sábado, 25 de noviembre de 2017

La campaña contra la violencia de género

No parece que esté teniendo mucho éxito: siguen muriendo mujeres

Desde hace algún tiempo, tanto los diarios como los noticiarios parecen haber incluido una sección fija dedicada a la violencia de género, en la que repiten varias veces cualquier hecho relativo a que una mujer ha sido asesinada por un hombre.

A pesar de la campaña permanente en la que se invita a las mujeres a denunciar los malos tratos, el número de asesinatos no parece descender, por lo que quizás debían replantear la cuestión y también la ley que se dictó sobre el asunto.

No creo que se trate de que exista una propensión innata a matar a las mujeres con las que se ha convivido. Debe haber causas que determinen que, lo que empezó como una relación de pareja, tenga un desenlace tan funesto.

También habría que observar la frecuencia del acoso escolar y las relaciones entre los alumnos de distinto sexo. La orientación sexual que, al parecer, se imparte en los colegios es una mera información de cómo practicar sexo sin riesgo de embarazo. Antes de terminar la enseñanza secundaria no sé cuantos serán los alumnos que no hayan tenido relaciones sexuales completas con los compañeros y compañeras.

Por otro lado, el fácil acceso a la pornografía y el intercambio de imágenes eróticas a través de las redes sociales crean un ambiente hipersexualizado al alcance de la gente joven.

Ni en la casa ni en el colegio se promociona el respeto entre los sexos ni la fidelidad en las relaciones. Por supuesto que hablar de castidad como dominio de sí mismo ni se menciona.

¿Qué puede haber pasado para que la relación termine en un crimen? Decir que se trata del machismo, palabra que parece explicarlo todo, pero que en mi opinión no explica nada. Se abomina del resultado, un asesinato, pero no se averigua lo que haya pasado entre ellos. Si no se actúa sobre las causas no habrá manera de terminar con las consecuencias.

En muchos casos hay hijos por medio, victimas del odio en que se haya transformado algo que comenzó como amor, o más bien como amorío. Es fácil compartir momentos de placer pero resulta más difícil aceptar las consecuencias de nuestros actos, sobre todo si la unión solo tenía como objetivo el placer pero ningún proyecto de vida en común, ninguna promesa de fidelidad.

Romper una relación de común acuerdo puede darse, ¡hasta se ha facilitado el divorcio exprés!, pero si no hay matrimonio no hay divorcio ni se llega a pactar nada respecto a obligaciones. La ruptura no es consensuada, habrá reproches y exigencias de todo tipo y el arma que se ha puesto en manos de las mujeres: ¡te denunciaré por malos tratos y verás cómo te detienen! Se desata la espiral de violencia, cada uno busca el daño del otro y todo se va al traste. ¿Hay o no denuncias falsas por malos tratos? Esto no se airea demasiado.

Creo que la aberrante ley de violencia de género que eliminó el viejo aforismo de que a quien acusa corresponde la prueba, debía de ser revisada en profundidad a la vista de los resultados y formar a la juventud para la vida, en lugar de limitarse a informarles para el sexo.

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Anonimo20/nov/17    13:23 h.
Gema Rodriguez Prieto20/nov/17    12:28 h.

jueves, 16 de noviembre de 2017

La vejez: última etapa.


            En un momento te das cuenta de que has llegado a la vejez y que no     hay marcha atrás
Hay cursos de preparación para todo, pero que todos sirvan para algo está por ver, pero estoy seguro de que no existe ningún curso que nos prepare para la vejez,  que cada vez será más larga y en la que los cambios serán tan rápidos que no habrá manera de asimilarlos, quizás tan solo sufrirlos.
Entré en la vejez cuando me jubilé al inicio de este siglo y sentí el júbilo de poder tener tiempo para todo: viajar, organizar mis libros, mi colección de sellos y monedas. Pronto pasó todo eso: los libros siguen apilándose sin orden ni concierto, las colecciones de sellos y monedas están abandonadas desde hace años, sin que ninguno de mis hijos o nietos haya mostrado el más mínimo interés ni en los libros, ni en los sellos, ni en las monedas que no sean de curso legal.
Durante unos años disfruté de los viajes con mi esposa, bien en nuestro coche o en los organizados por el INSERSO, pero luego empezaron las limitaciones físicas. Dejamos de viajar,  pues cada vez se me hacía más difícil conducir y aparcar el coche. Las excursiones en grupo, que habían sido tan agradables hubo que dejarlas ya que cada vez caminábamos más despacio y quedábamos descolgados del grupo. Ahora dependemos de los demás para ir a cualquier sitio.
Nos dedicamos con entusiasmo a trabajos voluntarios y a asumir responsabilidades y,  aunque seguimos colaborando, ya cedimos el paso a gente con más empuje y energía.
Cuando nos reunimos con los amigos la conversación suele girar sobre nuestros achaques ¿Cuándo te operan de cataratas? Ya me han puesto la prótesis de rodilla y lo lentas que son las lista de espera en la sanidad pública.
De los ideales e ilusiones que compartimos de jóvenes acerca de construir un mundo mejor, pues parece que son otros los que lo han construido y no nos gusta demasiado. Tragamos a regañadientes cosas que nos habrían resultado impensables como la ideología de género, el juntarse sin casarse, el matrimonio entre personas del mismo sexo,  la libertad sexual o el día del orgullo gay.
La experiencia que hayamos podido acumular sirve de bien poco ya que no es  fácil que la gente más joven nos haga caso. Llevar más de cincuenta años casados resulta algo raro. Quizás piensen: ¿cómo habrán podido aguantarse tanto tiempo? Ahora vemos que las uniones son efímeras. Amores de usar y tirar que se disfrutan mientras resultes placenteros y se sustituye por nuevas experiencias. Aunque siga habiendo parejas cimentadas en la fidelidad y el compromiso de por vida, no es esto la tónica dominante.
Nuestras parroquias languidecen, solo viejos, pocos jóvenes y colas de rumanos o musulmanes para recibir la ayuda del banco de alimentos.  Las iglesias solo se llenan para los funerales.
No tendremos que renovar ya nuestro documento de identidad y pienso que ya son pocas las ocasiones en que nos pedirán el voto. ¿Qué nos queda de vida? Un par de legislaturas como mucho.
¿Qué futuro nos espera? Que uno muera antes que el otro y el que sobreviva se encuentre en la soledad. Desde que pienso en estas cosas, he descubierto el valor de la virtud de la esperanza que me habla de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde ya no habrá llanto ni dolor y nos encontraremos con Dios y con los que amamos y nos precedieron en el viaje definitivo. Creo en la vida eterna.
Francisco Rodríguez Barragán
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martes, 7 de noviembre de 2017

