lunes, 5 de noviembre de 2018

Perdonen que insista: el futuro puede estar en nuestras manos



            Depende de que cuando hayamos de votar utilicemos nuestra razón y   nuestra libertad
Hace un par de emanas escribía sobre las dos dimensiones que nos constituyen como personas: la razón y la libertad y que, si no utilizamos, no tendremos derecho a quejarnos de lo que se nos imponga.
Hoy insisto de nuevo en la misma idea porque es acuciante que sepamos ver lo que se nos ofrece desde los medios, juzguemos de su bondad o malicia y actuemos en consecuencia. Ver, juzgar y actuar es un instrumento que tenemos que utilizar en todo momento.
Ya sé que puede resultarnos más cómodo dejarnos llevar por los mensajes que nos llegan y tengamos miedo de poder ser etiquetados como contrarios al llamado progresismo que campa a sus anchas por todas las ondas.
Pero ¿es realmente progresar aceptar los “nuevos derechos”? , esos que puso en marcha Rodríguez Zapatero: derecho a cambiar de pareja cuantas veces se me ocurra, derecho a decidir si tengo el hijo concebido o lo mato antes de nacer, derecho a elegir el sexo que se me ocurra, negando el biológico (hay un extenso catálogo para elegirlo mucho más allá de las siglas GLBT), derecho a vivir sin trabajar, ni buscar trabajo, reclamando que el Estado nos mantenga, derecho a ocupar por la fuerza propiedades ajenas, derecho a pintar grafiti en donde se nos antoje para proclamar estupideces, derecho a inventarse y enseñar una nueva historia de España, derecho a proponer juegos eróticos a los niños, derecho a enseñar a la gente joven a usar los métodos anticonceptivos para que gocen sin freno ni responsabilidad del sexo en todas sus variantes, etc. etc.
Seguro que alguna inquietud habrán sentido al conocer la brutal caída de la natalidad o de la nupcialidad, al ver una sociedad con más viejos que niños, una sociedad empeñada en suicidarse mientras pierde el tiempo contemplando el teléfono móvil, la pantalla del televisor o cualquier escena pornográfica. ¿Exagero?
Desde el poder pueden contarnos que avanzamos en conocimiento, en creación de alta tecnología, en PIB, en esperanza de vida, pero aunque sea verdad. nada de esto elimina todo lo negativo que he señalado antes y que tratan de ocultarlo.
Dentro de poco se nos ofrecerá uno de los escasas oportunidades en que podemos hacer efectivo nuestro derecho democrático, votar al cabo de cuatro años. Toda la artillería pesada de los partidos se pondrá en marcha para convencernos de que les demos nuestro voto. Es el momento de que examinemos con nuestra razón, no lo que dicen sino lo que hacen o lo que vienen haciendo y quiénes son los que dicen que van a representarnos.
Hay que rechazar a los que no han trabajado en su vida, a los que siempre han vivido del presupuesto ¡ya está bien! A los que hacen lo contrario de lo que predican. Podemos enviarlos a casa, aunque seguirán viviendo bien con las prebendas que ellos mismos se han tomado.
A lo mejor no encontramos a nadie que cubra nuestras expectativas en las papeletas que recibiremos. Pues todas a la basura.
Pero si se creen lo que nos prometen, si creen que van a trabajar de verdad por el bien común, pues vótenlos,  ¡Ojalá haya quienes sean capaces de servir a todos los españoles y terminen con tanto progresismo, tanto cuento y tanta corrupción!
Francisco Rodríguez Barragán

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Como soy viejo hay cosas que no entiendo



