viernes, 31 de mayo de 2019

Hemos abandonado a Dios y nos creemos ser dioses



Mientras tanto nuestras iglesias se van quedando vacías, nuestros conventos cierran sus puertas, los confesionarios tienen poca utilidad
Creo que la vieja división entre derechas e izquierdas quizás haya dejado de existir y ha dejado su lugar a los que aceptan y aprueban las nuevas ideas que se van difundiendo sin obstáculo en  la sociedad, mientras que aquellos que se atrevan a discutirlas serán condenados al ostracismo y a ser combatidos sin piedad por todos los medios de comunicación, que no ahorrarán ningún vituperio contra ellos.
Me refiero a la ideología LGBTI, al matrimonio entre personas del mismo sexo, a la manipulación selectiva de la historia, a la ley contra la violencia de género, al feminismo y la lucha de sexos, al desmedido amor a las mascotas, a una nupcialidad cada vez más inexistente, una natalidad decreciente junto a un envejecimiento imparable de la población.
Son los nuevos tiempos, se dice,  en los que el hombre ha renegado de Dios y de sus preceptos para anunciar al mundo la buena nueva de que el hombre es el único dios en cada momento evolutivo de la humanidad y por tanto con capacidad para decidir lo que le parezca sobre el bien y el mal, sin tener en cuenta preceptos ni valores que se dan por caducados.
Nada de hablar del pecado pues cada cual encuentra en su propia conciencia la justificación de sus acciones. Vivir juntos sin casarse, cambiar de pareja a voluntad, gozar del sexo sin cortapisas, utilizar cualquier método anticonceptivo, incluido el aborto, para evitar la incomodidad de la crianza ni el cuidado de los hijos.
Si hay que decidir alguna norma con carácter general no hay que recurrir a la ley natural ni a la divina sino a nuestros propios sistemas legislativos, siempre al albur y capricho de gobiernos y parlamentos. El papel lo soporta todo y el Boletín Oficial del Estado, de las autonomías y de los ayuntamientos sobrepasa con mucho el millón de páginas anuales. Los mandamientos de la ley de Dios solo son diez y su valor permanente.
Una mutación tan grande de nuestro mundo no me creo que sea producto de la simple evolución, de la ciencia ni de la psicología. Hay, sin duda, poderosos intereses, que deciden desde la sombra un nuevo orden mundial (NOM) ¿Quiénes? ¿Los banqueros? ¿Los masones? ¿El mismísimo Satanás? Pues no lo sé, yo no creo en brujas, pero haberlas haylas.
Mientras tanto nuestras iglesias se van quedando vacías, nuestros conventos cierran sus puertas, los confesionarios tienen poca utilidad. Pero me dirán: nunca han desfilado tantas procesiones como ahora ni tantas cofradías dirigidas por prebostes con vara alta y es verdad sobre todo en mi Andalucía. Hay quien defiende que la religiosidad popular es una especie de rescoldo que puede avivar la vivencia de la fe cristiana. Tengo mis dudas al mismo tiempo que la certeza de que estas manifestaciones ¿religiosas? son rentables para el turismo: la gente viaja, llena los hoteles y las terrazas de los restaurantes, mientras pasa el Crucificado..
Id al mundo entero y predicad el evangelio, dijo Jesús, pero entre la caridad y la solidaridad cada vez hay más confusión. Entre predicad el evangelio y organizar la ONG de Cáritas hay algo que no me cuadra. Qué tiempos más confusos nos ha tocado vivir. Usted que me lee ¿cree que el hombre es dios?
Francisco Rodríguez Barragán
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viernes, 24 de mayo de 2019

¿Podremos revitalizar a nuestra envejecida España?