¿Malos y buenos en el conflicto catalán?

            Tanto en una parte como en otra hacen falta mejores políticos
Estamos soportando a través de las redes sociales un diluvio de declaraciones sobre el conflicto catalán. Me llamó la atención que el ex vicepresidente señor Junqueras dijera en forma solemne que hay que luchar para que el bien venza al mal. Estaba claro que él estaba convencido de encarnar el bien y todos los que no piensen como él son el mal.
En todo conflicto, grande o pequeño, en el que las partes terminan en los tribunales, todos piensan que llevan la razón, que el bien está de su parte y que hay que aprovechar todos los medios, legítimos o no, verdades o mentiras, para triunfar en el pleito.
Lo cierto es que el bien y el mal son conceptos que están entretejidos de forma inextricable en la vida de las personas y de las instituciones. Las personas necesitan una cura de humildad y un riguroso examen de conciencia para evitar el mal sin que logren erradicarlo completamente. Las instituciones, todas, están también aquejadas por el mal del egoísmo, la mentira, el ansia de poder.
La institución de la Generalitat de Cataluña lleva cuarenta años en el proceso de crear una nación diferente a España recurriendo a la mentira, la manipulación, el saqueo del 3% o más, desde el poco honorable Pujol.
El sistema autonómico se pensó como una forma de aproximar la administración a los ciudadanos para facilitarles con eficacia loa servicios básicos que necesitan: educación, sanidad, servicios sociales y sobre todo trabajo. Esto sería el bien a realizar pero el mal realizado ha sido obligar a los ciudadanos a usar la lengua catalana tratando de que olvidaran su lengua materna, manipular la historia hasta el ridículo e inculcar el odio a todo lo español presentándolo como zafio, incompleto, despreciable. Es el cáncer del nacionalismo.
El gobierno central, en manos siempre de partidos nacionales, fue incapaz de poner coto a las políticas nacionalistas desde el principio y toleró los desafueros de la imposición de la lengua, de la historia y de los medios de comunicación a cambio de conseguir el poder, tanto la izquierda como la derecha, con los votos de los partidos catalanes. Este es el mal que corroe al gobierno español que ha reaccionado cuando comprobó que los separatistas iban a romper España, pero no lo hizo desde el principio con decisión.
El gobierno de España tampoco ha revisado el funcionamiento de la democracia durante cuarenta años, ni ha conseguido una ley electoral más justa que la vigente de fecha anterior a la constitución, para establecer que gobierne el partido más votado que haga innecesario el mercadeo de votos.
Me pregunto si la prisa que les entró a los separatistas por declarar la independencia no estaría motivada por parecerles mejor ser acusados de independentistas que de ladrones y saqueadores del presupuesto. Ojalá paguen por ambos delitos.
La otra parte, los malos según el Sr. Junqueras, también deben de pagar por su falta de empuje, por su falta de decisión para abordar a tiempo los problemas, por haber demostrado que están muy lejos de ser los estadistas que necesitamos. Necesitamos  nuevos políticos con nuevas ideas, capaces de ilusionar a los ciudadanos de toda España, incluida Cataluña, que también debe deshacerse de los que tanto daño les han causado y pueden seguir causándoles si esto no se termina.
Francisco Rodríguez Barragán
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Antonio Gsllegos 08/nov/17    21:01 h.
Paco Huertas 06/nov/17    18:59 h.

