jueves, 13 de septiembre de 2018

Estar dotados de razón y libertad ¿para qué?



            Lo más importante es saber quién nos hizo y parece no importarnos        demasiado
Desde niño aprendí que mientras los animales solo tienen cuerpo y viven de acuerdo con sus instintos, las personas tenemos cuerpo y alma. Por un lado tenemos instintos como cualquier otro ser vivo y por otro alma dotada de memoria, entendimiento y voluntad. Memoria para retener lo aprendido, entendimiento para comprender lo verdadero y lo falso y voluntad para obrar, para decidir respecto a mis acciones.
Después me explicaron la cosa de otra forma: el hombre es un ser dotado de razón y libertad, la razón es la que conoce la realidad y decide lo que estima bueno o malo y la libertad es la facultad de elegir para obrar.
Tanto una explicación como otra me llevan a contemplar las maravillas de la creación ya preguntarme ¿quién lo ha hecho? Puedo reconocer que existe Alguien todopoderoso que ha creado el universo y me ha creado también a mí o perderme en complicadas explicaciones sobre una explosión inicial, sobre la evolución, sobre la nada.
Mi opción personal fue creer en la existencia de un ser inteligente y maravilloso en el que vivismos, nos movemos y existimos, que tiene que ser infinitamente sabio y bueno, frente al cual resulta que aun conociendo lo que es bueno elijo a veces lo malo, que me cuesta someter mis instintos de soberbia, de odio, de lujuria. Pero estoy seguro de que Dios puede ayudarme a una permanente conversión del corazón.
San Pablo, en su carta a los romanos, nos dice que lo que puede conocerse de Dios está a la vista, su eterno poder y su divinidad resultan visibles para el que reflexiona sobre sus obras, pero los hombres nos hemos dedicado a pensar vaciedades y pretendiendo ser sabios somos unos necios al cambiar la gloria de Dios pos nuestras propias elucubraciones.
Como muchos juzgan que no hay más dios que el propio hombre, niegan su existencia y se declaran ateos. Por eso Dios, nos dice San Pablo, los entrega a la inadmisible mentalidad de romper toda regla de conducta, llenos como están de toda clase de injusticia, perversidad, codicia, maldad, insolentes y arrogantes, el mundo sin Dios que tratan de construir hace aguas por todos lados.
Estamos más inclinados a hablar de delitos “democráticamente establecidos” que de pecados. El pecado está fijado desde siempre, por eso rechazamos a Dios y a quienes nos hablan de Él. Podemos observar que parece haber pecados descatalogados. La fornicación, la sodomía, la pornografía, la droga pareen que son solo ejercicios de nuestros instintos liberados de toda traba, de toda reflexión. El dominio de sí, la castidad o el pudor, son virtudes también, al parecer, descatalogadas.
Hemos pasado del matrimonio para toda la vida a vivir en pareja mientras nos vaya bien y caso contrario buscarse  otra pareja. Claro que en este sistema los hijos sobran. Hay hasta hoteles en los que no admiten a los niños.
 La anticoncepción, el negarse a transmitir la vida, tiene una aceptación generalizada hasta el aborto. Ser una familia numerosa resulta ya una rareza. La familia compuesta de un padre y una madre y unos hijos, para toda la vida, también está en trance de ser descatalogada.
Ahora lo que priva es el amor a las mascotas, la ecología, las ONGs buenistas que reparten mantas a los emigrantes que llegan en pateras, etc. ¿Hemos progresado?
Francisco Rodríguez Barragán
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Quieren cambiar nuestra forma de pensar



