viernes, 26 de abril de 2019

Aprender inglés pero amar el español


            Aplaudo que se quiera aprender inglés pero me apena que no se ame de          corazón  el español, su lengua, su vocabulario, su literatura.
Se dice que quien dos idiomas sabe dos hombres vale, aunque saber bien los dos idiomas, el propio y el aprendido no es cosa fácil. Conocer la propia lengua exige hacer un uso correcto de la misma, su vocabulario, sus reglas y su literatura y lo mismo de la que se aprenda.
Me parece muy bien la cantidad de personas que aprenden el inglés. Cerca de mi casa hay por lo menos tres academias funcionando a pleno rendimiento pues el lenguaje de las redes sociales y el uso de internet lo hace imprescindible. Cuando yo era joven, que no había internet,  se estudiaba más el francés.
Pero una lengua no es solo conversación sino literatura y no sé si los que se afanan por aprender el inglés tienen algún interés por conocer a Shakespeare y Joyce, o solo por conseguir un mejor manejo de las aplicaciones informáticas.
Este año ha sido concedido el premio Cervantes a una anciana uruguaya, Ida Vitale, que pronunció un discurso impecable en un magnifico español, esa lengua que usan millones de hispanoamericanos, pero que, a mi entender, resulta bastante maltratada en España.
Con una mentalidad cateta y provinciana se posterga el español en España, con el uso de hablas que fueron siempre minoritarias y locales, pero que quieren imponerlas como obligatorias algunas regiones que ahora se llaman pomposamente comunidades autónomas. Que yo sepa nunca se prohibió que los habitantes de cada lugar usen, junto con el español, hablas propias y dejes particulares.
En mi tierra andaluza podemos distinguir la forma de hablar de un sevillano de la de un granadino, de un malagueño o de un jienense, pero no se nos ocurre reivindicar como lengua propia los andalucismos que utilizaban en sus comedias y sainetes los hermanos Álvarez Quintero.
Nombrar a Granada, nuestra bella ciudad, como Graná no pasa de un inocente localismo pero no aprobaríamos en manera alguna que en los indicativos de las carreteras española se sustituyera Granada por Graná, como se han sustituido tantos nombres de lugares españoles por denominaciones locales: La Coruña por A Coruña, Lérida por Lleida, Hondarribia por Fuenterrabía y tantas otras.
A nadie le produce extrañeza que citemos a Nueva York en lugar de New York o Londres en lugar de London o a la Costa Azul en lugar de Côte d’Azur, pero a mí me produce extrañeza leer Alacant en lugar de Alicante.
Aprendí de niño, en un solo libro ─la Enciclopedia de Dalmau y Carles─ por cierto catalana, la gramática española, las matemáticas y la geometría, la geografía y la historia de España desde los romanos al descubrimiento de América, en un estupendo español, que echo de menos cuando oigo hablar sin tener en cuenta las reglas de género y concordancia.
Repito que me alegro de que cada vez haya más gente que estudie inglés pero que, por favor, no olviden el español, su lengua, su literatura y su vocabulario. Quedó sorprendido cuando hablo con inmigrantes que proceden de Ecuador, de Perú o de Panamá y que usan un vocabulario más rico que el nuestro.
El gran tesoro de nuestro Siglo de Oro era el imperio de nuestra lengua, lengua que los hispanohablantes utilizan para ofrecernos una riquísima literatura. Alguien ha dicho que nuestra patria es nuestra lengua y nuestra lengua es la española, aunque por necesidades técnicas tengamos que aprender inglés.
Francisco Rodríguez Barragán
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sábado, 20 de abril de 2019

¿Creemos en Dios y en Cristo resucitado?





