martes, 6 de noviembre de 2012

Globalización y demografía


La enorme deuda que arrastramos por culpa de las inversiones excesivas del estado, las comunidades autónomas, los ayuntamientos, los particulares, las entidades financieras y los especuladores, ha provocado un paro enorme que nadie sabe cuándo empezará a descender y que atenaza a los gobernantes que dictan medidas que son de inmediato contestadas en la calle y utilizadas por sindicatos y oposición en términos de desgaste del poder.

Estos enormes problemas ocultan otros más profundos, a los que parece no dársele la importancia que tienen, me refiere a que estamos en un mundo cada vez más globalizado, que se rige exclusivamente por intereses financieros y económicos,  y que nuestra demografía arroja unos datos pavorosos.

Dentro de este mundo globalizado la Comunidad Europea comprueba hoy que, además de una moneda común, son necesarias otras instituciones comunes de gobierno efectivo, lo que supone que los estados miembros han de ceder partes cada vez más grandes de soberanía, para que pueda existir una Europa fuerte y unida. ¿Hay voluntad de construir tal Europa?

Pero si ya es difícil conseguir la unidad eficaz de 27 naciones desiguales en tamaño, cultura y carácter, es realmente imposible conseguir un gobierno eficaz para un mundo globalizado de cerca de 200 países, con diferencias mucho más hondas y radicales. La ONU es un tinglado infecto manejado por “expertos” al servicio de intereses poderosos.

Para gobernar una nación o un conjunto de naciones, es necesario que existan gobernantes capacitados para buscar el bien común y el equilibrio de los intereses de todos, lo cual raramente ocurre, ya que buscan primero el propio interés y el de “los suyos”.

Si no existen gobernantes y gobiernos capaces de someter y armonizar los intereses de todos, son los grupos con poder económico y financiero los que consiguen imponer la ley del más fuerte: desplazando capitales, dominando los mercados, influenciando a los gobiernos, deslocalizando las industrias, en una búsqueda insaciable de beneficios.

El otro problema que nos afecta gravemente, pero del que no se habla lo suficiente, ni se adopta medida alguna, es la demografía. Si algunos profetas y agoreros falsos se dedicaron a asustarnos con la explosión demográfica, la realidad es que no crecemos, que va descendiendo el número de españoles, que nuestra tasa de natalidad es de las más bajas de Europa, incapaz de producir la reposición generacional.

Según los datos del INE miles de personas están abandonando el territorio nacional y no solo de las que vinieron de otros países por el efecto de llamada de la falsa prosperidad pasada, sino de nuestros propios jóvenes sin futuro.

Nuestro sistema de pensiones, nuestro estado de bienestar, estaba pensado con una pirámide de población en la que las personas en edad de trabajar estuvieran trabajando y fueran más que los viejos. Pues los trabajadores son cada vez menos y los viejos cada vez más.

Nada se hace sobre esto. La misma crisis económica se invoca para no traer hijos al mundo, pero la tendencia ya viene de atrás, pues los años prósperos no han modificado la baja creciente de la natalidad. He leído hace unos días en algún lado, que desde los años 70 la paternidad responsable se entendió como paternidad confortable.

Francisco Rodríguez Barragán





 

Partidos diferentes pero no contrarios


Inquieto y preocupado por los graves problemas que nos aquejan, me vino a la memoria la sentencia que dice que todo reino divido en partidos contrarios será destruido. Nadie piense que deseo un partido único, que siempre deviene en tiranía, pero hay gran diferencia entre ser contrarios y ser diferentes.

Aunque ahora nuestros políticos y nuestros comunicadores repitan la frase:”como no puede ser de otra manera”,  para subrayar sus afirmaciones y posturas, creo que todas las soluciones relativas al gobierno de las cosas temporales pueden ser diversas, dependiendo de la prudencia de gobernantes y gobernados inclinarse por unas u otras en cada momento.

