son acaso necesarios?...
La corrupción no es solo cobrar comisiones por las obras, sino emprender obras innecesarias a costa de los ciudadanos y de esto nadie habla.
Nuevas elecciones, pactos de investidura, catálogos de medidas que nadie sabe si llegarán a ponerse en práctica, para qué seguir. ¡El panorama es desolador!
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en:







España en horas bajas


Aquel cara a cara de diciembre de 2015 entre Rajoy y Sánchez fue quizás el comienzo de un desencuentro que persiste, agravando la situación de España. El Sr. Sánchez en un alarde de falta de educación, espetó al Sr. Rajoy la acusación de indecente, rompiendo cualquier posible puente entre ambos.
Para el Sr. Sánchez la corrupción existente en el Partido Popular convierte en indecente al Sr. Rajoy sin apelación posible, aunque nadie haya probado hasta el momento que la corrupción la haya favorecido personalmente sino más bien todo lo contrario y lo mismo puede decirse de los dirigentes del partido socialista.
La corrupción es una lacra de nuestro sistema democrático que afecta por igual a todos los partidos que han gobernado España, pues todos  tienen en sus filas gente sin escrúpulos que se aprovecha de sus cargos para aumentar su riqueza o repartir cargos y favores entre sus parientes y allegados y aunque los corruptos no sean en ningún caso la mayoría de sus militantes, es lo más aireado por los medios de comunicación..
Las ocasiones de corrupción hay que buscarlas en la pluralidad de administraciones y el intrincado bosque de nuestras leyes nacionales, autonómicas y municipales, donde cualquier pícaro hace de las suyas actuando de “conseguidor” y pidiendo para el partido, aunque luego el dinero termine en su bolsillo o en su cuenta suiza. No es necesario poner ejemplos. La picaresca de los españoles tiene siglos de tradición.
En cuanto a los partidos emergentes tampoco están libres de sospecha respecto a la existencia de pícaros y aprovechados. Los populistas han recibido oscuras financiaciones para su partido y el de Ciudadanos, estamos a la espera de conocer sus fuentes de financiación que han  hecho posible pasar de un ámbito autonómico al nacional,  con sospechosa rapidez  
Hay que señalar que el partido UPyD, que fundara Rosa Díaz, no ha podido presentarse a las últimas elecciones por falta de dinero, según confesión de sus dirigentes. Tampoco Santiago Abascal ha podido fletar su partido VOX, sin duda por la misma razón.
En un artículo anterior me preguntaba si seriamos capaces de superar la situación y la duda sigue en el aire. No quiero creer seamos incapaces de dialogar y llegar a acuerdos, aunque si le damos un repaso a nuestra historia encontraremos un siglo XIX lleno de desencuentros, una restauración que funcionó aceptablemente bien mientras dialogaron Cánovas y Sagasta.
La segunda república, que tantas esperanzas suscitó, terminó en una guerra civil en la que el diálogo fue imposible. La CEDA ganó las elecciones del 34 y no la dejaron gobernar, pero el diálogo entre los republicanos no funcionó tampoco y se hicieron la vida imposible unos a otros hasta terminar en el exilio, donde siguieron peleándose.
La transición del 78 pareció que iba a enterrar para siempre nuestras cerrazones y diferencias, aunque se coló en la Constitución el desgraciado Título VIII, que nuestros constituyentes pensaron beatíficamente que resolvería las tensiones independentistas, pero estimuló por el contrario su insaciable apetito.
Después la imprudencia de otro gobernante, su ley de Memoria Histórica y la oferta a Maragall de aprobar el Estatuto de Autonomía Catalán que le enviara, entre otros desafueros.
La incapacidad del Partido Popular para desactivar la etapa de Zapatero, no obstante su mayoría absoluta, le ha llevado a perder parte de los apoyos, dejándolo con una mayoría insuficiente para formar gobierno. España vuelve a estar en horas bajas en las que puede pasar cualquier cosa.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en:





¿Seremos capaces de superar la situación?


Cuando comenzó nuestra andadura democrática después de un largo periodo en que los partidos políticos estaban prohibidos, aparecieron una gran cantidad de ellos formando una curiosa sopa de letras. Pronto fueron desapareciendo aquellas variopintas formaciones y con la desaparición de la UCD y algunos intentos de sucederla, se delimitaron pronto dos partidos de gobierno: el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular, antes Alianza Popular.
Siguieron existiendo pequeños partidos, alguno de ámbito nacional como el que llegó a ser Izquierda Unida y otros de carácter regional en Cataluña y el País Vasco. Estos partidos pequeños sin vocación ni posibilidad de gobernar España, pero si en sus respectivas comunidades autónomas, sirvieron de complemento a los dos grandes partidos cuando le faltaban algunos votos para alcanzar la mayoría, siendo generosamente retribuidos por ello.
Los partidos son necesarios para el funcionamiento de la democracia, cuya razón fundamental es la posibilidad de cambiar de gobierno sin violencia. No es verdad que la democracia sea el gobierno del pueblo, sino el de los partidos que alcanzan el gobierno y el manejo de todo el aparato administrativo. Cuanto más grande es un partido menos democrático es de puertas adentro y menor influencia tienen sus votantes sobre la dirección y programa del partido.
Así pues es falso que los diputados que forman el Congreso representen el pueblo y sus opiniones, sino exclusivamente el influjo de los partidos y su propaganda el día de las elecciones. El día de las elecciones tendría que representar siempre la posibilidad de juzgar las acciones del gobierno y la oposición para cambiarlos o mantenerlos.
Pero después de un largo periodo de alternancia han emergido dos nuevas fuerzas políticas dispuestas a capitalizar el descontento de los votantes de los dos grandes partidos, Ciudadanos sobre todo del PP y Podemos del PSOE.
El descontento con el gobierno de sus propios votantes, se ha ido gestando como consecuencia del incumplimiento de su programa, al dejar intacto el legado de Rodríguez Zapatero,  y sus medidas económicas duramente criticadas por la oposición que se ha dedicado de forma permanente a airear los casos de corrupción como forma de tapar los propios.
La oportunidad de emerger de los dos nuevos partidos se presentó con las elecciones al Parlamento Europeo y se afianzó con las elecciones autonómicas y municipales siguientes. Tanto es así, que en las elecciones del 20 de diciembre, que pusieron de manifiesto la quiebra del bipartidismo, Pablo Iglesias se presentó al candidato del PSOE reclamando la vicepresidencia y varios ministerios clave y Rivera dijo que no formaría parte de ningún gobierno que él no presidiera.
La repetición de las elecciones no ha despejado la situación, aunque ha puesto de manifiesto que el PSOE pierde más votantes que el PP, que C¨s también pierde votantes y que Podemos no ha logrado desplazar al PSOE para convertirse en la única oposición.
Dada la escasa capacidad que tenemos para formar coaliciones de gobierno y ni siquiera de investidura, resulta urgente abordar una reforma electoral que impida que nos convirtamos en un país ingobernable o, quizás peor, que aprovechando la situación de debilidad los separatismos rompan España
Veremos si se impone la cordura  y nuestra democracia, que empezó con la transición, no se vaya al traste o los populistas y sus compañeros de viaje nos lleven a un sistema de dictadura revolucionaria.
Francisco Rodríguez Barragán
 Publicado en