            Quizás nos hemos convertido en nuestros propios dioses para decidir el            bien y el mal, la virtud o el pecado.
La Semana Santa carece de sentido sin la resurrección de Cristo. Sin la alegría del mensaje de la Pascua todo queda en bellas imágenes pero sin trascendencia, sin fuerza para hacernos cambiar.
En cualquier museo podemos encontrar pinturas y esculturas bellísimas que se muestran a nuestra contemplación meramente estética pero sin ninguna finalidad religiosa.
En estos tiempos posmodernos en que nos creemos suficientes para determinar lo bueno y lo malo, el bien y el mal, sin ninguna referencia a un Dios supremo, ni siquiera a una ley natural, como orientación de nuestras acciones, el evangelio de Jesús, su muerte en la cruz ¿nos dice algo?
Pero si es verdad que Cristo murió pero volvió a la vida, la cosa cambia pues significa que después de esta vida hay otra que no se acaba a la que estamos llamados en virtud de su sacrificio, del que todos podemos beneficiarnos si creemos en El, si le seguimos aunque sea en el último momento.
Desde el relato de la creación han estado presentes en nuestro mundo Dios y el demonio, el tentador que deslizó en la oreja de Adán la taimada afirmación de que desobedeciendo a Dios seriamos como dioses, dueños del árbol de la ciencia del bien y el mal. El demonio ha seguido insistiendo a lo largo de los siglos pero con la habilidad de desaparecer de nuestro horizonte. Lo mismo que la gente no cree en Dios también ha dejado de creer en el demonio.
Cuando los discípulos de Jesús le pidieron que los enseñara a orar les dejó la oración del padrenuestro que termina con una doble petición: “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. No dice en las tentaciones sino en la tentación, la fundamental, la de querer ser como dioses y librarnos del mal, del maligno, del diablo Satanás que se rebeló contra Dios en algún momento misterioso, al grito de “no te serviré”, engañó a la primera pareja humana que perdió el paraíso como nos relata el Génesis, aunque Dios prometió un salvador, un mesías, Jesús el Señor. Arrojado el demonio de la presencia de Dios sigue siendo señor del mundo y continúa sin descanso su guerra contra Dios y los hombres, hasta el fin del tiempo.
¿Acaso no resulta grave que las personas de estos tiempos dejen de creer en Dios y en la ley que fue revelando a través de patriarcas y profetas y por último proclamada por su Hijo Jesús de Nazaret?
Los diez mandamientos son ignorados y ridiculizados. No hay más leyes que las que nos dictan los parlamentos que se dicen democráticos, pero que deciden que el aborto es un derecho, que puede ser legalizada la eutanasia, que las personas pueden decidir sobre su sexo al margen de la biología, que pueden contraer matrimonio personas del mismo sexo, que hay muchos modelos de familia, es decir, la familia como educadora y transmisora de valores ha dejado de existir, que será el estado el que decida la educación de nuestros hijos, que la fornicación o el adulterio son antiguallas descatalogadas, que la relaciones entre hombres y mujeres resultan cada vez más confusas. ¿No tendrá el demonio nada que ver en todo esto?
Ojalá que la resurrección de Cristo, la Pascua que celebramos, signifique un cambio en nuestras vidas y volvamos a confiar en Dios-Padre y en la salvación que nos ofrece Cristo, el Señor.
Francisco Rodríguez Barragán
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jueves, 11 de abril de 2019

Semana Santa


            ¿En un mundo tan alejado de Dios tienen sentido las procesiones con   Cristo en la Cruz y la Virgen Dolorosa?
Llega la Semana Santa, la gente va de un lado a otro, comienzan las procesiones, largas filas de penitentes con túnicas y capirotes de determinado color, bandas de música y unos pasos en los que se muestra la pasión de Cristo o el dolor de la Virgen.
Me pregunto si los que van en las procesiones, y los que las contemplan como espectadores, sienten algo del misterio de ese Cristo que muere en la cruz por los pecados de los hombres de todos los tiempos o simplemente miran sin más emoción.
En este tiempo en el que Dios resulta cada vez más ausente y las personas cada vez más alejadas de cualquier sentimiento de culpa, de pecado, de necesidad de perdón, la Semana Santa ¿sigue teniendo sentido?
La resurrección de Cristo, su vuelta a la vida después de pasar por una muerte atroz, ¿nos alegra con claridad de Pascua cuando se celebra el domingo o pasa casi desapercibida para la mayoría de la gente?
Este año la batahola de las elecciones y sus propagandas seguramente llegarán a más gente que la muerte y resurrección de Cristo y es una pena. Políticos,  batallas electorales, luchas por el poder, todo irá pasando mientras que Cristo permanece siempre, con el corazón abierto, a la espera de que alguien responda a su amor, a su invitación a seguirlo para entrar en la vida que no se acaba.
Nuestros políticos no nos dejarán a todos satisfechos, nos defraudarán a poco que empiecen a gobernar, es seguro que el bien común, las necesidades de todos no serán tenidas en cuenta, aunque algunos lo intenten. La política no resolverá nuestros problemas, nuestras inquietudes y seguiremos envejeciendo sin pausa, pero cualquier momento es bueno para volvernos hacia Dios, pedirle que nos acoja y perdone y también para que nosotros perdonemos a nuestros prójimos, familiares, amigos y enemigos,  vecinos, competidores.
Amar a Dios y amar al prójimo fue lo que Cristo nos repitió durante su vida y sigue repitiéndolo hoy desde esa imagen de la procesión, desde el silencio de un templo, desde el Sagrario donde quiso quedarse para siempre para estar cerca de nosotros.
Ya sé que la gente de hoy, incluso los que se dicen cristianos han desertado de la Iglesia, son pocos los que van a misa cada domingo, los que se arrodillan en silencio, los que rezan sin desfallecer, los que se arrepienten de sus pecados.
Desde este pequeño artículo invito a quienes me lean a que no se alejen de la Iglesia y si se han alejado a que vuelvan al calor de un Jesús que nos ama sin medida, que es más grande su amor que nuestros pecados y que nos dejó por madre a la suya cuando moría en la cruz.
Aunque nos hayan tratado de convencer de que no necesitamos a Dios para nada, que nos bastamos a nosotros mismos para decidirlo todo, que los valores de estos tiempos son el dinero, el placer y el poder y que más allá de la muerte no hay nada, miremos aunque sea por un momento a María, la Virgen Dolorosa, nuestra Madre, cuando pase la procesión y quizás suene algo en nuestro interior.
Francisco Rodríguez Barragán  
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http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/38226/2019-04-13.html

