El mensaje del Papa Francisco
para la Cuaresma de este año nos dice que es un tiempo adecuado para
despojarse, por lo que habremos de preguntarnos de qué podemos privarnos a fin
de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza y advierte que la verdadera
pobreza duele, que no valdría un despojo sin esta dimensión penitencial. El
Papa desconfía de la limosna que no cuesta y no duele.
Pienso que los que nos decimos
cristianos no hemos llegado a entender la lógica de Dios expresada en el
evangelio, las sorprendentes afirmaciones de Jesús que llama dichosos,
bienaventurados, a los pobres, a los que pasan hambre, a los perseguidos, que
nos dice que no andemos preocupados por la comida o el vestido. La clave de
todo ello está en el mandato: buscad
primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se nos dará por
añadidura, de propina.
Parte el Papa de la frase de
San Pablo, referida a Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza. Con nuestra mentalidad mundana pensamos que tendría que
enriquecernos con su riqueza, no con su pobreza. Pero efectivamente Cristo, sin
hacer alarde de su categoría de Dios, se despojó de su rango y tomó la
condición de esclavo y actuando como un hombre cualquiera se rebajó incluso a
la muerte de cruz.
Cristo llevó una vida pobre, se
acercó a todos y mostró su opción preferencial por los pobres, los enfermos,
los excluidos, nos dijo que Dios nos ama con amor de Padre, predicó el amor al
prójimo, incluso al enemigo y aceptó voluntariamente la muerte para redimirnos.
Por eso Dios lo levantó sobre todo al resucitarlo demostrando que era el Hijo
de Dios.
La gran riqueza que nos dejó
Cristo, con su pobreza, es mostrarnos la misericordia infinita de Dios y la
única y verdadera miseria es no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
El acceso a las verdades del
evangelio solo es posible a través de la fe y la fe la otorga Dios a todo el
que busca la verdad, pero la verdad compromete y exige un cambio de vida, un cambio de
perspectiva: ver las cosas desde Dios o verlas desde el mundo.
Dice el Papa que podríamos
pensar que el camino de la pobreza fue el camino de Jesús, mientras que
nosotros podemos salvar al mundo con los medios humanos adecuados, pero la
realidad es que eso no ocurre.
El reino de Dios es un reino de
verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de paz y de amor. Qué
lejos está nuestro mundo de ser tal reino pues en él campan a sus anchas la
corrupción, la injusticia, los enfrentamientos, el odio, la lucha por el poder
a cualquier precio. Nuestras riquezas humanas no dejan pasar la acción de Dios
sino que promueven el egoísmo, la desigualdad y la exclusión.
El Papa también nos dice a los
cristianos que estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a
tocarlas, a hacernos cargo de ellas y realizar obras concretas a fin de
aliviarlas para lo cual se necesita que las conciencias se conviertan a la
justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir. ¿Cuántos nos
convertiremos en esta Cuaresma?
Francisco Rodríguez Barragán
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