Una necesidad urgente: revisar la Constitución

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            El problema autonómico hay que abordarlo a fondo
Parece haberse conjurado el intento de Cataluña de constituirse en estado independiente y digo parece porque puede ocurrir que vuelvan a intentarlo en otra ocasión, con la experiencia que hayan acumulado de este episodio fallido. Naturalmente que no tenía que haberse llegado a los límites a que se ha llegado si el gobierno de España hubiera tomado las medidas necesarias desde el principio y si los políticos, de todos los colores, hubieran tenido en cuenta el bien común antes que sus intereses partidarios. Hay muchos políticos y pocos estadistas, si es que hay alguno.
Quizás la tarea más urgente sería la de revisar la Constitución de 1978, cuyo rodaje de 40 años  ha puesto al descubierto sus fallos y carencias.
Se dice en ella que los españoles son iguales ante la ley, pero en las disposiciones adicionales y transitorias se dice que la Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales. Aunque hable de territorios, tales derechos históricos serán de las personas, con lo que el solemne principio de igualdad de todos los españoles deja de cumplirse. Si el territorio tiene un privilegio, los que gozan de él son sus ciudadanos y tales privilegios son motivo de discriminaciones inaceptables, respecto a los españoles de otras regiones autonómicas.
El artículo 15 dice que toda persona tiene derecho a la vida pero habría que añadir que este derecho es desde su concepción hasta la muerte natural. No pensamos en aquel momento que el aborto se convertiría legalmente en un derecho y la eutanasia está a pique de serlo también. Somos un país que se suicida sin descendencia y envejece rápidamente. ¿Habrá estadistas que asuman el problema?
¿Dónde queda la libertad de conciencia y expresión si nos quieren obligar a aceptar la ideología de género, incluso con amenazas?
El derecho de los padres a decidir la formación religiosa y moral de sus hijos resulta cada vez más problemático. Por un lado por la fragilidad de las familias y por otro la manipulación permanente de la educación para inculcar los que se dicen “nuevos valores” o educación para la ciudadanía.
¿Las autonomías han sido beneficiosas para los ciudadanos? Para los políticos no hay duda. Pienso que su coste, a cargo de los ciudadanos, no se justifica. Habría que revisar a fondo el título VIII de la Constitución.
Se han traspasado tantas competencias que España se ha convertido en una maraña de leyes, decretos y reglamentos sobre todas las cosas que han dado lugar a aventuras como la “construcción nacional catalana” a través de la manipulación educativa y el control de los medios de comunicación, a la imposibilidad de establecer un régimen hidrológico para todos, ya que cada comunidad autónoma defiende a ultranza sus ríos. Hay un egoísmo autonómico patente.
Para asegurar la igualdad de todos los españoles es necesario que el poder central vuelva a recuperar competencias en educación, en sanidad, en servicios sociales y solo traspase aquellas cosas que realmente signifiquen un acercamiento de la administración a los administrados.
También habría que revisar la vigente ley electoral que es anterior a la misma Constitución. El reparto de parlamentarios por provincias, cuando la población resulta heterogénea, da resultados que no resultan lógicos.
A ver si se deciden a efectuar las oportunas  modificaciones, sin querer volver a ningún tipo de federalismo. El desastre de la Primera República que nos sirva de escarmiento.
Francisco Rodríguez Barragán
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miércoles, 25 de octubre de 2017

A vueltas con nuestra democracia


            Unas modestas reflexiones sobre el poder y las leyes
Aunque se dice que la democracia la inventaron los griegos, lo cierto es que solo hará unos doscientos años que comenzó a instaurarse en el mundo occidental, aunque de forma bastante imperfecta.
En cualquier conjunto humano se plantea siempre la cuestión del poder, ¿quién manda aquí?.  Durante siglos fueron los reyes los que, amparándose en una sanción divina, tuvieron el poder de mandar y el resto de la gente súbditos cuya obligación era obedecer. Claro que esta obediencia fue poco a poco variando, en unos países más que en otros. Los súbditos buscaron la forma de hacerse oír, aunque no todos,  pues las relaciones de poder establecían clases sociales con límites bastante fuertes.
En la Grecia del siglo V a C. su famosa democracia, el poder del pueblo, no entendía por pueblo más que determinadas clases y aunque se dice que el sistema democrático puso freno a la tiranía, lo cierto es que no duró demasiado y volvieron tiranos y dictadores, reyes y aristócratas.
Cuando en Occidente el pueblo se organizó frente al derecho divino de los reyes, retomaron la viejísima idea de la democracia griega y consiguieron, en algunos casos, establecer un embrión de parlamentos, que en ocasiones solo sirvieron para dar cobertura legal a la imposición de cargas y gravámenes a los ciudadanos.
Aunque el parlamento británico siguió un proceso largo y eficaz de representación del pueblo, diferenciando a los nobles del resto, en parte de Europa se comenzó a hablar de democracia desde la revolución francesa, pero de forma intermitente a lo largo del siglo XIX, un siglo esencialmente convulso y revolucionario.
El sufrago universal no llegó a imponerse hasta fechas bastantes recientes. El voto se ejercía por los varones con determinada renta y las mujeres no tuvieron voto hasta tiempos bien recientes.
De todos modos un sistema en el que el poder pudiera cambiar de titular sin recurrir a la fuerza, fue un avance importante, aunque no exento de adulteraciones, trampas y engaños.
Lo mismo que en toda sociedad se planteó siempre quién manda, también se planteó la necesidad de una ley básica que regulara los derechos y deberes de los ciudadanos y el funcionamiento del sistema: la Constitución. Si tal constitución es la norma suprema de convivencia resulta imprescindible su acatamiento, sin perjuicio de posibles modificaciones realizadas de acuerdo con la misma.
También la constitución determina que la forma en que se accede al poder y se pueden aprobar o derogar leyes, es a través del juego de mayorías y minorías que no deja de plantear serios problemas. Los parlamentarios, convertidos en legisladores,  ¿pueden imponer su voluntad si cuentan con la mayoría 51%, al otro 49%? aunque para alcanzar la mayoría hayan tenido que comprar votos de partidos llamados bisagra y las leyes que se aprueben no tengan mucho que ver con los programas que presentaron los partidos para pedir nuestro voto. Es, a mi juicio, una flagrante corrupción que sería necesario depurar.
Si nuestro sistema democrático, que solo tiene un rodaje de menos de cincuenta años, ha representado un avance, es necesario que produzca también políticos que sepan ver,  por encima de sus intereses partidarios, el interés general de la nación y evitar que ningunos aventureros quieran deshacer lo conseguido.
Francisco Rodríguez Barragán
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martes, 24 de octubre de 2017