El caso del francés Vincent Lambert y la dramática decisión de dejarlo morir de sed o seguir hidratándolo ha puesto una vez más de manifiesto la cuestión de la eutanasia, a la que se quieren aplicar nuestros políticos “progres” en la próxima legislatura. Pero si en este caso del francés su madre ha luchado por él, en el caso de cientos de miles de abortos ninguna madre lucha por ellos, al contrario, son las madres quienes quieren deshacerse de la molestia de su embarazo para poder seguir disfrutando sin problemas de su sexualidad.
Es curioso que a pesar de los métodos anticonceptivos aceptados sin reserva por la mayoría de la población, el aborto se siga practicando masivamente y defendiéndolo como un derecho de la mujer: el derecho a decidir: si me quedo embarazada ¿mato a la criatura o la dejo vivir?
El FMI y la OCDE han advertido del envejecimiento de la población española y la necesidad que se le va a plantear de buscar emigrantes para cubrir el déficit continuado de natalidad. Este gravísimo problema no parece inquietar a nuestros políticos entretenidos con sus inconscientes luchas partidarias, mientras España se hunde.
Se ha publicado en los medios que el número de mascotas supera al de niños. Los criadores de perritos y gatitos y sus sofisticados alimentos, demuestran el fino instinto comercial de estos mercachifles que han conseguido convencer a la población de que necesitan sustitutivos de niños. Su taimado consejo comercial es: “nuestros animales de compañía le darán cariño y menos problemas que sus hijos”. En mi ciudad han colgado grandes carteles en los se muestran parejas abrazadas a sus animales y el lema “granadinos con pedigrí” (Siempre pensé que los que tenían pedigrí eran loa animales y no las personas, pero al parecer esto ha cambiado)
En cuanto a la necesidad de cubrir el déficit de natalidad con inmigrantes ya se está produciendo, aunque hay más emigrantes gestionando ayudas sociales que buscando trabajo, pero no dudo de que acabaran sustituyéndonos tanto los rumanos como los magrebíes, pero este país ya no se llamará España y los Reyes Católicos que tanto lucharon para terminar la reconquista de España de manos musulmanas, llorarán en su tumba de nuestra Capilla Real de la que pueden ser desalojados cualquier día.
 Esto me hace recordar la poesía que aprendí de niño:
Yo he visto bajo la luz agónica y rosada,
con que una lamparilla velaba junto a un Cristo,
yo he visto en la Capilla de Reyes de Granada,
donde duerme la reina enamorada de sus altas querellas,
brotar, soñando ya, de sus pupilas,
lágrimas que enjoyaban como estrellas
la mustia flor de sus ojeras lilas.

El futuro no está escrito y podemos cambiarlo si hay personas que crean que ello es posible y se entreguen en cuerpo y alma a la tarea, tarea que no podemos dejar en manos de políticos corruptos, ni en las de sembradores de odio entre regiones, entre clases y hasta entre sexos.

Francisco Rodríguez Barragán

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jueves, 16 de mayo de 2019

Mi perplejidad ante las elecciones municipales y europeas



Seguramente que habrá gente que le pase lo que a mí
Ya estamos otra vez en vísperas electorales: europeas y municipales en mi caso y he de confesar que no tengo ni idea de a quién votar, ni si mi voto servirá para algo e incluso si resultará correctamente contabilizado.
Con respecto a las elecciones municipales podría parecer más fácil ya que las personas que ocupan el espacio de la papeleta pueden serme conocidas. Pues sí y no. A las que conozco no estoy dispuesto a votarlas, pues como se suele decir, se del pie que cojean. A las que no conozco, que son muchas más, y de los más variados partidos con siglas que ni me suenan, pues tampoco me merecen garantía alguna ya que ignoro si tratan de servir al bien común o buscan vivir de la política.
Los partidos que parecen con más posibilidades de conseguir algunos concejales son los que repiten y en su mandato defenestraron al alcalde anterior con una operación policial semejante al desembarco de Normandía y a pesar del ruido, los tribunales correspondientes mantienen el más espeso silencio. El cambio de alcalde, a mi parecer, no ha supuesto ningún beneficio apreciable para la ciudad que continúa incomunicada por ferrocarril con el resto de España.
Todos andan celebrando actos para darse a conocer a los que no asisto, pero sí leo las reseñas periodísticas al día siguiente. Lo más destacable de sus programas son las obras que piensan abordar para engrandecer la ciudad, su sierra y su turismo (no sé con qué dinero) y los más ideologizados aprovechan la tribuna que se les ofrece para hacer propaganda de la ideología de género o la violencia machista, sus exigencias y asociaciones subvencionadas.
Si voto a los que quieren engrandecer mi ciudad, Granada, sin saber de dónde sacarán el dinero, si luego siguen peleándose entre ellos y no hacen nada ¿dónde reclamo? Por supuesto que no se me ocurrirá votar a los neo marxistas que  andan pregonando la lucha de sexos (de la de clases se habla menos) o el apoyo a los okupas.
Respecto a las elecciones a diputados europeos leo las interminables listas que presenta cada partido, ¡incluido el que lleva como logotipo la cara del prófugo  Puigdemont! Algunos nombres me parecen interesantes, aunque de distintos partidos, pero solo puedo meter una sola papeleta, así que mis posibilidades electivas son escasas. ¿Llegarán a diputados europeos personas que busquen el bien de España? Realmente ¿quién manda en Europa?
A veces pienso que la Europa que soñaron Schuman, Adenauer, Jean Monnet, Spaak o Alcide De Gasperi, tiene poco que ver con la Unión Europea actual que parece más bien diseñada con escuadra y compás por los promotores del Nuevo Orden Mundial, aunque cada vez se van levantando voces contra la asfixiante burocracia de Bruselas. No parece una unión de estados libres sino el embrión de una súper-nación que quiere ir disolviéndonos en la marea imparable de gente de otros continentes con intereses que desconocemos.
Si no sé a quién votar para el gobierno de mi ciudad, ni para que estemos representados en Europa, ¿qué puedo hacer? ¿mi voto, si no me abstengo tiene algún valor? ¿será correctamente contabilizado?
Demasiados interrogantes para mi edad.
Francisco Rodríguez Barragán
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sábado, 11 de mayo de 2019

