viernes, 3 de agosto de 2018

Subsaharianos




            ¿Quiénes los traen hasta nuestras costas?
Todos los días llegan a nuestras costas un número creciente de personas procedentes de la llamada África subsahariana o África negra, sin salida al Mediterráneo. Son países ricos en materias primas que fueron explotados por los europeos que los colonizaron y que al llegar la descolonización, que se hizo rematadamente mal,  se dio vida a oligarquías nacionales que no buscaron sacar a sus países de la pobreza sino continuar la explotación de la gente.
Como partieron de la división territorial que hicieron los países europeos que se repartieron África, se encontraron dentro de muchos de esos países distintas etnias que pronto se enzarzaron en un sinfín de guerras tribales, seguramente instigados por los antiguos colonizadores que seguían buscando sus propias ganancias.
Pienso que es fácil entusiasmar a la gente joven de estos países con el paraíso europeo y las mafias, siempre dispuestas a hacer negocio, han organizado un sistema de transporte, previo pago de su importe, para llegar al Mediterráneo y saltar a Europa. No es creíble que crucen el desierto andando para llegar a Marruecos y desde allí cruzar el mar o saltar la valla de Ceuta.
Claro que estas mafias del transporte de personas tienen que asegurar la llegada de la clientela. Si varias expediciones sucumbieran en el mar disminuirían sin duda los expedicionarios que, recuérdese, pagan un caro pasaje, quizás sufragado por sus familias.
Como estos mafiosos suelen ser más avisados que nuestros “humanitarios gobernantes” ya se encargan de contactar con ONGS que salgan al rescate de la gente y si alguno se ahoga la culpa será de nuestro gobierno, “que no se cuida suficientemente de los derechos humanos de estos emigrantes”.
Los inútiles organismos internacionales, como la ONU, no son capaces de trabajar por el desarrollo del África negra. Quizás piensan que para terminar con la pobreza lo más eficaz es matar a los pobres, por eso el interés humanitario de estos tinglados es repartir preservativos y exigir la legalización del aborto. Esta gente está mal porque tiene muchos hijos y se quedan tan tranquilos.
Pero no hacen nada para conseguir unas relaciones comerciales justas, ni por terminar los conflictos tribales, ni la esclavitud, ni el tráfico de armas…
Visto desde otro ángulo una España y una Europa envejecidas, es la ocasión de utilizar el medio lento pero seguro de irlas haciendo desaparecer sustituyendo una población por otra. Quien se dé cuenta de ello pues a silenciarlo por todos los medios, colgándoles el sambenito xenófobos o de fachas. Ahí están dos naciones: Polonia y Hungría que se resisten a someterse a las directrices de “estos más altos y severos organismos” Unión Europea y ONU.
Esto de los más altos y severos organismos me trae a la memoria la Cárcel de Papel de aquella, en mi opinión, magnifica revista La Codorniz de Tono, Mihura, Kalikatres y Álvaro de la Iglesia, entre otros, cuyo lema era “donde no hay publicidad resplandece la verdad”.
El papel del reino de Marruecos en todo esto sería digno de desentrañarlo. Leo que allí están ahora Rodríguez Zapatero y Moratinos, preparando la visita del Gran Hermano Pedro Sánchez. Seguro que ellos lo arreglan, ¿no?.
Francisco Rodríguez Barragán
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¿Hay moros en la costa?



