sábado, 1 de marzo de 2014

Cuaresma: la pobreza que salva



El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este año nos dice que es un tiempo adecuado para despojarse, por lo que habremos de preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza y advierte que la verdadera pobreza duele, que no valdría un despojo sin esta dimensión penitencial. El Papa desconfía de la limosna que no cuesta y no duele.

Pienso que los que nos decimos cristianos no hemos llegado a entender la lógica de Dios expresada en el evangelio, las sorprendentes afirmaciones de Jesús que llama dichosos, bienaventurados, a los pobres, a los que pasan hambre, a los perseguidos, que nos dice que no andemos preocupados por la comida o el vestido. La clave de todo ello está en el mandato: buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se nos dará por añadidura, de propina.

Parte el Papa de la frase de San Pablo, referida a Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Con nuestra mentalidad mundana pensamos que tendría que enriquecernos con su riqueza, no con su pobreza. Pero efectivamente Cristo, sin hacer alarde de su categoría de Dios, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo y actuando como un hombre cualquiera se rebajó incluso a la muerte de cruz.

Cristo llevó una vida pobre, se acercó a todos y mostró su opción preferencial por los pobres, los enfermos, los excluidos, nos dijo que Dios nos ama con amor de Padre, predicó el amor al prójimo, incluso al enemigo y aceptó voluntariamente la muerte para redimirnos. Por eso Dios lo levantó sobre todo al resucitarlo demostrando que era el Hijo de Dios.

La gran riqueza que nos dejó Cristo, con su pobreza, es mostrarnos la misericordia infinita de Dios y la única y verdadera miseria es no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

El acceso a las verdades del evangelio solo es posible a través de la fe y la fe la otorga Dios a todo el que busca la verdad, pero la verdad compromete  y exige un cambio de vida, un cambio de perspectiva: ver las cosas desde Dios o verlas desde el mundo.

Dice el Papa que podríamos pensar que el camino de la pobreza fue el camino de Jesús, mientras que nosotros podemos salvar al mundo con los medios humanos adecuados, pero la realidad es que eso no ocurre.

El reino de Dios es un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de paz y de amor. Qué lejos está nuestro mundo de ser tal reino pues en él campan a sus anchas la corrupción, la injusticia, los enfrentamientos, el odio, la lucha por el poder a cualquier precio. Nuestras riquezas humanas no dejan pasar la acción de Dios sino que promueven el egoísmo, la desigualdad y la exclusión.

El Papa también nos dice a los cristianos que estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y realizar obras concretas a fin de aliviarlas para lo cual se necesita que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir. ¿Cuántos nos convertiremos en esta Cuaresma?

Francisco Rodríguez Barragán




 

De perros y sus dueños



Cada mañana y cada tarde puedo ver en mi barrio un número creciente de personas que sacan sus perros a la calle para que hagan sus necesidades. Hace unos días pude leer en el Ideal de Granada, que en la ciudad hay más de 26.000 perros, uno por cada nueve habitantes.

Según las informaciones que publican algunas empresas relacionadas con la población canina hay en España unos 6 millones de perros y para su alimentación se facturaron 465 millones de euros en 2011.

Podemos observar el espacio que dedican las grandes superficies a productos destinados a los animales, comidas, ajuar, adornos y hasta delicatesen. También aumentan las clínicas veterinarias de 24 horas para su cuidado.

Si hablamos con sus dueños nos contarán con entusiasmo maravillas de sus perros, en cuanto a su comportamiento, fidelidad y cariño, lo cual me parece estupendo, pero me hace pensar que quizás los perros están sustituyendo a los niños: hacen compañía y no dan problemas.

Si miramos los datos de población que publica el Instituto Nacional de Estadística, vemos que aumentan los hogares unipersonales, que el número medio de miembros por hogar viene disminuyendo desde hace más de 30 años, que las parejas sin hijos han pasado de tres millones en 2001 a cuatro millones y medio en 2011, que las personas con más de 65 años se acercan a los 8 millones, de las que cerca de 2 millones viven solas, quizás podamos comprender los cambios que se están produciendo en nuestra sociedad.

Si antes los perros vivían en la sociedad rural, colaborando en tareas de vigilancia de los hogares, del ganado o de la caza y alimentándose con resto de comida, ahora están asentados en la  sociedad urbana, viviendo dentro de las viviendas de sus dueños, alimentados y adornados con productos fabricados y comprados para ellos. No me refiero a los grandes perros que abundan en las urbanizaciones de las ciudades dormitorio, que pueden tener una misión  defensiva, sino  a los que son paseados a diario por sus dueños por las calles y paseos de nuestras ciudades.

