viernes, 21 de agosto de 2015

Los cristianos aquí y ahora


Desde hace bastante tiempo los ataques a la Iglesia Católica son constantes y se han agravado con el acceso al poder autonómico y municipal de los nuevos partidos. También las redes sociales se utilizan para hacer comentarios  desfavorables.

La enseñanza de la religión está siendo cuestionada con el marcado deseo de irla reduciendo hasta su desaparición. Algunos políticos argumentan que la enseñanza religiosa no es científica y que es contraria a las conductas y opiniones que rigen actualmente la sociedad.

He venido pensando que se trataba del cumplimiento de las palabras de Jesús que dijo a sus seguidores que serían insultados, perseguidos y calumniados por su causa y así sucedió cuando empezó la predicación apostólica, eran perseguidos pero la Iglesia crecía imparable. En cambio hoy siguen los ataques y los insultos en nuestro país pero la iglesia no crece sino que más bien mengua. ¿Qué pasa?

Aunque algunas manifestaciones religiosas resulten multitudinarias, y aunque los templos estén abiertos todos los días, solo asiste gente mayor y muy pocos jóvenes. Según las encuestas del CIS una mayoría de españoles se declaran creyentes, pero los que asisten a misa, al menos los domingos, son un porcentaje cada vez más reducido.

He vuelto a leer el capítulo 5 del evangelio de Mateo y allí nos dice Jesús: vosotros sois la sal de la tierra pero si se queda sosa ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y la pise la gente.

¿No será que los cristianos ya no somos la sal de la tierra? Seguramente nos atacan, nos pisan, porque no somos sal que evita la corrupción ni levadura que hace fermentar la masa.

No nos distinguimos los cristianos, como colectivo, por una conducta diferente de los demás sino más bien vamos aceptando cada vez con mayor facilidad las opiniones y conductas mundanas.

Los cristianos y la iglesia de la que formamos parte no nos atrevemos a proclamar el evangelio de Jesús al mundo para que se convierta y viva, sino tratamos de acomodarnos al mundo, evitando cualquier clase de roce. Hemos dejado de hablar de la gracia y el pecado, de los vicios y las virtudes, del matrimonio para siempre, de la importancia capital de la familia, de los dones de Dios, la fe, la esperanza y la caridad, del perdón que se obtiene mediante el arrepentimiento y la confesión, del infierno y de la vida eterna, pero ¿hay alguien que se sienta pecador? ¡Cuidado, vaya alguien a molestarse!

Invocamos la libertad de opinión para aceptar cualquier cosa inaceptable como la ideología de género, la difusión de la homosexualidad, el aborto como un método más de control de la natalidad, etc. etc. ¿Dónde queda el mandato de evangelizar? Algunos grupos luchan contra estas lacras sin el respaldo de quienes debían apoyarlos.

En lugar de hablar de la caridad como la vivencia de un amor capaz de dar la vida por los demás, hablamos vagamente de una solidaridad, en la que se ofrecen alimentos pero no se evangeliza.

Así pues mi reflexión me va llevando a pensar que somos una sal que se ha vuelto sosa y solo sirve para que la pisen, nos pisen y no nos hagan ni caso. No tenemos ideas claras de lo que debemos ser los cristianos en el mundo: sal, luz, levadura.

Francisco Rodríguez Barragán














El nuevo orden mundial que predica Hillary Clinton






Cada día nos trae noticias inquietantes que se producen con tanta rapidez que no da tiempo de reflexionar sobre ellas, darse cuenta de lo que representan y su incidencia en el mundo en que vivimos.

Hillary Clinton, política relevante en los medios internacionales y especialmente en la ONU, declaró hace unos días que los estados deben utilizar sus poderes coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales. Me parece fuerte que se proponga tal cosa. La libertad de opinión de las personas influyentes tiene una repercusión mediática que puede resultar devastadora.

Seguramente no se refiere a que los gobiernos repriman las costumbres que, con base más o menos  religiosa, choquen con la Declaración de los Derechos Humanos, como pueden ser la esclavitud, la mutilación femenina, la negación de la igualdad, la discriminación racial, la explotación infantil etc. De hecho los Estados Unidos no plantean nada de eso en sus relaciones con países que sin duda los vulneran..

Su objetivo se inscribe en la promoción de un Nuevo Orden Mundial donde se vaya obligando a los estados a aceptar la ideología de género que conlleva el reconocimiento de unos nuevos derechos: ser hombre o mujer como opción personal, el aborto libre disfrazado como salud sexual y reproductiva de las mujeres, la legalización de matrimonios entre personas del mismo sexo para constituir nuevos modelos de familias, el de la muerte digna que es lisa y llanamente legalizar la eutanasia, etc.

Creo que no somos conscientes de todo lo que representa la introducción de unas pautas de comportamiento destructivas del tejido social que hizo posible nuestra civilización.

Para la señora Clinton y la maraña de organizaciones que se cobijan bajo el manto de la ONU, manejadas por sedicentes expertos y grupos de presión, financiados por intereses empresariales, ─como puede ser Planned Parenthood, la mayor organización para el aborto─ que ha saltado a los medios de comunicación al grabarse dos escenas en las que mujeres dirigentes de la misma hablan sin remilgos de la forma en que venden a los bebés abortados enteros o por partes, debidamente envasados para experimentación.

El presidente Obama ha arremetido contra los medios que han puesto al descubierto el negocio de Planned Parenthood, pues mantiene en su país una política antinatalista y homosexualista y apoya todo el infecto tinglado de ayudas económicas a países pobres a cambio de la legalización del aborto, gaymonio, eliminación de la objeción de conciencia  y otras aberraciones.

Saben los promotores del Nuevo Orden Mundial que la Iglesia Católica es un obstáculo a sus planes y por eso la señora Clinton habla expresamente de dogmas religiosos.

Lo verdaderamente grave es que no reaccionemos con suficiente fuerza ante estas cosas, sino que las vayamos aceptando  ovejunamente ya que nuestros políticos, progresistas ellos, si hay que matar a los niños por nacer pues se matan, si hay que promocionar la homosexualidad en la escuela, pues se promociona, que hay que poner la bandera arcoíris en todos los organismos se pone, si el orgullo  gay organiza una horrenda mascarada, pues se asiste.

Luego todos los medios se indignan porque una desalmada arrojó a un recién nacido a un contenedor y alguien oyó su llanto. Pero el llanto y el pataleo de los niños quemados o troceados en el vientre de su madre no lo oye nadie y terminan eliminados, muy asépticamente, en esos mataderos de niños llamados abortorios.

Francisco Rodríguez Barragán