El progreso de estos tiempos


            Progresar es desarrollar nuestra capacidad de ser mejores
Hoy quizás debería escribir algo sobre los problemas de Cataluña o sobre los voraces incendios de Galicia, pero pienso que sobre todo ello hay mucha gente que escribe sesudos artículos o exabruptos incomprensibles, por ello dedicaré mi pequeño artículo semanal a otras cosas, que pienso pueden resultar útiles a los que se les ocurra leerme.
Cada vez que muestro mi desagrado por algunas de las cosas que pasan hay quien me advierte que estamos en otros tiempos, que hemos progresado y que esta es la época de la “pos verdad”, expresión que no logro entender, pues para mí las cosas son verdaderas o falsas.
Respecto del progreso, de que tanto se alardea, me parece que no hay tal progreso sino cambio. Progresar sería el proceso de llegar a ser cada vez de mejor manera mediante el desarrollo armónico de su propia naturaleza, pero lo que observo es que lo que hay es un mero cambio.
Nos dicen que hemos progresado al admitir  que  hay varios tipos de familia, pero la familia progresaría si desde su intima naturaleza fuera desarrollando cada vez con más plenitud su papel de célula básica de la sociedad, donde los esposos consiguen unificar sus vidas en el amor y transmitirlo a sus hijos, pero si llamamos familia a cualquier tipo de unión temporal y evanescente, no hay tal progreso sino mero cambio, al que siguen denominando familia de forma engañosa e inapropiada. ¿Progresa la institución familiar con parejas del mismo sexo, que por su propia naturaleza no pueden procrear e intenten crear una falsa descendencia?
También nos quieren vender como progreso el divorcio, cada vez más exprés, cuando lo que nos ofrecen es simplemente el cambio de pareja, en una especie de poligamia sucesiva. La ruptura de una relación de pareja no es ningún progreso sino un fracaso lamentable y si hay descendencia una desgracia para los hijos. Las rupturas de pareja, con divorcio o sin divorcio, siempre son traumáticas.
También nos vende como progreso la libertad sexual y me pregunto si el ejercicio de la sexualidad como simple búsqueda de placer, sin freno ni compromiso,  ¿hace progresar a las personas para llegar a ser mejores? Seguro que no. La sexualidad como algo sagrado para intercambiarlo en una relación de amor estable, en el que cada uno busca el bien del otro, sería un auténtico progreso personal. El libertinaje es destructivo, aunque se le llame “hacer el amor”.
Por supuesto que también pasa por progreso la difusión de todos los métodos anticonceptivos, incluido el aborto, que ha pasado de delito a derecho en una pirueta sorprendente. La rentable industria de los anticonceptivos facilitó la explosión de la libertad sexual, que no creo que nos haya hecho progresar como personas sino todo lo contrario. No hay tal libertad sino esclavitud y dependencia.
Habrá ocasión de reflexionar sobre otros muchos cambios en educación, en historia, en economía o en política que nos quieren hacer pasar como progreso, para lo que cuentan con multitud de medios de difusión.
Hay que utilizar la propia razón para no dejarnos engañar. Las cosas solo pueden ser verdad o mentira, nada de pos-verdades tramposas. Quizás sea más necesario ejercitarse en descubrir trampas que distraerse con vaciedades televisivas.
Francisco Rodríguez Barragán
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De una ética indolora a un voluntariado comprometido