Son los partidos los que tendrían que elaborar y proponer respuestas razonadas y razonables para la resolución de los problemas y los ciudadanos inclinarse en cada momento por la solución que piensen más apropiada.

Sería necesario examinar si las propuestas de los partidos nacen de una clara actitud de servicio al bien común o de una insaciable ansia de poder para disfrutar y repartir privilegios entre sus conmilitones.

Con independencia de lo que digan los programas políticos, los ciudadanos deberíamos averiguar si buscan armonizar los intereses generales de la gente o favorecer a determinadas clase y oligarquías y votar en consecuencia, cambiando nuestro voto cuando lo estimemos conveniente, sin sentirnos obligados con ningunas siglas de por vida.

Creo que los partidos se vienen comportando mucho más como contrarios que como diferentes. Se nota demasiadas veces el deseo de destruir al contrario, de echarlo del terreno de juego, mediante la descalificación o la insidia, para conseguir un poder hegemónico, en una democracia sin alternancia y cuando alguna vez cambia de manos, considerarlo una anomalía a corregir por cualquier medio.

Dado que los ciudadanos somos los que al fin y al cabo pagamos los excesos y equivocaciones de nuestros gobernantes, tendríamos que estar muy atentos a no dejarnos manipular al servicio de ningunos intereses espurios a la hora de votar o a la de salir a la calle para manifestarnos.

Los ciudadanos tenemos que reclamar respeto de los partidos y otorgar nuestra confianza a los que ofrezcan soluciones posibles, capacidad, honradez y transparencia en su gestión, disposición a limitar su actividad política a un tiempo prudencial para volver a su profesión anterior, sin privilegios de ningún tipo de por vida. Si su gestión es digna de recuerdo, después que mueran, ya les dedicarán alguna calle o plaza.

Todas las regiones que nos forman como nación somos diferentes, lo que es estupendo y enriquecedor, pero si algunas se consideran contrarias al resto, también nos ponen a todos en peligro de ser destruidos. Juntos somos más que separados, por eso se empezó a construir una Europa unida hace más de cincuenta años, para dejar de vivir cada nación como contraria a cualquier otra y quedar asolada por las guerras. Resulta incoherente pedir al mismo tiempo unión y desunión, unión a Europa y desunión de España.

Nuestras diferencias nos complementan en un rico mosaico que nadie tiene derecho a destruir. El que quiera ser el primero que sirva a todos.

Francisco Rodríguez Barragán





 

En qué creemos cuando nos decimos creyentes



Todos creemos muchas cosas que no podemos comprobar por nosotros mismos. Unas veces creemos lo que nos dicen personas que merecen nuestra confianza, otras veces aceptamos lo que publican los medios de comunicación que están de acuerdo con nuestras propias ideas y prejuicios. Las cosas que se nos presentan como científicas tendemos a creerlas a pie juntillas, unas veces con razón y otras sin ella. Los efectos de la explosión demográfica o del calentamiento global que nos han sido anunciados varias veces como inminentes no han llegado a ocurrir.

Que existe Dios y la vida eterna no puede ser demostrado científicamente, aunque tampoco  puede demostrarse por la ciencia lo contrario. Los que se dicen ateos elaboran sin descanso argumentos en contra de que Dios exista y de que haya vida después de la muerte, que sin duda erosionan la fe de muchos cristianos, sobre todo los que dicen ser creyentes aunque no sepan muy bien en lo que creen.

Entre la razón y la fe no hay ningún abismo insuperable, siempre que entendamos que las verdades de la fe no se apoyan en demostraciones científicas sino en la confianza que nos merecen los que nos las transmitieron.

Dios se ha ido revelando a través del tiempo hasta llegar a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, que se hizo hombre, pasó haciendo el bien, proclamó la buena noticia de que Dios nos ama, fue muerto y sepultado, pero resucitó al tercer día y subió a los cielos, dejando a sus discípulos, su iglesia, el encargo de id a todo el mundo y proclamar el evangelio.