El Catecismo de la Iglesia Católica, el de ahora y el Ripalda


            No sé si los que se dicen cristianos hoy manejan el Catecismo de la Iglesia                            pero pienso que los mayores, como yo, recuerdan el Ripalda.
En octubre de 1992 el Papa San Juan Pablo II aprobó el Catecismo de la Iglesia Católica, un grueso libro con más de 600 páginas y 2855 apartados que trató de ser una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de la Iglesia cuyas fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia, estructurado en cuatro partes: La profesión de la fe, los sacramentos de la fe, la vida de fe y la oración en la vida de la fe. Las cuatro quieren ayudar a profundizar el conocimiento de la fe y se orienta a la maduración de esta fe, su enraizamiento en la vida y su irradiación en el testimonio.
Este Catecismo estaba destinado a ser el punto de referencia  para los catecismos que fueran compuestos en los diversos países. Aquí en España solo conozco el Youcat, que circuló con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud como catecismo para jóvenes, no específicamente español, cuya difusión ignoro si ha tenido continuidad.
En cambio el catecismo que aprendí de niño, del que recuerdo muchas cosas, era el famoso catecismo del Padre Ripalda que perdí en alguna ocasión, pero que encontré en una edición que hizo Luis Carandell, juntamente con el catecismo del Padre Astete en el año 1997.
Tanto Ripalda como Astete nacieron en el siglo XVI y murieron en el XVII y recogieron las enseñanzas del Concilio de Trento del que fueron contemporáneos. Ambos catecismos tienen una estructura similar y estaban pensados para aprenderlos de memoria en forma de preguntas y respuestas. Tuvieron una larga vida pues estaban vigentes en la primera mitad del siglo XX y estoy seguro de que muchos de mi edad lo recuerdan perfectamente y si se le inicia el comienzo “todo fiel cristiano es muy obligado a tener devoción de todo corazón a la santa cruz de Cristo nuestra luz...” es seguro que saben seguirlo. Después el maestro o el catequista preguntaban el nombre del niño y si era cristiano y éste respondía que lo era por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo.
En menos de cincuenta páginas un capítulo trataba del Credo y los artículos de la fe que eran catorce, siete sobre la divinidad y siete sobre la humanidad, donde estaba el misterio de la Encarnación que recitábamos de corrido: “ Vino el Arcángel San Gabriel a anunciar a la Virgen María que el Verbo Divino tomaría carne en sus entrañas sin detrimento de su virginal pureza…” Mis padres y mis abuelas lo sabían perfectamente.
Otro capítulo trataba sobre los diez mandamientos y el significado de cada uno de ellos en nuestras vidas, explicados con brevedad y exactitud, así como los sacramentos, las obras de misericordia o los pecados capitales, los enemigos del alma, los dones del Espíritu Santo y los novísimos o postrimería del hombre, hoy tan olvidados, muerte, juicio, infierno y gloria.
Aquellos pequeños catecismos que recitábamos en el colegio, la familia o la parroquia eran la más genuina transmisión de los valores religiosos que hoy resultan tan lejanos.
Ojalá haya reactivado la memoria de la gente de mi edad y se vuelvan a transmitir los auténticos valores cristianos sin modificaciones ni recortes.
Francisco Rodríguez Barragán
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http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/38248/2019-05-11.html