            Vivir para sí mismo o vivir para los demás
He vuelto a hojear el libro que Lipovetsky escribió hace veinticinco años con el título “El crepúsculo del deber” que lleva como subtítulo: “La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos” y la realidad confirma todas sus apreciaciones. La gente sigue hablando de la ética, pero de una ética que no nace de ninguna moral eterna sino de decisiones personales y autónomas.
En esta línea pienso que se ha abandonado la transmisión categórica del deber como obligación ineludible de hacer el bien al prójimo o realizar el bien común, sustituida por la búsqueda de la propia felicidad como razón última de nuestra existencia, sin cortapisas morales ni sociales.
La aceptación incondicional del sistema democrático nos ha llevado a sustituir una moral eterna por las leyes que apruebe el parlamento. El deber de pagar impuestos, el deber de aceptar la ideología de género, el divorcio exprés, el aborto como derecho, el feminismo que criminaliza siempre al varón, la unión de parejas del mismo sexo llamando a tal cosa matrimonio, la imposición de la mayoría sobre la minoría.
Mucho hablar de libertad de expresión pero si te opones a cualquiera de las nuevas leyes de género puedes verte acusado y condenado. Creo que la sustitución de la vieja moral por la nueva solo sirve para justificar el hedonismo, una sexualidad sin límites, la anulación de la familia como transmisora de valores, la brusca caída de la natalidad. La mujer puede denunciar al marido, los hijos a sus padres, las hijas pueden abortar sin conocimiento de sus padres y si ha aumentado la esperanza de vida también podemos esperar que nos apliquen la eutanasia.
No obstante todo ello, creo que las personas sienten un vacio de deber que tienen que llenar con algo. Para ello se promociona a través de los medios multitud de campañas que invitan a la gente a la ecología, salvar el planeta, a amar a los animales, oponerse a las corridas de toros, pero seguir comiendo chuletón, donar la cantidad que decidan para luchar contra el hambre en África, la malaria, el cáncer  o el matrimonio infantil.
Participar en cualquier acción benéfica o filantrópica nos transmite una agradable sensación. Son acciones que nadie nos obliga a realizar y que decidimos por nosotros mismos y que en principio no nos complican la vida.
Dentro de estas acciones, nacidas de una ética indolora, ocupa un lugar preferente el voluntariado. Son muchas las personas que deciden realizar acciones voluntarias, hasta el punto de que se han dictado leyes reguladoras de estas actividades, para darles un respaldo legal ya que ocasiones pueden entrar en conflicto con los trabajadores asalariados y sus sindicatos.
En muchos casos los voluntarios son personas jubiladas que no se resignan a estar pasivos y aportan sus conocimientos previos y en otros casos son personas jóvenes que quizás esperan rellenar su currículo con esta actividad a la hora de buscar trabajo.
El voluntariado puede ser una actividad gratificante e indolora ya que puede dejar de realizarla cuando quiera o puede llevar a un compromiso creciente, a implicarse en los problemas de los beneficiarios de su acción, hasta convertir la actividad voluntaria en un auténtico compromiso de vida y dedicación, en un deber.
Francisco Rodríguez Barragán.
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La primera víctima de un conflicto es la verdad


                Rechazar la mentira y buscar juntos la verdad es el único camino para   evitarlo
En cualquier conflicto la primera víctima es la verdad. Antonio Machado dijo con gran sabiduría: ¿Tú verdad? no, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela. Y es que una verdad que no sea buscada en común y compartida es una mentira que degenerará en enfrentamiento, ya se trate de un divorcio, de una disputa partidaria o de una guerra.
Cuando no se busca honradamente la verdad sino “mi verdad” o “tu verdad” no se puede esperar nada bueno pues estaremos en el reino de la mentira, donde todo abuso, truco o artimaña es posible con tal de hundir al adversario.
La verdad no tiene más que un camino pero la mentira puede discurrir por muchos y tortuosos. En la verdad podemos encontrarnos, en la mentira cada vez nos alejaremos más unos de otros. En la verdad podemos descubrir que el otro, los otros, son un bien para mí, para nosotros, pues nos complementamos, nos enriquecemos mutuamente. En el desencuentro todos saldremos perjudicados.
Que una mentira repetida miles de veces puede parecer una verdad, pero una falsa verdad nos lleva al precipicio. Una mentira inculcada desde la infancia es una manipulación criminal. Algo satánico y monstruoso. Recuerdo la película Los gritos del silencio, en la que el sádico dictador Pol-Pop consigue que los niños denuncien a sus padres o los asesinen metiéndoles la cabeza en una bolsa de plástico. No es solo una película: ocurrió realmente.
Lo mismo que las cámaras de gas donde unos rubios alemanes asesinaron a los judíos, convencidos de la gran mentira de que la raza aria tenía que dominar el mundo.
Todos los que llaman a la revolución son sumamente peligrosos ya que quieren imponer su verdad, pero no buscan la verdad y tratarán de imponerla por la fuerza y perseguirán a todo aquel que se atreva a gritar que todo es una mentira, una patraña.
La historia debía de ser maestra de la vida. Todo lo ocurrido en el pasado va dejando una enseñanza que nos puede evitar caer en los mismos errores, pero si falseamos la historia con la mentira, estamos perdidos. Los historiadores deberían ser los fieles buscadores de la verdad para ofrecerla a la consideración de las siguientes generaciones.
Podemos comprobar la permanente manipulación de la historia por grandes mentirosos entusiastas permanentes de la leyenda negra, no solo de los siglos pasados sino de otros hechos bien recientes, como, por ejemplo, la transición del 78 que es presentada desde los tonos más sombríos y así se les enseña a los niños y a los jóvenes.
Expandir el descontento, clamar por la revolución y diseminar mentiras, es el programa de personajes bien conocidos que atizan el odio en lugar del bien común, que no nos convocan a buscar juntos la verdad, sino a que aceptemos como verdad su gran mentira.
Cuando el conflicto nos acecha, convoquemos a todas las personas de buena voluntad para buscar juntos la verdad y la verdad nos hará libres.
Francisco Rodríguez Barragán