Los que acompañaron a Jesús dieron testimonio de ello con su propia vida, por lo que merecen confianza y en una línea ininterrumpida de testigos, la buena nueva ha llegado hasta hoy, como oferta de salvación. Los que abren su corazón a esta oferta pueden comprobar cómo su vida se transforma, adquiere hondura y sentido y se manifiesta en caridad, amor, a los demás.

Muchos cristianos piensan que con creer que Dios existe y tratar de ser buenos, no necesitan profundizar más. Quizás por ello nos encontramos con unos cristianos escasamente evangelizados y escasamente evangelizadores, ya que sus vidas no han sido transformadas por una unión vital con Cristo a través de la oración, la liturgia, los sacramentos.

El evangelio de Jesús, que es Jesús mismo, fue confiado a su Iglesia, con el encargo de transmitirlo con fidelidad a través de los tiempos. Por tanto, es en la Iglesia donde podemos vivir la fe y, enviados por ella, transmitirla a los demás.

El año de la fe, que ahora comienza, impulsado por el Papa, es una llamada urgente a los cristianos para actualizar el contenido de su fe, vivirla y poder dar, a quien nos la pidiere, razón de nuestra esperanza.

Creer que Jesús es el Señor significa tratar de vivir como él vivió, amar como él amó, hasta dar su vida por los amigos, repetir a todos que Dios es el Padre que nos ama, nos perdona y nos salva, aunque muchos piensen que no necesitan salvación ni perdón.

Francisco Rodríguez Barragán






 

Milenio del Reino de Granada



Cada día nos desayunamos con el ruido nacionalista y sus “razones” para reclamar la independencia y romper España, pero hoy veo una viñeta anunciadora de la celebración del Milenio del Reino de Granada, mi tierra donde nací y vivo, y se me ha ocurrido que podríamos utilizar la tal celebración para reclamar también nuestra independencia. (No se alarmen: todo es broma)

Los datos históricos que demuestran la existencia independiente del reino de Granada desde el año 1013 son mucho más claros que los que invocan otros territorios. Desde la desintegración del califato de Córdoba y la aparición de los reinos de taifas, la dinastía zirí y luego la nazarí, mantuvieron la personalidad propia del reino de Granada frente a los demás reinos musulmanes o cristianos que formaban España, hasta el 2 de enero de 1492, día en el que Abu Abdalá, Boabdil el Chico, entregó su reino a los Reyes Católicos. El palacio de la Alhambra y las obras de muchos historiadores, árabes y cristianos, españoles y extranjeros, atestiguan, sin sombra de duda,  la existencia del reino de Granada.

Los granadinos además tenemos un habla diferenciada. Sobre ello pueden consultarse la Dialectología Andaluza del Profesor Móndejar o los muchos diccionarios del “granaíno,” que pueden encontrarse en el sabelotodo Google, humorísticos pero reales. Hablamos un español distinto al que hablan otras regiones españolas, pero nos esforzamos por escribir de acuerdo con la RAE. Podíamos haber hecho lo contrario. Escribir como hablamos y defender a capa y espada nuestros modismos y tratar de imponerlos a nuestros niños desde la escuela. Las comedias de los hermanos Álvarez Quintero podían ser nuestra “lengua propia” ¿les parece?

También tenemos un carácter específico, quizás para nuestro mal. Es proverbial la mala sombra granadina (no es sombra precisamente lo que decimos) pero sobre ello habló doctamente nuestro paisano el profesor Don Francisco Murillo Ferrol, padre de la Sociología, cuando fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Granada. Quien quiera saber lo que dijo puede encontrarlo en internet. También sobre nuestra mala f… puede consultarse el divertido libro de José García Ladrón de Guevara, muy ilustrativo.

Existe una minoría de granadinos que piensan fue una desgracia que los Reyes Católicos conquistaran Granada. Quizás preferirían que este reino siguiera siendo musulmán. No entiendo ni comparto su postura, pero hasta Blas Infante, mártir de la causa andalucista, fue a Marruecos en busca de los descendientes de los moriscos que salieron de España en 1609 y allí, parece que  se convirtió al Islam, aunque su familia lo niega.