            Ya no vienen piratas berberiscos sino pateras cargadas de emigrantes   que han pagado su viaje para llegar a España, a Europa.
En la costa del Mediterráneo hay de trecho en trecho unas torres antiguas que tenían la finalidad de vigilar si se acercaban embarcaciones de piratas berberiscos y defenderse de sus ataques e incursiones.
Cuentan que el gobernador de la Alhambra,  Hurtado de Mendoza, preguntaba cada mañana: ¿hay moros en la costa?, pues cuando la guerra de las Alpujarras existía el temor de que llegaran refuerzos para apoyar el levantamiento morisco, de ahí la pertinencia de la pregunta que seguimos utilizando cuando queremos preservar nuestras acciones o palabras de ojos y oídos indiscretos.
Hoy nuestra preocupación no es que vengan moros piratas sino barquichuelos cargados de subsaharianos (o de donde sean), que llegan a nuestras costas y hay que sacarlos del agua y facilitarles una manta o toalla roja, comida, alojamiento y asistencia sanitaria.
 Aunque la menor distancia entre España y África sea el estrecho de Gibraltar no tengo noticia de que llegue allí ninguna patera, ni que los de la Roca participen en el salvamento marítimo de estos emigrantes.
También nos preocupa la frontera con Marruecos de las ciudades de Ceuta y Melilla y nos defendemos, con poco éxito, de los asaltos a la valla, como camino para entrar en España.
Parece claro que cruzar el mar no es gratis y que existen organizaciones mafiosas que hacen su negocio y que están conectadas con diversas ONGs, que tienen hasta barcos, para asegurar que los que abonaron el precio del pasaje lleguen vivos a España, Italia o donde sea.
Cuando la burbuja inmobiliaria se veían bastantes africanos trabajando de albañiles pero hoy, después de recibirlos con toda solemnidad, los vemos de manteros o dedicados a la venta ambulante de baratijas y a cobrar la subvención del estado. También hay africanos acomodados que suelen ser buenos vecinos o deportistas de élite que no llegaron en pateras.
Mientras andamos enzarzados en nuestras encarnizadas luchas partidarias, España va envejeciendo. Como dice Don Alejandro Macarrón, que ha publicado un libro que lleva el inquietante título “El suicidio demográfico de España,” somos un país envejecido con cada vez menos mujeres en edad fértil, que tienen apenas un solo hijo ─y cien mil abortos provocados─ pero esto no inquieta a los políticos como el deterioro demográfico es muy lento a ningún político se le piden cuentas de este desastre.
Dice también que si mejorara la natalidad no se notaría hasta dentro de 20 años, por lo que creo que carece de interés para los políticos que solo piensas en las siguientes elecciones y no en las futuras generaciones.
El problema del déficit de natalidad no es solo cuestión de ayudas económicas sino de una revalorización de la familia y de la maternidad.
Un ministro de trabajo en tiempos de Zapatero, puso en circulación lo de “papeles para todos” pensando que los problemas demográficos podían resolverse con los emigrantes y el multiculturalismo, lo que resulta improbable.
Dice asimismo el señor Macarrón, a quien merece la pena leer, que si no logramos compatibilizar el estado de bienestar con una natalidad suficiente, perderemos el bienestar y terminaremos desapareciendo.
Como es lógico si vamos desapareciendo seremos sustituidos por otros pueblos que estarán esperando simplemente a que nos vayamos muriendo de viejos.
Si no conseguimos revalorizar la familia estable y la maternidad, no les quepa duda de que lo que dijo Gadafi ocurrirá: conquistaremos Europa con el útero de nuestras mujeres.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
Publicado en el brief ACTUALL del 30 julio 2018