Relacionando la disminución de la natalidad y el aumento de los perros de compañía, se me ocurre pensar, quizás equivocadamente, que estos perros son sustitutivos de hijos o de nietos donde volcar el cariño y la ternura no utilizada y el envejecimiento de la población y los problemas de soledad.

Recibí hace poco una presentación, en la que un desnutrido niño africano preguntaba a otro niño occidental si era verdad que en nuestros países comprábamos comida para los perros, les poníamos vestidos, les facilitábamos cama y casa caliente. Al verlo sentí una dolorosa sensación. La famosa globalización, que tanto beneficia a las multinacionales, no parece servir para conjurar la globalización de la indiferencia, que dice el Papa.

Los animales que acogemos en nuestras casas y a los que les facilitamos todas las comodidades, los dejamos incapacitados para resolver su vida, de acuerdo con su naturaleza, si los dejamos abandonados se mueren atropellados o de hambre. Dice mi ayuntamiento que cada día se reciben seis avisos para recoger a perros vagabundos o atropellados.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

 

La sofrosine necesaria


 


Si preguntamos a la gente si saben lo que es la sofrosine seguramente pensarán que se trata de algún medicamento. Algunos quizás sepan que se trata de un término griego que puede significar la templanza, la moderación, el dominio del espíritu sobre el cuerpo, es decir el autodominio de las propias pasiones, el honesto vivir que dirían los romanos. Que el espíritu domine los instintos y frene las pasiones sería la realización de la sofrosine.

No es raro que el término resulte bastante desconocido para la gente, ya que llevamos varias generaciones en las que no se educa a la juventud para la moderación y la templanza, sino para el goce y disfrute de los placeres sin límite ni responsabilidad.

No dudo que haya un sector de gente que cultive su espíritu y domine sus pasiones, pero lo que predomina en el ambiente es lo contrario. Hablar del espíritu de forma seria se tiene como algo de mal gusto, como querer volver a épocas superadas. Gozar del alcohol, de la drogas y del sexo sin limitaciones viene a ser la meta de mucha gente. Dominarse a sí mismo,  para llevar una vida honesta y austera, se considerará una estupidez para los que han ido creciendo en la satisfacción de sus caprichos, en la exaltación de todos los placeres.

La distinción en cada uno de nosotros del cuerpo formando parte de la naturaleza y del espíritu del mundo de los valores, de la verdad, del bien, de la libertad y la necesidad de armonizarlos para que sea el espíritu, y no la ciega naturaleza, quien rija nuestras vidas, apenas si merece atención. El culto al cuerpo resulta más absorbente que cualquier otra cosa.

Desde los años sesenta del pasado siglo en los que estalló la revolución sexual y el movimiento hippie, el mundo ha sufrido una profunda transformación. Se produjo la eclosión de la ideología de género al mismo tiempo que se descubrían y comercializaban los anticonceptivos. Las mujeres fueron convencidas por los desaforados gritos de Simone de Beauvoir, de que tenían que liberarse de la trampa de la maternidad, de las ataduras de la naturaleza, para conseguir la plena igualdad con los hombres.

Los anticonceptivos ofrecieron a las mujeres la oportunidad de ejercer una sexualidad activa sin riesgo de embarazo, de librarse de la maternidad, de gozar de otras formas de sexualidad. El matrimonio y la familia, en gran parte,  perecieron en el tumulto.

La sexualidad dejó de ser un vínculo amoroso abierto a la constitución de una familia, donde los papeles de padre y madre, de esposo y esposa, estaban llenos de sentido a entenderse como un producto cultural que puede cambiarse a voluntad de las personas y de los gobiernos. La relación hombre/mujer puede cambiarse por la relación mujer/mujer, hombre/hombre y cualquier otra combinación que se presente. Las relaciones sexuales entre niños y adultos están tratando de ser legalizadas en algunos países.

La educación entendida como sacar de cada educando lo mejor de sí mismo, ayudarle a ser persona, ha pasado a ser una información interesada de los valores, fobias, filias e ideologías de los educadores. Reducir  la sexualidad a facilitar información sobre anticonceptivos, preservativos y píldoras, ha llevado a la situación actual: sin educación en la sofrosine, la templanza y el dominio de sí mismo, las pulsiones sexuales se convierten en urgencias inaplazables que terminan en embarazos y en abortos.

Mientras tanto seguimos discutiendo si hay que legislar plazos o casos para abortar, mientras nadie se ocupa de una educación capaz de hacer personas capaces de someter su cuerpo a su espíritu, sus pasiones a la razón, capaces de amar y respetar, de establecer relaciones sólidas, de crear una familia, de ser padres y madres y no simples juguetes sexuales de usar y tirar.

Francisco Rodríguez Barragán