Pienso que buena parte de los  descendientes de aquellos moriscos ya están en Granada. Volvieron en patera, consiguieron la nacionalidad española y aumenta rápidamente su población gracias a su alta fecundidad.

“Políticamente manipulados” con todos estos elementos podía  quizás montarse otra secesión de esta vieja nación llamada España (Dios no lo quiera).

Personalmente no puedo olvidar los siglos que llevamos viviendo juntos, compartiendo tiempos buenos y malos, pero siempre orgullosos de ser españoles.

Aquí, en Granada, reposan los restos de los Reyes que hicieron posible esta nación y allí encamino mis pasos para rezar por España y recordar la poesía:

Bajo la luz agónica y rosada

con que una lamparilla velaba junto a un Cristo.

Yo he visto en la Capilla de Reyes de Granada,

donde duerme la reina enamorada de sus altas querellas,

brotar, soñando ya, de sus pupilas

lágrimas que enjoyaban como estrellas

la mustia flor de sus ojeras lilas.

 

Francisco Rodríguez Barragán

 





 

A ENRIQUE SEIJAS, NUESTRO AMIGO


La última vez que vi a Enrique Seijas fue en la fiesta de fin de curso del colegio al que asisten sus nietas y las mías. No podía imaginar que unos días después me llegara la noticia de su muerte. Sentí la pérdida de un buen amigo, de un hombre bueno en toda la extensión de la palabra. Lo conocí hace más de treinta años y aunque no nació en Granada fue siempre un granadino de corazón.

Pregonero siempre dispuesto a cantar las excelencias de nuestras cofradías de Semana Santa, a demostrar su cariño a la Virgen de las Angustias, publicando el cuadernillo de IDEAL del día de la Patrona. Pero con el mismo cariño hablaba en la Casa de Jaén, escribía sobre Quesada, explicando con su palabra amable cada uno de los dibujos de Ramón Moya, o trataba sobre el milenio granadino tomando ocasión de las pinturas de Zaafra, donde no sabe uno qué admirar más si las láminas de Zaafra o los comentarios de Enrique.

Apasionado de la escritura, siempre se dedicó a ello como periodista, testigo o poeta. Su libro de poesías, con el título Sublimación, es una joya preciosa que demuestra que siempre fue joven. Me admiró siempre su capacidad de estudio sobre cualquier tema que le encargaran. Su palabra fácil aportaba siempre su saber de la historia de las ciudades, de los pueblos, de las cofradías, de los paisajes que cantó tantas veces como pregonero.

Siempre dispuesto a colaborar por cualquier buena causa facilitaba las exposiciones de arte de gentes que se lo pedían. Organizó exposiciones a beneficio Proyecto Hombre-Granada, colaboró en su revista Ayudando a Vivir con certeras columnas y pocos días antes de su fallecimiento envió su columna, publicada en este número, donde advierte que los medios de comunicación han dejado de publicar informaciones sobre el consumo de drogas, lo cual puede aparentar que el problema ha desaparecido, cuando no es cierto y es necesario estar en constante alerta para prevenir a todos de los disolventes efectos de la drogadicción.

Este año 2012 y el pasado colaboró en la Comida de Amigos de Proyecto Hombre-Granada como presentador del evento, que ganó en empaque y distinción. También ha presentado otros eventos de Proyecto Hombre, ya que siempre estuvo dispuesto a hacer lo que se le pidiera.

Estoy seguro de que mucha gente lo echará de menos pues ha dejado un amable recuerdo. Para mí ha sido un amigo al que siempre se puede acudir, que siempre me escuchó con atención y me regaló algún ejemplar de sus obras. Creo que no escribía para ganar dinero sino para obsequiar a sus lectores y a sus amigos.

Estoy seguro de que en la gloria ya habrá encontrado a la Virgen y a los santos de los que tantas veces pregonó sus méritos.

