sábado, 25 de noviembre de 2017
jueves, 16 de noviembre de 2017
La vejez: última etapa.
En un momento te das cuenta de que has
llegado a la vejez y que no hay marcha
atrás
Hay cursos de preparación para
todo, pero que todos sirvan para algo está por ver, pero estoy seguro de que no
existe ningún curso que nos prepare para la vejez, que cada vez será más larga y en la que los
cambios serán tan rápidos que no habrá manera de asimilarlos, quizás tan solo
sufrirlos.
Entré en la vejez cuando me
jubilé al inicio de este siglo y sentí el júbilo de poder tener tiempo para
todo: viajar, organizar mis libros, mi colección de sellos y monedas. Pronto
pasó todo eso: los libros siguen apilándose sin orden ni concierto, las colecciones
de sellos y monedas están abandonadas desde hace años, sin que ninguno de mis
hijos o nietos haya mostrado el más mínimo interés ni en los libros, ni en los
sellos, ni en las monedas que no sean de curso legal.
Durante unos años disfruté de
los viajes con mi esposa, bien en nuestro coche o en los organizados por el
INSERSO, pero luego empezaron las limitaciones físicas. Dejamos de viajar, pues cada vez se me hacía más difícil conducir
y aparcar el coche. Las excursiones en grupo, que habían sido tan agradables
hubo que dejarlas ya que cada vez caminábamos más despacio y quedábamos
descolgados del grupo. Ahora dependemos de los demás para ir a cualquier sitio.
Nos dedicamos con entusiasmo a
trabajos voluntarios y a asumir responsabilidades y, aunque seguimos colaborando, ya cedimos el
paso a gente con más empuje y energía.
Cuando nos reunimos con los
amigos la conversación suele girar sobre nuestros achaques ¿Cuándo te operan de
cataratas? Ya me han puesto la prótesis de rodilla y lo lentas que son las
lista de espera en la sanidad pública.
De los ideales e ilusiones que
compartimos de jóvenes acerca de construir un mundo mejor, pues parece que son
otros los que lo han construido y no nos gusta demasiado. Tragamos a
regañadientes cosas que nos habrían resultado impensables como la ideología de
género, el juntarse sin casarse, el matrimonio entre personas del mismo
sexo, la libertad sexual o el día del
orgullo gay.
La experiencia que hayamos
podido acumular sirve de bien poco ya que no es
fácil que la gente más joven nos haga caso. Llevar más de cincuenta años
casados resulta algo raro. Quizás piensen: ¿cómo habrán podido aguantarse tanto
tiempo? Ahora vemos que las uniones son efímeras. Amores de usar y tirar que se
disfrutan mientras resultes placenteros y se sustituye por nuevas experiencias.
Aunque siga habiendo parejas cimentadas en la fidelidad y el compromiso de por
vida, no es esto la tónica dominante.
Nuestras parroquias
languidecen, solo viejos, pocos jóvenes y colas de rumanos o musulmanes para
recibir la ayuda del banco de alimentos.
Las iglesias solo se llenan para los funerales.
No tendremos que renovar ya
nuestro documento de identidad y pienso que ya son pocas las ocasiones en que
nos pedirán el voto. ¿Qué nos queda de vida? Un par de legislaturas como mucho.
¿Qué futuro nos espera? Que uno
muera antes que el otro y el que sobreviva se encuentre en la soledad. Desde
que pienso en estas cosas, he descubierto el valor de la virtud de la esperanza
que me habla de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde ya no habrá llanto ni
dolor y nos encontraremos con Dios y con los que amamos y nos precedieron en el
viaje definitivo. Creo en la vida eterna.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
martes, 7 de noviembre de 2017
¿Malos y buenos en el conflicto catalán?
Tanto en una parte como en otra hacen falta mejores
políticos
Estamos soportando a través de
las redes sociales un diluvio de declaraciones sobre el conflicto catalán. Me
llamó la atención que el ex vicepresidente señor Junqueras dijera en forma
solemne que hay que luchar para que el bien venza al mal. Estaba claro que él
estaba convencido de encarnar el bien y todos los que no piensen como él son el
mal.
En todo conflicto, grande o
pequeño, en el que las partes terminan en los tribunales, todos piensan que
llevan la razón, que el bien está de su parte y que hay que aprovechar todos
los medios, legítimos o no, verdades o mentiras, para triunfar en el pleito.
Lo cierto es que el bien y el
mal son conceptos que están entretejidos de forma inextricable en la vida de
las personas y de las instituciones. Las personas necesitan una cura de
humildad y un riguroso examen de conciencia para evitar el mal sin que logren
erradicarlo completamente. Las instituciones, todas, están también aquejadas
por el mal del egoísmo, la mentira, el ansia de poder.
La institución de la
Generalitat de Cataluña lleva cuarenta años en el proceso de crear una nación
diferente a España recurriendo a la mentira, la manipulación, el saqueo del 3%
o más, desde el poco honorable Pujol.
El sistema autonómico se pensó
como una forma de aproximar la administración a los ciudadanos para
facilitarles con eficacia loa servicios básicos que necesitan: educación,
sanidad, servicios sociales y sobre todo trabajo. Esto sería el bien a realizar
pero el mal realizado ha sido obligar a los ciudadanos a usar la lengua
catalana tratando de que olvidaran su lengua materna, manipular la historia hasta
el ridículo e inculcar el odio a todo lo español presentándolo como zafio,
incompleto, despreciable. Es el cáncer del nacionalismo.
