A lo largo de los siglos han
existido visionarios que han imaginado sociedades perfectas, paraísos en la
tierra, utopías que en algunos casos han tratado de llevarse a la práctica con
tristes y lamentables resultados. Muchas sectas han intentado crear comunidades
de “perfectos”, ideologías políticas han impuesto a sangre y fuego modelos de
organización social que han resultado gravosas e insufribles para los
ciudadanos, derrumbándose con estrépito.
El estado de bienestar, regido
por unos gobernantes democráticos, que nos iban a cuidar desde la cuna a la
tumba, para que pudiéramos vivir seguros
y felices, no pensábamos que fuera una utopía más, ha crecido con éxito y se ha
mostrado como el modelo al que todos los pueblos tendrían que aspirar.
Pero tengo la sospecha de que
el modelo ha entrado en una grave crisis,
que no parece ser transitoria como las que se produjeron en el pasado
siglo. El mundo occidental está dejando
de ser quien decide sobre los recursos del planeta, está envejeciendo a gran
velocidad, lo que significa una especie de suicidio, pues mientras nuestra
población se reduce, otros pueblos que crecen, ocuparán nuestro lugar.
La globalización ya está siendo
gestionada por las poderosas minorías financieras que no están ligadas a ningún
país concreto sino a sus propios intereses. Los gobiernos resultan cada vez más
mediatizados por decisiones que les vienen impuestas desde otras instancias,
siguiendo mecanismos que los ciudadanos desconocemos.
Mientras tanto vemos que crece
el desempleo, que el trabajo asalariado al que estábamos acostumbrados se
evapora. Nuestras empresas cierran o se instalan en los países emergentes. Se
recortan los sueldos, peligran las pensiones, la educación se deteriora, la
sanidad para una población cada vez más vieja resulta cara y problemática…
Entonces nos indignamos, renegamos
de nuestros políticos y sus corrupciones, de la nefasta partitocracia, de las
onerosas autonomías, de la transición y de la constitución del 78.
La utopía del estado de
bienestar, que el anterior gobierno infló como un globo con “nuevos derechos”:
a la sexualidad sin responsabilidad, a la contracepción y al aborto, a una
educación sin esfuerzo, a un hedonismo rampante, más aeropuertos, más AVES, más
polideportivos, más universidades, más de todo y todo gratis, parece que se
está derrumbando y de inmediato se alzan voces “indignadas” que proponen nuevas
utopías: democracia asamblearia, viviendas de balde, creación de más empresas
autonómicas o municipales donde tener un sueldo seguro, tomar el congreso,
perseguir a los políticos, crear un “orden nuevo” para seguir disfrutando del
agonizante estado de bienestar.
Todas las especies que viven en
libertad son capaces de buscar su propio sustento y atender a sus crías, las
que “liberamos” de estas obligaciones y les damos pienso y establo vivirán más
cómodas pero terminarán sacrificadas. Si dejamos de proporcionarle comida y
agua seguramente morirán, serán incapaces de vivir por sí mismas.
Espero que las personas acostumbradas
al estado de bienestar, si éste se hunde, sean capaces de buscar otras formas
de vida en libertad.
Francisco Rodríguez Barragán