            Por favor no les dejemos, si  no reaccionamos a tiempo, mañana será     imposible
En una colección de fotos antiguas de mi ciudad comprobé todo lo que ha cambiado y mejorado a lo largo de mi ya larga vida. Recordé los tiempos de la radio, la llegada de la televisión y la proliferación de redes sociales y medios de comunicación con sus luces y sus sombras.
Recordé con nostalgia la televisión en blanco y negro que nos ofrecía en Estudio uno lo mejor de nuestro teatro con la calidad de unos actores,  para mí,  inolvidables. El programa de Balbín, La clave, con diálogos de altura, sin broncas, insultos ni peleas. Las obras de Narciso Ibáñez, padre e hijo, que nos hacían temblar después de haber reído. Los programas de entretenimiento como aquel de Un, dos, tres responda  otra vez o Un millón para el mejor. Y la familia Telerín cerrando la emisión con aquello de: vamos a la cama que hay que descansar para que mañana podamos madrugar.
La evolución de la vida, que me pareció positiva, en algún momento comenzó a torcerse. De forma insensible  comenzaron a tratar de convencernos de que había que pensar de otra manera, que estos ya son otros tiempos y han tenido gran éxito entre las generaciones siguientes, pero a los que como yo, no abandonamos la funesta manía de pensar, todo esto nos causa estupor y espanto.
Siempre he pensado que había hombres y mujeres unos buenos y otros menos buenos, pero ahora quieren que pensemos que todos los hombres son malos, machistas, violentos, mientras que las mujeres luchan por sus derechos. Un feminismo feroz ha conseguido que la denuncia de una mujer, sin tener que probarla, pueda enviar a un hombre a prisión y destrozarle la vida, (conozco casos) Al parecer como la lucha de clases que predicaron Marx, Lenin y Stalin resultó un fiasco hay que ensayar la lucha de sexos como arma política.
No estoy dispuesto a pensar que el día del orgullo gay sea una expresión de libertad y no una charanga indecente, por muchos colores que la adornen. Tampoco admito que las uniones entre personas del mismo sexo se llamen matrimonios, aunque cada cual sea libre de convivir con quien le parezca.
No dudo que gente de mi generación se acostara con la novia antes de casarse pero todos sabían que eso estaba mal y mal visto y la mujer que llegara a acostarse con varios novios tenía pocas posibilidades de casarse. Hoy todo está permitido y la lujuria, sí la lujuria, resulta admitida e incluso ensalzada, aunque nadie quiera ver la caída de la nupcialidad, la fragilidad de los matrimonios y el descenso imparable de la natalidad que nos condena al envejecimiento y al suicidio como país.
Todos parecen muy de acuerdo en que la imposición de la pena de muerte es inadmisible, pero admiten sin problema más de cien mil abortos anuales. El bien y el mal, lo bueno y lo malo, ya no los dicta la razón y el sentido común sino nuestros legisladores que ya han llegado a la meta de convertir un hombre en mujer o viceversa.
Lo prohibido, lo peligroso, es mostrar el desacuerdo con todas estas cosas, porque la mayoría las acepte. ¿Está demostrado, acaso, que la mayoría lleve siempre razón?
Pensar con nuestra propia cabeza puede resultar peligroso, pero no cuesta dinero. Los que acepten ovejunamente lo que nos sirvan nuestros políticos con la ayuda de loa medios de comunicación, cuando quieran salir de la trampa quizás sea tarde.
Francisco Rodríguez Barragán
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Los medios de comunicación



            No creo que sea mucho pedir que las noticias sean verdaderas y las       opiniones sensatas y responsables
Creo que se venden cada vez menos los periódicos de papel, pero los medios de difusión han aumentado hasta el infinito, aunque tengo la impresión de que esta superabundancia de mensajes con que se nos bombardea sin pausa, más que facilitarnos un mayor conocimiento de la realidad llegan a oscurecer y deformar la verdad de cualquier asunto.
El esquema de comunicación que me parecía correcto distinguía claramente entre noticias y opiniones. A las noticias era exigible su veracidad y a las opiniones la competencia y honradez del opinante.
Lo que prolifera hoy son las noticias amañadas o falsas ─fake news─ que se ponen en circulación con aviesas intenciones, como desprestigiar a instituciones,  someter  personas a despiadadas persecuciones y cacerías, atacar a otros medios de comunicación, hundir a los adversarios.
Lo que prima es el morbo de la crítica destructiva, capaz de repetir hasta la náusea cualquier mantra dañino para alguien, sin que se distinga lo que es noticia de lo que es opinión, lo que podemos ver a diario en las cadenas de televisión  donde actuan sin pudor verdaderos especialistas en denigrar o ensalzar a las personas que se prestan al juego. ¿Esto es periodismo? Creo que no, sino espectáculo capaz de conectar con los bajos instintos del público.
Lo importante para estos medios es conseguir una audiencia lo más numerosa posible, el share, en base al cual consiguen los ingresos de publicidad. Seguro los mayores recuerdan aquel lema “donde no hay publicidad resplandece la verdad” de la revista más audaz para el lector más inteligente.
No es lo mismo comprar y leer un periódico que exige una actividad consciente, que estar sentado ante el televisor que te sirve, sin pausa, su averiada mercancía.
Separada de la noticia debe estar la opinión, cuyo valor dependerá de la calidad humana del opinante. En internet se pueden encontrar muchas páginas y blogs que incluyen opiniones de personas autorizadas, aunque la lectura en el ordenador exige un mayor esfuerzo que la pasividad que adoptamos frente al televisor.
Acepto de buen grado las opiniones de personas que invitan a la reflexión, al consenso, a la búsqueda del bien común, las que exponen sus ideas de forma educada que, quizás no coincidan con las mías, pero me enriquecen, me hacen reflexionar, despiertan en mí buenos deseos, altos ideales.
Otras recientes formas de comunicación son las redes sociales. El twitter me produce cierto repelús, pues muchas personas lo utilizan para conseguir decir las mayores burradas, los peores insultos. Creo sinceramente que el derecho a la libertad de expresión no puede incluir exabruptos ni insultos. Muchos alardean del gran número de personas que los siguen en sus desafinados trinos y me apena el poder de convocatoria de muchos imbéciles que incitan con éxito desde este medio a la algarada, al griterío, a la manifestación puño en alto, incluso a la agresión a grupos que no comparten sus corrosivas ideas.
El facebook como medio de comunicación entre amigos me parece una red social aceptable, pero a poco que te descuides, las solicitudes de amistad se desbordan hasta hacerlo todo indigesto, obligándote a desertar de muchos intercambios insulsos, aun a riesgo de quedar como maleducado.
Por último he de referirme al teléfono móvil a través del cual recibimos gran cantidad de chistes, caricaturas y cuchufletas que nos envían familiares y amigos, pero también escritos panfletarios que incluyen la  conminación a hacerlos circular. Cuidado con estas comunicaciones que no sabemos quién las pergeña.
Francisco Rodríguez Barragán
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Vivimos tiempos recios