Francisco Rodríguez Barragán

Publicado en la Revista de Proyecto Hombre “Ayudando a Vivir” última de 2012.

La buena noticia que necesitamos



Todo son malas noticias. Estamos cansados y agobiados con los recortes, las cifras del paro, la prima de riesgo, las protestas crecientes, las disputas políticas, las amenazas del futuro. Necesitamos recibir una buena noticia para que nuestras vidas cambien y encuentren una firme esperanza.

Quizás nos sentimos más vulnerables que nunca. El estado de bienestar, en el que confiábamos, se está cayendo sobre nuestras cabezas y por mucho que le gritemos a los que nos gobiernan, nada será como antes.

En ese pasado reciente, que ahora añoramos, nos creíamos felices con el consumo compulsivo y el placer sin límites ni responsabilidades. Gritamos pidiendo que se respete “nuestro derecho” a pasarlo bien, sin recortes ni cortapisas.

Si nos decidiéramos a entrar dentro de nosotros mismos, quizás comprobaríamos  que todas las cosas que podamos comprar y todos los placeres que podamos gozar, son insuficientes para colmar nuestro corazón insaciable.

Cuando encontramos alguien a quien amar y que nos ama, nuestra vida cambia. Pues hay Alguien que nos ama apasionadamente y que quiere encontrarse con cada uno de nosotros, para que tengamos vida en abundancia. Él es la buena noticia que nunca pasa ni se acaba, que puede cambiar nuestra existencia y darnos la esperanza que no defrauda.

Necesitamos apoyarnos en algo que no cambie para poder resistir a los bruscos cambios que padecemos. No cambia la buena noticia de que Dios nos ama hasta el extremo, demostrado con la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, su Hijo. Él envío a dar la buena noticia a todos los hombres, invitándoles a creer, a bautizarse y a formar parte de su Iglesia, en la que sigue presente. Todos los cristianos que hemos recibido la gracia de la fe y confesamos que Jesús es el Señor, tenemos que continuar la misma tarea en el tiempo en que nos toque vivir.

Somos los cristianos los que podemos ser portadores del Evangelio si vivimos como Jesús vivió, si vivimos para los demás, si somos capaces de poner amor donde haya odio, perdón donde haya ofensa, unión donde haya discordia, verdad donde haya error, esperanza donde haya desesperación, alegría donde haya tristeza, como decía Francisco de Asís.

Somos un pueblo en el que, aunque una mayoría se confiese creyente, su fe no ha llegado a desarrollarse y permanece anclada, en el mejor de los casos, en un cristianismo ético y asistencial o en la emoción estética de la imaginería de cada lugar, sin una vinculación real con la Iglesia de Jesús. Todos estos creyentes tienen que ser evangelizados.

Cuando el Papa convoca a los cristianos a un año de la fe, que ahora empieza, invito a quienes me lean, a avivar su fe para evangelizar su propio ambiente, pues aunque muchos no lo sepan o no quieran saberlo, la buena noticia que puede cambiar sus vidas y las nuestras  es la esperanza firme de que a pesar de todos los avatares que tengamos que padecer, Dios nos busca y nos ama, aquí y ahora y por toda la eternidad.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA


Al final de la Jornada Mundial de la Juventud del pasado año en Madrid, Benedicto XVI anunció que San Juan de Ávila sería declarado Doctor de la Iglesia, lo que ocurrirá el 7 de octubre de este año, de acuerdo con la petición que hizo la Conferencia Episcopal en su mensaje de noviembre de 1999 con motivo del V centenario del nacimiento del Santo.

La Iglesia reconoce como Doctores a las personas que han acreditado santidad de vida y elaborado una doctrina eminente, acorde en todo con la fe de la que ella es depositaria y útil para la Iglesia Universal en todo tiempo y lugar.