jueves, 2 de mayo de 2019

El principio de la sabiduría


            Nos creemos nuestros propios dioses y queremos alejarnos del Dios que nos                        creó y nos pedirá cuentas.
Cuando vemos una magnifica pintura preguntamos por su autor. Lo mismo si contemplamos una construcción imponente o leemos un bello poema. Siempre nos interesamos por saber algo de los autores de todas las cosas que nos impactan.
En cambio cuando contemplamos un cielo estrellado, un bello amanecer, una puesta de sol o el mar tranquilo o encrespado, no nos preguntamos por el autor de tanta belleza sino que nos conformamos con cualquier explicación más o menos científica sobre la naturaleza que por sí misma resulta capaz de todo, ya sea de la evolución o de la expansión de ese cosmos inabarcable que se nos ofrece como lugar donde enviar a algún astronauta.
Pero si comprendemos que detrás de un cuadro, una sinfonía, una estatua o un  descubrimiento tiene que haber necesariamente una mente inteligente, ¿por qué no queremos aceptar la existencia de un ser infinitamente grande, sabio y poderoso autor de todo lo creado? Buscamos mil y una explicaciones para evitar reconocer la existencia de un Dios personal que nos creó dotados de inteligencia y voluntad y que nos espera más allá de la muerte.
Dice la Biblia que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. Un temor que no lo entiendo como terror ni miedo, sino como el vértigo ante la inmensa desproporción entre cada uno de nosotros, pequeños y limitados,  y un Dios eterno, todopoderoso, ilimitado que vive, fuera del tiempo y del espacio, pero que nos pedirá cuenta de lo que hayamos hecho con la vida que nos regaló desde el nacimiento hasta el inevitable final de nuestra muerte.
Es la poderosa tentación de Satanás en el paraíso, susurrando al oído de Adán y Eva que, desobedeciendo los mandatos del Señor, seríamos como dioses, nuestros propios dioses, capaces de determinar el bien y el mal, sin nadie que nos pida cuentas.
Si no tengo que dar cuenta a nadie de mis actos podría robar o matar, fornicar o mentir impunemente, pero como vivir sin leyes comprendimos que no era posible, nos inventamos otras mucho más complicadas, fijadas al arbitrio de los que nos gobiernan con códigos que determinan los delitos y las penas pero que pueden absolver a un culpable o condenar a un inocente, dependiendo de la imparcialidad de los tribunales o de la pericia de los abogados.
Abandonado el principio de la sabiduría no es extraño que sepamos muchas cosas, aunque el número de los idiotas aumente sin parar, nos hemos cerrado a los dones de Dios pues el que teme al Señor se aleja del pecado. ¿Deseas sabiduría? Guarda los mandamientos y el Señor te la otorgará, dice la Biblia. Podíamos probarlo ya que nuestro alejamiento de Dios nos va llevando a una situación deplorable: enemistades, contiendas, luchas, abusos, y cuando menos lo esperas llega la vejez y la muerte.
Hablando con uno de mi edad me decía que lo más seguro es que después de la muerte no haya nada. Sentí un escalofrío pensando que la suerte del bueno y del malo resulte idéntica. Que los asesinos y sus víctimas tengan el mismo destino, que no haya diferencia entre los embusteros y los engañados…
Al final de la conversación le dije que, dada nuestra edad, nos quedaba poco para averiguarlo. No estoy seguro de que me escuchara o de que me mandara a freír espárragos.
Francisco Rodríguez Barragán
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