            Todo pasa, todo se acaba, todos habremos de dar cuenta de nuestra vida ante   un tribunal inapelable
Como diría Santa Teresa vivimos tiempos recios. A cualquier ámbito que nos asomemos hay negros nubarrones que amenazan tormentas y enfrentamientos, por eso pienso que ahora es más necesario que nunca abrir el corazón a la esperanza, sabiendo que todo esto pasará, cambiarán las situaciones y los personajes, ¿a mejor o a peor?, sólo Dios lo sabe.
No hay bien ni mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista, decía mi abuela, ella que padeció la guerra de África donde murió mi abuelo y la guerra civil en la que luchó su hijo, mi padre. Todo pasa: situaciones, personajes y personajillos.
Del pasado hay que evocar todos los buenos recuerdos, sin conjurar a los muertos como en una sesión de espiritismo. Los que murieron ya fueron juzgados por Dios, cuyo juicio es más importante y definitivo que el que puedan formular los historiadores favorables o adversos. A todos los protagonistas de hoy, al igual que a todos nosotros, también nos llegará la hora de rendir cuentas de los talentos que recibimos.
Es muy grave que no nos tomemos en serio que Dios nos va a preguntar, como a Caín, ¿dónde está tu hermano? Todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios. Mala cosa es que hayamos tratado a unos como amigos a otros como enemigos, que le hayamos hecho daño, que los hayamos estafado, engañado, asesinado…
Todas las novelas, todas las películas, tienen un final. La vida de cada uno de nosotros también. ¿Cómo será el nuestro, el de cada uno? Muchos dirán que cuando morimos volvemos a la nada por lo que no hay que preocuparse. Este sería un triste final que igualaría a los inocentes y a los culpables.
Por mi parte me niego a creer en la nada. Vivimos en un mundo maravilloso que una inteligencia eterna creó para nosotros. ¿Por qué hemos convertido el paraíso en este complicado mundo que estamos destruyendo? Alguien alteró el plan de Dios, alguien sembró cizaña en el campo, alguien nos susurró al oído: seréis como dioses y a ser como dioses estamos jugando sin advertir que todos tenemos que morir y se nos pedirá cuenta. ¿Qué diremos? ¿Qué la serpiente nos engañó como dijo Eva?
Quien hizo el universo y cuanto contiene no ha dejado de advertirnos de nuestras desviaciones. El principio de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican, pero otros dicen: comamos y bebamos que mañana moriremos y nosotros ¿qué decimos? ¿qué hacemos?
Hace dos mil años el Hijo de Dios nos dijo Yo soy el camino y la verdad y la vida y nos dejó la buena noticia del evangelio para que fuera anunciada a todos los hombres. Unas veces este anuncio llegó claro y potente, otras los encargados de anunciarlo dejaron de hacerlo o lo tergiversaron. Dios les pedirá cuentas. Pero su voz sigue llegando, llamando a la conversión, al amor al prójimo hasta dar la vida por él, pero seguimos distrayéndonos en tonterías.
Él es el camino pero nosotros andamos por otros vericuetos que no nos llevan a ningún lado. Él es la verdad pero vivimos revolcándonos en la mentira que nosotros inventamos o que nos llega hasta el móvil. Él es la vida pero nosotros preferimos la muerte: aborto,  droga,  alcohol, luchas, guerras…
Francisco Rodríguez Barragán
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