La santidad de nuestro santo fue reconocida por los cristianos tanto en vida como después de muerto, aunque tardara más de tres siglos en ser beatificado por el Papa León XIII en 1894 y canonizado en 1970, cuatro siglos después de su muerte por Pablo VI, pero antes de su canonización, en 1946, fue nombrado por Pio XII patrono del clero español.

Vivió en un complicado siglo XVI en el que resultaba imprescindible la reforma de la Iglesia, reforma que impulsó Lutero con rebeldía, mientras que Juan de Ávila, junto con otros santos providenciales como, por ejemplo, Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús, se aplicaban a la reforma de sí mismos en un seguimiento radical de Cristo y su Evangelio y a crear los medios para impulsar la evangelización.

Muchas de las ideas de San Juan de Ávila sobre la formación de los sacerdotes y la creación de seminarios, fueron recogidas por el Concilio de Trento, al que dirigió memoriales que fueron muy bien acogidos por los Padres Conciliares.

San Juan de Ávila con una sólida formación intelectual fue ordenado sacerdote a los 26 años y a punto de embarcar para América, para evangelizar el nuevo mundo recién descubierto, fue convencido por el Arzobispo de Sevilla para que se dedicara trabajar en España.

Andalucía recibió la mayor parte de su benéfico influjo, de su predicación eficaz, porque antes de hablar a los demás de Cristo había pasado muchas horas de oración hablando con el Señor. Nuestro San Juan de Dios decidió dedicar su vida a los más pobres y abandonados después de oír un sermón de Juan de Ávila.

Conoció a San Ignacio de Loyola que le invitó a entrar en la Compañía de Jesús, pero él prefirió ser siempre sacerdote diocesano. El sacerdocio para él era una gracia, el más alto beneficio que podía recibir de Dios y así lo dice a los sacerdotes a quienes se dirige y les hace una comparación atrevida con la Santísima Virgen, pues si ella trajo a Dios en su vientre, los sacerdotes también lo traen cada día con las palabras de la consagración.

Sus sermones, sus pláticas, sus escritos, llenos de unción evangélica, han influido de forma poderosa en la espiritualidad de los cristianos que se han acercado a leerlo y meditarlo.  Sus palabras tienen la garantía de su vida de oración constante ante Jesús sacramentado.

Los adoradores pueden aprender, con la lectura de sus obras, a abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo y dejarse moldear por Dios, que es en lo que consiste la verdadera espiritualidad.

Francisco Rodríguez Barragán

Adorador del turno 14, San Juan de Ávila

 

Publicado en el Boletín de la Adoración Nocturna de Granada del 4º trimestre de 2012.

 

 

 

 

 

Frente a consignas y eslóganes, pensar con nuestra razón



Aunque nadie confesará que prefiere la mentira a la verdad, lo cierto es que aceptamos muchas cosas sin aplicar nuestra razón para determinar si son verdaderas o falsas, buenas o malas, justas o injustas.

Se ha repetido muchas veces la frase: “lejos de nosotros la funesta manía de pensar” o según otra versión “lejos de nosotros la perniciosa novedad de discurrir”, que al parecer pronunció el rector de la Universidad de Cervera con motivo de la visita de Fernando VII,  como síntesis del pensamiento oscurantista y reaccionario, pero hoy pienso que hay demasiada gente que no se toma la molestia de pensar ni de discurrir pues este trabajo se lo dan hecho, listo para repetirlo.

Es lo “políticamente correcto”, decidido en altos y poderosos laboratorios de consignas, eslóganes e incluso lenguaje, para consumo de ciudadanos liberados de la funesta manía de pensar, a los que se le ofrece la opción de aceptarlo o rechazarlo, si coincide o no, con el vago y vaporoso ideario de los partidos políticos de una mano u otra, aunque cada vez más parecidos entre sí. Todo ello hecho, cocinado y listo para servir.

Ya sé que puede resultar fatigoso examinar todo lo que se nos propone, por la poca costumbre de usar nuestra razón. Cualquier mentira repetida un número alto de veces llega a parecernos verdad, más aún si empiezan con ello desde la infancia.