Cualquier motivo sirve para el griterío



            Algo marcha mal en una sociedad cuando se ve normal el vandalismo en           que suelen convertirse las manifestaciones
No entiendo que la celebración en Francia de su victoria en el mundial de Rusia se convirtiera en una salvajada con destrozo de escaparates, automóviles y mobiliario urbano acompañado de un estridente griterío y enfrentamiento con la gendarmería, según pude ver en la tele. Jóvenes que saltaban de alegría por haber destrozado una luna o desvencijado un automóvil. No lo entiendo.
Tampoco entiendo que bandadas de hooligan se dediquen a armar camorra allá adonde llegan enfrentándose a la policía y destrozando lo que se pone a su paso de bárbaros salvajes.
Más cerca, también entre nosotros hay monstruosas despedidas de soltero (y solteras) que montan verdaderas escandaleras, molestando a los vecinos de calles y plazas, llevando su salvajismo al interior de los medios de transporte, incluido algún avión. Se pide a las autoridades la prohibición de estos eventos, lo mismo que los botellones, donde el alcohol hace estragos, y dejan toneladas de basura donde se reúnen a beber y a lo que se presente.
Toda la tecnología de la comunicación que conocen tan bien los jóvenes y otros menos jóvenes, no compensa su absoluto su falta de educación y de civismo. Quizás son ya varias generaciones en las que la educación y su transmisión de padres a hijos brilla por su ausencia.
Son generaciones que pueden haber recibido bastante instrucción pero que nadie ha educado. Inicialmente el ministerio no se titulaba de educación sino de instrucción pública, porque se tenía claro que la educación no tenía que facilitarle el estado sino que a los institutos y universidades había que llegar educado desde casa.
Pero la familia, en trance de desaparición, cree que es el estado quien debe educar a los niños, lo cual es un paso fundamental para el adoctrinamiento en todas las ideas que llevan al totalitarismo. En vez de proclamar e insistir que la educación es un derecho y una obligación de la familia, se pone en marcha el sucedáneo de la asignatura de “educación para la ciudanía” para llevar a todos los espacios educativos, desde el jardín de infancia a la universidad, ideas disolventes: ideología de género donde se inculca que el sexo no es una realidad biológica y complementario sino un variado constructo social donde elegir , un ultra feminismo que proclama la lucha de sexos, la propaganda de cualquier método anticonceptivo, incluido el aborto, reforzado todo ello con leyes que penalizan a quien piense lo contrario, a quienes se opongan a esta deriva disolvente.
Al lado de mi domicilio hay una tapia en la se ha escrito con grandes caracteres “no queremos más trabajo, sino su abolición” y otro “el trabajo mata” y lindezas como estas por todo el barrio, firmadas por los anarquistas con su A rodeada de un circulo.
Cuando se habla constantemente de que padecemos determinadas fobias, quizás habría que incluir también la fobia al trabajo. Me cruzo con muchos jóvenes entre 20 y 30 o más años, que por su atuendo, tatuajes y pelaje no van a ninguna entrevista de trabajo. Parece que se aceptan mejor los pantalones rotos de las mujeres, que deben ser el no va más de la moda.
Como hoy me siento pesimista recuerdo que toda situación es susceptible de que empeore.
Francisco Rodríguez Barragán
 Publicado en
Publicado en ACTUALL del 23 de julio 2018


Armas silenciosas para guerras tranquilas



            Son las armas de manipulación masiva de la propaganda y las guerras que        estamos perdiendo cada día sin enterarnos
Aunque la revolución comunista no consiguió extenderse a la Europa Occidental después de la II Guerra mundial,  los revolucionarios neo-marxistas siguen empeñados en provocar constantes revoluciones. Gramsci ya advirtió que para imponer el totalitarismo era necesario hacerse con la educación, ocupar desde los parvularios a las universidades.
Noam Chomsky ha teorizado sobre todo ello y ha acuñado el lema de “armas silenciosas para guerras tranquilas” como un método eficaz para ir transformando el mundo entero con un Nuevo Orden Mundial, empezando por Occidente o mejor quizás por Hispanoamérica, donde llevan bastante adelanto en la tarea revolucionaria.
Lo importante para esta revolución en curso es dejarnos sin identidad y lo están consiguiendo. Nuestras señas de identidad han sido siempre: ser hombre o mujer, formar parte de una familia, tener una patria y una historia pues a la vista está que todo ello se está hundiendo abatido por las armas silenciosas de la manipulación masiva de todos los medios posibles.
Hemos pasado rápidamente de lo impensable a lo aceptado socialmente, y desgraciado de quien se oponga.
¿Quién podía pensar que la sexualidad dejara de formar parte de la intimidad de cada persona para ofrecerse en espectáculo de mal gusto? ¿Quién podía pensar que cualquier hombre, por el hecho de ser hombre, iba a ser sospechoso de machismo? Una cosa es el derecho de cada persona a no ser discriminado y otra que los discriminados seamos los demás. Orgullo ¿de qué?
El feminismo feroz y la ideología de género, un par de “armas silenciosas”, aunque ruidosas, están ganando la batalla en estas “guerras tranquilas”. No hay cañonazos ni disparos en esta guerra pero sí hay bajas: millones de niños abortados sin remordimiento.
El canto de sirena de una libertad sin ataduras, y la propaganda de varios modelos de familia, están acabando con la familia compuesta de un padre y una madre, abierta a unos hijos a quienes educar, a quienes transmitir valores compartidos, base esencial de la sociedad. Las rupturas familiares, los hijos extramatrimoniales y los hogares sin hijos, son también las ruinas que producen las batallas de esta “guerra tranquila”
Otra seña de identidad era la vivencia religiosa, que va quedando reducida a manifestaciones folclóricas o a ONGs ocupadas en labores asistenciales y reparto de alimentos, pero sin decidida proclamación del Evangelio de Jesús en toda su integridad. Otra batalla que también se va perdiendo.
Y por si fuera poco han conseguido introducir el multiculturalismo como una forma de ir sustituyendo a una población por otra.
Como imaginara Orwell, la historia se está reescribiendo constantemente para que las nuevas generaciones no tengan claro nada de su pasado, el que nos fue constituyendo como nación soberana y que, cada vez más, es una seña de identidad perdida, de la que no se habla si no es para vituperarla y arrancarla de cuajo o para irla rompiendo rápidamente estimulando nacionalismos egoístas y disgregadores, mientras se va cayendo en una Unión Europea que, paso a paso, merma la soberanía de sus socios.
La derecha, la izquierda, el centro ¿son conscientes de que estamos en una guerra, por muy tranquila que se presente, o solo les interesan los beneficios de la política, del poder?.
No es casualidad que el magnate Soros se haya apresurado a visitar al presidente del gobierno, seguro que para darle instrucciones sobre lo que se espera de él en el proceloso mundo del dinero.
Imagino que todo esto se ha planeado con escuadra y compás ¿entendido?
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
Publicado en ACTUALL del 13 de julio de 2018