viernes, 5 de abril de 2019

El aborto en España, evolución y consecuencias


            Somos un país que se suicida: disminuyen los niños y aumentan los viejos
Casi al mismo tiempo que se manifestaba en Madrid la “España vacía” el Instituto de Política familiar (www.ipfe.org) presentaba su informe sobre el Aborto en España, en el que señala que el aborto es una de las causas del déficit de natalidad en España y que ha invertido la pirámide poblacional, lo que hace problemática la mera supervivencia de España, tal como ha sido hasta ahora.
Pienso por mi parte que una España envejecida queda abierta a ser sustituida  por la migración de otros pueblos que esperan simplemente a que nos vayamos muriendo para sustituirnos y ocupar nuestras casas. Seguro que no se está llegando a esto por mera casualidad, por el simple hecho de que los tiempos cambian, esta situación ha sido pensada e impulsada por fuerzas poderosas que, desde la sombra, dictan sus instrucciones que tanto la izquierda como la derecha obedecen sin rechistar.
Gobernando el partido socialista se produjeron 1.182.227 abortos  y gobernando el partido popular 1.108.457. Las leyes abortistas que promulgó el PSOE se han consolidado por el PP que, a pesar de haberlas recurrido y olvidado ante el Constitucional y no las abolió ni modificó a pesar de la mayoría absoluta del presidente Rajoy. Tampoco el nuevo presidente del PP parece muy dispuesto a modificarlas. Dice, incluso, que se trata de algo consolidado y el alegato del Sr. Suarez Illana  sobre la cuestión ha sido fuertemente criticado no solo por los adversarios sino por su propio partido, el PP.
Cualquiera podría pensar que con la proliferación de medios y métodos anticonceptivos el aborto, que arranca violentamente del vientre de su madre al concebido, resultaría innecesario, pero no ha sido así sino que el aborto se usa como un método anticonceptivo más, con la inquietante circunstancia de que 4 de cada diez mujeres que abortan ya habían abortado con anterioridad, el 13% lo hicieron más de dos veces y el 5% más de tres, lo que indica que el aborto se toma por muchas mujeres y sus parejas como un mero trámite.
En 2017 el número de abortos registrado fue de 94.123 equivalente a un tercio del déficit de natalidad que tiene España, cuya índice de fecundidad es de 1,31 hijos por mujer, totalmente insuficiente para hacer posible el reemplazo generacional lo que hará inviable, por ejemplo,  el mantenimiento del sistema de pensiones de la Seguridad Social, tal como lo conocemos.
Otro dato que aporta el informe es que hay nada menos 212 centros abortivos que mueven más de 60 millones de euros al año.
Hay algún colectivo pro-vida que, con grandes dificultades, trata de ofrecer a las mujeres que van a abortar otras soluciones, mientras que desde los distintos gobiernos no se ofrecen ayudas realmente eficaces para la maternidad.
Pienso por mi parte que cualquier niño concebido lo ha sido por el concurso de dos progenitores, pero el progenitor masculino ni opina ni se preocupa por ello. Esto sí que me parece un machismo auténtico aunque solo se hable de machismo cuando una mujer dice haber sido agredida o violada, aunque no he oído ni recuerdo que ninguna embarazada por violación pida responsabilidades al violador respecto al concebido.
La maternidad requiere sobre todo de una auténtica nupcialidad y no de una mera convivencia, de una revalorización de la familia estable y el mismo Instituto de Política Familiar presentó un programa de cien medidas con perspectiva familiar de las que me hice eco en un artículo anterior.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/38220/2019-04-07.html