Habrá quien siga creyendo que la imposición de un determinado ideario a la juventud es cosa del pasado, de regímenes dictatoriales superados gracias a las benéficas virtudes de la democracia. Pienso que nada de eso, pues hay una tendencia constante de los que mandan en sustituir a los padres en la educación de sus hijos. ¿Por algo será, no?

Se admite la necesidad de pensar y discurrir frente a un problema de física, de matemáticas o de química, por el contrario se aceptan sin pensar ni discurrir las versiones de la historia, de la filosofía o del derecho, ya que se presentan como inapelables. Bajo la etiqueta del saber científico, tratan de pasarnos de contrabando muchas cosas que no son más que meras teorías y opiniones interesadas en el adoctrinamiento de esta o aquella tendencia.

Todavía peor es cuando aceptamos sin examen cualquier cosa que nos parezca beneficiosa, sin querer entrar en la cuestión de si es buena y justa. ¿Quién se acuerda del imperativo categórico de Kant para su obrar rectamente? Ello exigiría pensar y discurrir, que es, al parecer, de lo que no se trata.

Hay que salir  cuanto antes de este pantano cenagoso en el que chapoteamos pensando que solo vale la pena pasarlo bien, aunque ni siquiera distingamos lo que está bien o no, lo que es bueno o malo, lo que nos hace crecer como personas o nos embrutece.

Por favor no desperdiciemos ese instrumento maravilloso de que fuimos dotados: la razón, que aunque dañada por nuestra tendencia al mal, puede llevarnos a encontrarnos, entre tantas mentiras y medias verdades, a quién es la Verdad, la única verdad que puede hacernos personas libres.

Francisco Rodríguez Barragán

 






 

Releyendo a Julián Marías



En estos tristes días de protestas y desencanto he vuelto a repasar la trilogía “La España real”, que  escribió Julián Marías, en aquellos años de la transición, especialmente el que tituló España en nuestras manos, donde aplica su poderoso pensamiento y su insobornable amor a la verdad, a reflexionar y razonar sobre España, los españoles y la Constitución que estaba redactándose,

Fue don Julián un testigo privilegiado de nuestra historia: había vivido bajo el régimen de Franco y fue designado por el rey como senador de aquellas Cortes primeras. Releo sus atinadas observaciones, escritas desde su sincero amor a España, desde la esperanza y la zozobra, como dice él, en aquella hora abierta a todas las libertades donde los españoles iban a tener a España en sus manos.

Lamento el poco caso que se le hizo entonces.  Hoy, quizás, sea un desconocido para las nuevas generaciones, pero sus reflexiones pueden ser esclarecedoras de nuestro problemático presente.

Cuando el ante-proyecto de la nueva Constitución llegó a sus manos, le sorprendió desagradablemente no descubrir en ella la huella de una reflexión inteligente, de un esfuerzo serio por representarse las condiciones reales de España y del mundo en que España tiene que vivir y mostró su pesimismo.

No le pareció correcto que en el  artículo 2 del ante-proyecto Constitucional se dijera que la Constitución se fundamenta en la unidad de España y la solidaridad entre sus pueblos y reconoce el derecho a autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran. Según esto habría en España dos realidades distintas las nacionalidades y las regiones sin decir cuáles sean unas y otras, pero además el término nacionalidad solo puede predicarse de las personas respecto a una nación.

La introducción de los términos nacionalidades y regiones, que se aceptaron en aras al famoso consenso, ya está dando sus amargos frutos. La “indisoluble unidad de España” puede quedar en una expresión vacía de contenido.

Con respecto a la Monarquía se lamenta de que en el título “De la Corona” cueste trabajo encontrar alguna función efectiva reservada al Rey, pues arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones ¿cómo lo hace? El texto legal se encarga de que no pueda hacerlo.