¿La muerte es el final?



            Yo creo que después de la muerte habremos de dar a Dios cuenta de nuestra    vida y que no volvemos a la nada sino a la vida eterna. 
Cada día nos despachamos los noticiarios con reseña de las personas que han fallecido de forma violenta y el correspondiente aviso de que el ayuntamiento donde vivía cada uno decreta tres días de luto.
De los que mueren de enfermedad o de vejez en el hospital o en su casa quizás se enteren los vecinos de su bloque de pisos y sus familiares, a veces, encargarán una misa en la parroquia. Unos y otros pasarán al olvido.
La muerte es la única realidad de la que tenemos certeza: si estoy vivo tendré que morir. Podremos alargarla gracias a médicos y tratamientos durante algún tiempo pero al final moriremos sin remedio. También puede acortarla cada cual si se suicida o comete excesos o pueden acortárnosla con la eutanasia que ahora pretender promocionar.
Seguramente preferimos no hablar de ello. Para no asustar a la gente los curas cada vez predican menos sobre la muerte, ni siquiera en los entierros en los que, con frecuencia, lo que se hace es un panegírico del muerto, dando por supuesto que Dios lo habrá perdonado.
Pero la realidad que yo percibo es que la gente no cree en la existencia de Dios, o vive como si no existiera, y tampoco cree que haya otra vida en la que habremos de dar cuenta de lo que hicimos en ésta. Más bien piensan que después de la muerte volveremos a la nada, lo cual me parece horrible que tengan el mismo destino los asesinos que sus víctimas, los culpables que los inocentes.
No creer en la existencia de un Dios que nos pida cuentas tiene la ventaja de creernos libres para decidir sobre lo bueno o lo malo, sin reglas ni prohibiciones, salvo las que nos impongan las leyes decididas por los políticos, que se creen con poder para legislar cualquier cosa, siempre que tengan votos suficientes, como por ejemplo la ideología de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la educación para la ciudadanía por encima de los padres, la legalización del aborto o la promoción de una sexualidad sin compromisos o gravar con impuestos a todos los ciudadanos para gastar sin freno ni control, ni eficacia.
El Libro de la Sabiduría escrito antes de Cristo reflexiona sobre el hecho inevitable de la muerte y naturalmente de la vida y dice que los impíos llegan a la conclusión de que si todo acaba con la muerte, “comamos y bebamos que mañana moriremos” lo cual desencadena el egoísmo brutal de aprovechar la vida al máximo, según quiera o le apetezca. En cambio los justos, los que creen en Dios, saben que están en sus manos y no les alcanzará tormento alguno.
Para los creyentes, los que tienen fe, los que escuchan el evangelio de Jesucristo, la muerte no es el final como dice la canción que se canta en el ejército, la muerte es el principio de la verdadera vida, la que no tiene fin y en la que gozaremos de la presencia de Dios.
Mucha gente vive sin esperanza y trata de gozar de esta vida que se acaba a cambio de lo que sea, pero puede perder la otra, la que no se acaba, simplemente por dejarse arrastrar por la multitud de los que anuncian las bondades de un mundo mejor  que nos traerá la falsa democracia, la falsa libertad, la falsa idea de que no necesitamos a Dios para nada.
Francisco Rodríguez Barragán
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Publicado en ACTUALL del 6 de julio de 2018