Los demonios son más listos que nosotros


            Ellos juegan en los dos lados del tablero de nuestros enfrentamientos y    consiguen su propósito: que nos odiemos.
La inteligencia debe estar muy bien repartida ya que casi nadie se cree tonto, aunque todos estemos de acuerdo en que el número de idiotas es infinito. Fuera bromas, lo cierto es que los humanos nos consideramos en lo más alto de la cadena de las especies que pueblan el planeta y pensamos  que no existe nada más allá de nosotros y, aunque todos tenemos miedo a la muerte, pocos se preocupan seriamente por lo que se pueden encontrar cuando ocurra.
En nuestro mundo occidental pienso  que cada vez menos gente cree en Dios, incluso entre los que creen en la Madre de Dios y van a las procesiones. Si creyéramos que Alguien nos hizo y nos tomará cuenta de nuestra vida, las cosas cambiarían.
Quizás haya quien piense que debe existir algo o alguien que puso en marcha el universo y que nosotros estamos aquí, no para averiguarlo, sino para conocer cómo funciona y felicitarnos por todo lo que vamos descubriendo.
Si no creemos en Dios, mucho menos creemos en la existencia de los ángeles creados por Dios como espíritus que no están sujetos a nuestras limitaciones materiales, inteligencias puras que existen para alabar al Dios que los creó. Pero además de inteligencias también tienen voluntad y parte de ellos la usaron para rebelarse contra Dios, quizás cuando supieron que Dios iba a crear otros seres de barro a los que también iba a amar y llamar a su presencia.
Si no descubrimos las huellas de Dios en el universo, aunque su grandeza y complejidad son manifiestas, tampoco descubrimos la existencia de los demonios, ángeles rebeldes capitaneados por Satán, aunque su influencia este presente y actuante en nuestro mundo. Demostrando que son mucho más inteligentes que nosotros, han logrado pasar desapercibidos para poder engañarnos mejor. Los que rezamos el Padrenuestro, que nos enseñó Jesús, lo terminamos con dos peticiones: que no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal. La tentación es obra de los demonios y el mal es Satanás mismo.
Su naturaleza inmaterial solo está sujeta a dos pecados: la soberbia de saberse por encima de todas las demás criaturas y la envidia, que consiste en la tristeza del bien ajeno. Los demonios están tristes y resentidos de que Dios haya tomado un cuerpo de hombre y nacido de una mujer. ¡Otorgarle tal distinción a unos seres que necesitan comer, que se cansan, que sufren, es ponerlos por encima de los espíritus angélicos! ¡Qué humillación!
Por eso se dedican a destruir a cuantos más hombres, mejor. Para eso nos tientan sin descanso, pero como muy inteligentes, nos seducen con cada cosa y su contraria. A los partidarios del aborto les convencen de que están haciendo algo bueno: defender el derecho de las mujeres y a los que se oponen al aborto les convencen de que llevan razón y deben de terminar con todos los abortistas. Con esta táctica los demonios siempre ganan si consiguen establecer una relación de odio entre unos y otros. Y lo que se dice del aborto puede decirse de los sistemas políticos y económicos, de los partidos políticos, de las disputas territoriales, etc.
El precepto cristiano de amar al prójimo, aunque sea mi enemigo, es lo único que puede librarnos del poder de los demonios. Lo que se nos pide no es tratar de imponer nuestras ideas por todos los medios, sino estar dispuestos a morir por ellas. No es fácil la cosa, pero el que pierda su vida por la buena nueva del evangelio se salvará de todos los demonios.
Francisco Rodríguez Barragán  
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La amenaza de una proposición de ley


            La ideología de género es un ataque a nuestras mismas raíces.
Cuando comenzó a hablarse de la ideología de género pudo parecer una ocurrencia sin mucho futuro. Craso error. Esta ideología ha crecido cada vez más amenazante en todo occidente. También en España donde algunas comunidades autónomas se apresuraron a legislar sobre ello  y ahora trata de imponerse a nivel nacional mediante una proposición de ley, elaborada por Podemos, y apoyada por toda la oposición y quién sabe si hasta por el partido del gobierno.
Algo que siempre estuvo claro de que todas las personas se dividían en dos sexos: machos y hembras, hombres y mujeres, está siendo atacado y eliminado por una noción diferente: el género como construcción social que mantiene que el sexo es lo de menos, lo importante es lo que cada cual decida ser y así aparecen hombres que se sientes mujeres, mujeres que se sienten hombres, otros que se siente bisexuales…
No se trata de eliminar la discriminación por razón de la orientación sexual sino de alzarse con un ímpetu reivindicativo y agresivo que pretende inculcar esta ideología en lo niños, dese la infancia, por encima de lo que puedan opinar sobre el asunto sus padres.
Es más, los activistas de esta ideología tratan, y lo están consiguiendo, de impedir la expresión de cualquier opinión en contra, acusándolos de diversas fobias que se han inventado, pero que pueden hacer recaer castigos y multas sobre los opinamos de distinta manera.
En el diario Ideal de Granada la Diputación provincial lleva meses insertando un anuncio que dice “Se necesitan bisexuales, gays, heterosexuales, intersexuales, lesbianas, transexuales  y que cualquier opción es válida., y después del logotipo de la Diputación dice: Campaña contra la incitación al odio por motivos de orientación e identidad sexual.
No se me alcanza la necesidad que pueda tener  la Diputación de tales personas ni su afirmación de que cualquier opción es válida ¿seguro? Hay a quienes le gusta la pederastia o la poligamia o la pornografía infantil, o la zoofilia, ¿todas son válidas?
No veo que nadie incite al odio contra los homosexuales, siempre que su orientación sexual no comporte ningún abuso respecto a otras personas, pero lo que si veo es que algunos elementos exaltados de estas minorías odian a los que no compartimos sus teorías sexuales que ellos llaman de género.
Creo que parte de estas minorías están siendo instrumentalizadas por los que siguen soñando con revoluciones imposibles. Si la lucha de clases no trajo ningún paraíso a la tierra, pues a convencer a los que puedan de que hay que tratar de incitar a la lucha de las mujeres contra  los hombres, de los gays, las lesbianas, etc. contra todos los demás, de la gente contra la casta, de los antirreligiosos contra la Iglesia y los creyentes.
Todos estos revolucionarios actuales han oído y creído que la revolución comunista no funcionó por culpa de la institución familiar o el arraigo de las creencias religiosas. Por ello cualquier motivo es suficiente: socavar a la familia, instaurar una sexualidad sin trabas, poner en circulación nuevos “derechos”: derecho al aborto, derecho a la eutanasia, derecho a cambiar de sexo y ¡lo qué nos queda que ver!
Si la proposición de ley de Podemos se aprueba será un paso más en la destrucción de las raíces mismas de nuestra civilización.
Francisco Rodríguez Barragán