Antes del análisis y crítica del ante-proyecto, en un capítulo que Marías tituló “La función social de reinar”, se apunta que el poder moderador del Rey, que suele entenderse como echar “agua al vino”, debe ser lo contrario: impedir que se aguado o enturbiado el vino de la efectiva democracia. El Rey no tiene poder político, pero la corresponde la función de reinar desde la más alta magistratura social. ¿Quién podría resistir la desaprobación de un Rey impecable, fiel a su misión, inaccesible a la lisonja, insobornable? ¿Verdad que es interesante este apunte de Don Julián?

Siempre merece la pena leer a Julián Marías. Se lo recomiendo.

Francisco Rodríguez Barragán





 

La felicidad. Séneca y San Agustín


Dice Séneca que vivir feliz todo el mundo lo desea, pero descubrir en qué consiste lo que hace la vida feliz nadie lo ve claro, pues cuanto más la buscamos más nos alejamos de ella. Para estudiar en qué consiste el objeto de nuestras aspiraciones escribe su pequeño tratado “De la vida feliz”.

En una de sus primeras consideraciones advierte que debemos cuidarnos de no seguir como borregos el parecer de la mayoría, pues no suele ser nunca un criterio fiable de verdad, sino todo lo contrario.

Piensa Séneca que hay una mejor luz para discernir lo verdadero de lo falso, en la propia alma, donde se puede revisar la vida y descubrir que muchos deseos y trabajos no nos dan ninguna felicidad.

De acuerdo con los estoicos, una vida feliz es la que está de acuerdo con su naturaleza y se llega a ella si el alma está sana y ocupada, sin  inquietud, en la búsqueda del soberano bien del alma. El fundamento inmutable de una vida feliz es, para Séneca, la rectitud y firmeza de juicio y advierte que todo fallará si se busca como lo mejor aquello que no nos hará mejores.

Hay en Séneca un alto concepto de la capacidad del hombre para elevarse por encima de sus pasiones utilizando el juicio, la razón, la voluntad que configuran su naturaleza, de acuerdo con la cual debe vivir, pero no es fácil y los hombres se desvían  buscando la felicidad en el poseer, en el saber, en el poder, en el placer y cosechando dolor e infelicidad.

San Agustín también buscó la felicidad por diversos caminos. Aplicó su formidable inteligencia a indagar sobre ella y llegó a la conclusión de que la vida feliz consiste en gozar de la Verdad (con mayúscula) Aunque todos confiesen preferir la verdad a la mentira, no buscan la verdad absoluta que sirva de fundamento a todas las demás.

Antes y ahora solemos aceptar las verdades que nos benefician y nos son cómodas y rechazamos las que pueden imponernos deberes o cuestionar nuestra conducta.

El relativismo que nos corroe proclama, sin rebozo, que todas las verdades son equivalentes e invocando la tolerancia, nos disuade buscar la verdad absoluta sobre la que edificar nuestra vida. Naturalmente, cada día somos menos felices y hemos llegado hasta confundir la felicidad con el estado de bienestar, cada día más deteriorado.

Hay que reconocer el esfuerzo de Séneca y los estoicos para encontrar la felicidad en la virtud y no en los placeres y enfrentarse a la muerte con entereza, pero San Agustín va más allá pues, al interrogarse sobre sí mismo, concluye que todos somos criaturas de Alguien que nos hizo para Sí. Por eso exclama ¡nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti!  Descansar en Dios es la bienaventuranza eterna. La muerte no es el final de nada.

Pero empeñados en borrar a Dios de nuestro mundo, para ser nuestros propios dioses, hemos inventado fábulas inverosímiles que no dan razón alguna sobre el hecho maravilloso de existir. El universo no es por puro azar, ni el hombre el producto ciego de la evolución de la materia. Dios está cerca de cada uno de nosotros, dentro de nosotros. Solo hace falta que nos abramos a su acción repitiendo con San Agustín: ¡tarde os amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde os amé! La vida, alegrías y sufrimientos, es distinta si ponemos en Dios nuestra esperanza.

Francisco Rodríguez Barragán