El gobierno central, en manos
siempre de partidos nacionales, fue incapaz de poner coto a las políticas
nacionalistas desde el principio y toleró los desafueros de la imposición de la
lengua, de la historia y de los medios de comunicación a cambio de conseguir el
poder, tanto la izquierda como la derecha, con los votos de los partidos
catalanes. Este es el mal que corroe al gobierno español que ha reaccionado
cuando comprobó que los separatistas iban a romper España, pero no lo hizo
desde el principio con decisión.
El gobierno de España tampoco
ha revisado el funcionamiento de la democracia durante cuarenta años, ni ha
conseguido una ley electoral más justa que la vigente de fecha anterior a la
constitución, para establecer que gobierne el partido más votado que haga
innecesario el mercadeo de votos.
Me pregunto si la prisa que les
entró a los separatistas por declarar la independencia no estaría motivada por
parecerles mejor ser acusados de independentistas que de ladrones y saqueadores
del presupuesto. Ojalá paguen por ambos delitos.
La otra parte, los malos según
el Sr. Junqueras, también deben de pagar por su falta de empuje, por su falta
de decisión para abordar a tiempo los problemas, por haber demostrado que están
muy lejos de ser los estadistas que necesitamos. Necesitamos nuevos políticos con nuevas ideas, capaces de
ilusionar a los ciudadanos de toda España, incluida Cataluña, que también debe
deshacerse de los que tanto daño les han causado y pueden seguir causándoles si
esto no se termina.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
Comentarios |
Antonio Gsllegos | 08/nov/17 21:01 h. |
Es probable que Rajo y diera compases de espera, pensando que saliera a la luz todos los desmanes de los separatista, y hacer evidencia de las falsedades , injusticias , manipulaciones, etc. de los independentista esperando a copiar más méritos para la causa de España. No ha sido así, porque los independentistas han sacado al pueblo secesionista a la calle, consiguiendo que entre ca comunidad superará la mentira sobre la realidad. Pienso que algo así haya podido suceder. Ahora cuesta imponer la verdad sobre la mentira.
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Paco Huertas | 06/nov/17 18:59 h. |
Me ha parecido un artículo de gran lucidez y claridad. La gran perdedora de cualquier conflicto es la verdad. Cuanta humildad haría falta para solucionar el problema catalán.
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Una necesidad urgente: revisar la Constitución
.
El problema autonómico hay que abordarlo a fondo
Parece haberse conjurado el
intento de Cataluña de constituirse en estado independiente y digo parece
porque puede ocurrir que vuelvan a intentarlo en otra ocasión, con la
experiencia que hayan acumulado de este episodio fallido. Naturalmente que no
tenía que haberse llegado a los límites a que se ha llegado si el gobierno de
España hubiera tomado las medidas necesarias desde el principio y si los
políticos, de todos los colores, hubieran tenido en cuenta el bien común antes que
sus intereses partidarios. Hay muchos políticos y pocos estadistas, si es que
hay alguno.
Quizás la tarea más urgente
sería la de revisar la Constitución de 1978, cuyo rodaje de 40 años ha puesto al descubierto sus fallos y carencias.
Se dice en ella que los
españoles son iguales ante la ley, pero en las disposiciones adicionales y
transitorias se dice que la Constitución
ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales. Aunque
hable de territorios, tales derechos históricos serán de las personas, con lo
que el solemne principio de igualdad de todos los españoles deja de cumplirse.
Si el territorio tiene un privilegio, los que gozan de él son sus ciudadanos y
tales privilegios son motivo de discriminaciones inaceptables, respecto a los
españoles de otras regiones autonómicas.
El artículo 15 dice que toda persona tiene derecho a la vida
pero habría que añadir que este derecho es desde su concepción hasta la muerte
natural. No pensamos en aquel momento que el aborto se convertiría legalmente
en un derecho y la eutanasia está a pique de serlo también. Somos un país que
se suicida sin descendencia y envejece rápidamente. ¿Habrá estadistas que
asuman el problema?
¿Dónde queda la libertad de
conciencia y expresión si nos quieren obligar a aceptar la ideología de género,
incluso con amenazas?
El derecho de los padres a decidir la formación religiosa y moral de
sus hijos resulta cada vez más problemático. Por un lado por la fragilidad
de las familias y por otro la manipulación permanente de la educación para
inculcar los que se dicen “nuevos valores” o educación para la ciudadanía.
¿Las
autonomías han sido beneficiosas para los ciudadanos? Para
los políticos no hay duda. Pienso que su coste, a cargo de los ciudadanos, no
se justifica. Habría que revisar a fondo el título VIII de la Constitución.
Se han traspasado tantas
competencias que España se ha convertido en una maraña de leyes, decretos y
reglamentos sobre todas las cosas que han dado lugar a aventuras como la
“construcción nacional catalana” a través de la manipulación educativa y el
control de los medios de comunicación, a la imposibilidad de establecer un
régimen hidrológico para todos, ya que cada comunidad autónoma defiende a
ultranza sus ríos. Hay un egoísmo autonómico patente.
Para asegurar la igualdad de
todos los españoles es necesario que el poder central vuelva a recuperar
competencias en educación, en sanidad, en servicios sociales y solo traspase
aquellas cosas que realmente signifiquen un acercamiento de la administración a
los administrados.
También habría que revisar la
vigente ley electoral que es anterior a la misma Constitución. El reparto de
parlamentarios por provincias, cuando la población resulta heterogénea, da
resultados que no resultan lógicos.
A ver si se deciden a efectuar
las oportunas modificaciones, sin querer
volver a ningún tipo de federalismo. El desastre de la Primera República que
nos sirva de escarmiento.
Francisco Rodríguez Barragán
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