De vuelta al paganismo


                Ahora, más que nunca, anunciar el evangelio de Jesús
A fuerza de querer ser modernos cada vez somos más antiguos, hemos vuelto al paganismo romano y como ellos hemos sido entregados a pasiones degradantes, hemos cambiado las relaciones naturales por otras innaturales entre hombres y mujeres, como está a la vista, en las que cualquier aberración ha sido elevada a categoría de modernidad digna de defenderse.
En un mundo paganizado donde florece la injusticia, la codicia, la envidia, los homicidios, las discordias, está claro que estorba la Iglesia que recuerda, o debe recordar, dos verdades fundamentales: que somos criaturas de Dios y que esta vida no termina con la muerte, sino que seremos juzgados para la eternidad.
Vivimos en un mundo regido por leyes complicadas y amenazantes de sanciones penales y económicas, pero no podemos soportar que se nos recuerde la necesidad de las virtudes para ordenar nuestra vida. Nuestra razón y nuestra libertad nos deberían llevar a buscar el bien y la verdad y rechazar el mal y la falsedad. Pero parece que esto no funciona.
Si me creo el único dueño de mi vida, mi propio dios, solo aceptaré las reglas morales que yo mismo me imponga y todo se reduce a disfrutar sin medida de todos los placeres. Comamos y bebamos que mañana moriremos, convencidos de que tras la muerte no hay nada.
La gente ha abandonado los templos y los sacramentos. Pérdida la conciencia de pecado ¿para qué confesar? Jesucristo ¿quién es Jesucristo? Solo pueden hablarles de Jesús los que lo han encontrado y les ha cambiado la vida, pero muchos que dicen que creen en Jesús no se atreven a anunciarlo a los demás.
Por supuesto que es más difícil seguir a Jesús que seguir al mundo y en eso estamos. Pero el mundo nos dejará tirados y sin esperanza mientras que Jesús nos ofrece perdón y ayuda. Ya nos dijo que el que quiera ganar su vida, por su cuenta, la perderá pero el que le siga, con todas sus dificultades, la ganará para toda la eternidad.
El misterio de Jesús consiste en que siendo Dios se hizo hombre y murió crucificado para salvar a los hombres del pecado y de la muerte. Creer esto es una cuestión de fe que se ofrece a todos, aunque muchos la rechacen.
Este mismo artículo es una invitación a creer en Jesús y cambiar de vida, a dejar las promesas engañosas del mundo y convertirse de corazón a Dios, el Dios que nos hizo, que está dispuesto a perdonarnos y ayudarnos y que nos espera con los brazos abiertos como al hijo pródigo. Confesar nuestros pecados no es una humillación sino una auténtica liberación.
Además Jesús nos prometió el Espíritu Santo para enriquecernos con sus dones y sus frutos  que están al alcance de quienes lo acepten con fe. También contamos los cristianos con la poderosa intercesión de la Virgen María a la que podemos acudir en todas nuestras dificultades.
Y por encima de todo el mandamiento nuevo: amar a todos, amigos y enemigos, como a nosotros mismos y buscar activamente el bien de todos, aunque nos vaya en ello la vida.
Francisco Rodríguez Barragán
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Gobernantes e ingenieros sociales


            Cada vez desconfío más de todo lo “políticamente correcto”
Parece que el mundo es una lucha permanente en el que unos buscan el poder para disfrutarlo y otros siempre resultan dominados. Bien es verdad que los que buscan el poder aseguran que lo hacen para conseguir organizar mejor la sociedad y la convivencia, pero hasta el momento no parece que sea así.
Digan lo que digan, los que se empeñan en gobernarnos, lo que de verdad le importa es el poder. Invocando la sacrosanta democracia, cada formación política,  pide nuestro voto prometiendo cosas de las que pronto se olvida.  Esto es algo así como el proyecto de construcción una ciudad en la que cada líder, como gran arquitecto, quiere hacerla a su gusto y mientras discuten pasa el tiempo y nada se acaba y vuelven a pedir nuestro voto y así una vez y otra. Unos ganan y otros pierden y siempre estamos en lo mismo.
No quiero decir que nos hayamos quedado estancados, al contrario, la sociedad está siendo sometida a constantes cambios. Cosas que parecían impensables se aceptan sin discusión. La familia estable: padre, madre e hijos, que fue la base de la sociedad, ha sido deconstruida, como se dice ahora, sustituida por una libertad sexual desenfrenada, en la que se aceptan como equivalentes cualquier clase de uniones. Hoy triunfa el feminismo y la ideología de género que son lo políticamente correcto y quien se resista puede resultar vilipendiado, perseguido y condenado.
Seguramente la riqueza y el trabajo siguen tan mal distribuidos como siempre pero hay libertad para copular todo lo que se quiera y con cualquier orientación. El problema de mantener una familia puede ir desapareciendo si no hay hijos… ni familias. Nacen menos de los que se mueren y envejecemos, a cambio recibimos emigrantes que, al parecer, no tienen ningún interés en integrarse ni adoptar nuestra forma de vida. ¿Es esto lo que hemos pedido democráticamente a nuestros gobernantes?
Por aquello de: “ mal de muchos, consuelo de tontos”, vemos que pasa lo mismo en cada vez más países, que se anotan como un tanto progresista el derecho al aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los organismos internacionales, que tienen tan escaso éxito en evitar las guerras y defender los derechos humanos de feroces dictaduras, consiguen a través de sus comisiones y conferencias extender el aborto, que ellos le llaman proteger la salud sexual y reproductiva y reducir la población del planeta que, dicen ellos, no puede soportar tanta población, para lo que se alían con los defensores del cambio climático, empeñados en que si hace calor es por nuestra culpa. Aquella truculenta historia del agujero de la capa de ozono, de la que ya no se habla, ¿qué pasó?
Por mi parte cada vez desconfío más de lo “políticamente correcto”,  del calentamiento global y la llamada a salvar el planeta. También desconfío del sistema democrático que tenemos, enredado constantemente en dimes y diretes, mientras cobran de nuestros impuestos, desconfío de la educación que se imparte, de la lentitud de la justicia, de tanto dato estadístico que no puedo comprobar, de tanto embuste y tanta corrupción. Desconfío hasta de los telediarios y su sospechosa unanimidad.
Francisco Rodríguez Barragán
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domingo, 3 de septiembre de 2017

La fuerza del silencio


            Frente a la dictadura del ruido.
Dada la aversión que padece nuestra sociedad a todo lo religioso es posible que el libro que he leído este verano del Cardenal Robert Sarah, que fue arzobispo de Conakri y desde 2014 Prefecto de la Congregación para el culto divino en Roma, sea ignorado por mucha gente y no lleguen a gustar de su profundo contenido. Se trata de La fuerza del silencio (frente a la dictadura del ruido).
Vivimos sumergidos en una gigantesca ola de palabras e imágenes en la que no conseguimos escucharnos a nosotros mismos y, mucho menos, escuchar a Dios. No podemos vivir sin oír la radio, ver la tele y atender el teléfono móvil que suena miles de veces para avisarnos de que hemos recibido correos, avisos o mensajes de WhatsApp con  cualquier agudeza o chorrada que alguno de nuestros amigos piense que puede interesarnos.
También están llamando constantemente nuestra atención los que cuelgan cualquier cosa en Facebook y nos urgen a que hagamos algún comentario o al menos indicar que nos gusta. Otros  quieren ser nuestros amigos, pues son amigos de otros amigos y cada vez le dedicamos más tiempo, para no quedar mal. Y no hablemos del twiter, tan en boga, en el que cualquiera escribe lo que se le antoja para pavonearse del número de los que lo siguen.
Es posible que toda esta madeja de redes sociales, palabras e imágenes,  termine decayendo algún día, pero mientras tanto estamos sometidos a la dictadura del ruido, sin tiempo ni voluntad para escucharnos a nosotros mismos y así nuestra vida de criaturas dotadas de razón y libertad se va empobreciendo cada vez más.
 El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios según nos dice el Génesis y esta semejanza con Dios consiste en el silencio que existe en fondo del corazón de cada uno y la única forma de entrar en contacto con El es, precisamente, en el silencio, que no es una forma de vacío, sino la más alta forma de comunicación. También entre las personas, cuando no es necesario decir nada para sentirnos unidos hemos llegado a una satisfactoria plenitud.
Todo lo verdaderamente importante transcurre en silencio. En silencio crece el trigo y los árboles y madura la fruta y un pequeño óvulo fecundado se convierte en persona, pero nosotros queremos arreglarlo todo hablando, gritando, discutiendo, imponiendo nuestras ideas. De hablar es seguro de que nos arrepentiremos muchas veces, pero de callar seguramente ninguna.
Preocupados por nuestra vida exterior olvidamos cultivar nuestra vida interior y así podemos ver lo que abundan las vidas vacías, inútiles, perniciosas. Seguramente que esto de la vida interior les sonará a muchos a antigualla rancia, pero a fuerza de ignorar las profundidades de nuestro propio ser perdemos la vinculación con Dios y nos creemos capaces de organizar el mundo a nuestro antojo y así vamos nosotros y el mundo.
Si fuéramos capaces de dedicar cada día un rato al silencio, seguro que nuestra vida cambiaría. San Agustín, uno de los grandes cerebros de la iglesia, dejó escrito para siempre su “tarde te amé hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé, Tú estabas dentro de mí y yo afuera” es decir volcado en las cosas exteriores no se daba cuenta de que Dios lo estaba esperando en el silencio del fondo de su corazón.
Lean, por favor, el libro de Sarah. Me lo agradecerán.
Francisco Rodríguez Barragán
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