            Hoy,  por no escribir de cosas más serias, les comento alguna de las       diferencias que van de ayer a hoy.
Hay cosas que no entiendo, no sé si es porque soy viejo y tonto o es que sigo viviendo en un mundo que cada vez me va siendo más ajeno. No sé si la gente de mi quinta, como se decía antes, tendrá mis mismas perplejidades.
Por ejemplo, no consigo entender que sea una moda femenina llevar los pantalones cada vez más rotos y más cuando me entero que ya los venden así. Siempre pensé que en las tiendas se vendía ropa nueva y no hecha girones. Misterio, aunque algunos rotos van subiendo desde las rodillas cada vez arriba y no quiero imaginar la razón de tales desgarrones.
Pero también veo que la moda ha prendido en los jóvenes, quizás sea por la confusión creciente del sexo. Desde luego con los pantalones rotos no me hubieran dejado salir de casa. Si el pantalón se rompía me echaban piezas o remiendos y en el mejor de los casos los llevaban a la zurcidora, pero salir a la calle con calzones rotos ¡nunca!
Otra moda que cada vez más se va imponiendo es la de los tatuajes. En mis tiempos iban tatuados los legionarios, los marineros y los artistas de circo, pero ahora veo jóvenes de hermosos brazos oscurecidos con tatuajes de motivos esotéricos e inquietantes que me producen repelús. También observo tatuajes en las piernas y me imagino que en cualquier parte del cuerpo. He preguntado a alguna si tales pinturas pueden hacerlas desaparecer cuando quieran y me informan que es mucho más caro y molesto quitarlas que ponerlas.
Como en el caso de los pantalones rotos también los tatuajes “adornan” tanto a hombres como a mujeres. No quiero imaginar esos tatuajes cuando la piel de estas mocitas (y mocitos) estén fláccidas y arrugadas.
El nombre del sastre que me confeccionaba el traje  aparecía en una pequeña etiqueta cosida al forro de la chaqueta en el bolsillo de la billetera y el del camisero era un minúsculo bordado. Ahora con el avance en la técnica de impresión de camisetas nos han convertido en personas-anuncio. Jóvenes y mayores, hombres y mujeres exhiben por delante y por detrás mensajes la mar de variados ya sean de actividades solidarias, comerciales, nombre de universidades o frases en inglés cuya traducción me pregunto, a veces, si será conocida de quien la exhibe. Y este atuendo, propio de excursión se utiliza a cualquiera hora y en cualquier sitio. La etiqueta y el buen gusto deben haber pasado de moda.
Mi esposa y yo debemos ser unos tipos rarísimos pues no tenemos ningún perro al que pasear, mientras los vecinos de mi barrio se levantan a primera hora para sacarlos a la calle. Son en la mayor parte de los casos perritos que casi parecen de juguete. He ido viendo crecer en los supermercados las estanterías dedicadas a alimentos para perros y gatos, verdaderas delicatesen, ropita,  camitas, collares y hasta cochecitos para pasearlos. No sé si estos perritos son más felices que los perros callejeros de mi infancia que comían restos de comida. Mi ayuntamiento ha colocado carteles que dicen “Granadinos con pedigrí los que recogen los excrementos de sus perros”. Yo siempre pensé que el pedigrí es de los animales y no de sus dueños.
Bueno, iré anotando las cosas que me parecen curiosas y se las comentaré cualquier día que, como hoy,  no tenga el cuerpo para escribir de política ni de cuestiones más trascedentes.
Francisco Rodríguez Barragán
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Las obras de ficción y la ficción de nuestras libertades


            Los que nos gobiernan diseñan nuestro papel que aceptamos sin más.

Cada película, cada obra de teatro, cada serial de la tele y hasta un espectáculo de marionetas ha sido concebido por alguien que ha diseñado la trama, el carácter de los personajes, buenos y malos, y el desenlace. Si tiene éxito de público el que creó la obra seguramente tratará de añadirle más episodios y hasta más personajes.
Cada uno de los que intervienen en la producción de la obra tiene claro que es distinto del personaje que le toca representar, ya sea de protagonista, ya sea de figurante o de extra.
En la vida real seguramente no nos damos cuenta de que alguien también ha diseñado nuestro papel. Una personalidad que no llegamos a conocer, seguramente colectiva, ha trazado, con escuadra y compás, una idea del mundo que desea construir y de la mente de las personas que lo formamos.
No existen más problemas que los que nos inculcan las encuestas, los noticiarios y las tertulias de la tele, ni más soluciones que las que ellos nos digan. Es posible que la gente, tanto jóvenes como mayores, que salen a gritar, vociferar y agitar los puños, piensen que está haciendo uso de su libertad, de sus derechos y no caiga en la cuenta de que están siendo utilizados por potentes fuerzas políticas, económicas, ideológicas o subversivas en los que nuestro papel no pasa de modesto figurante, de extra de película, de votante, cuando nos llamen a meter un papelito en la urna.
Pero los medios a través de los cuales nos llegan las órdenes, sugerencias o mensajes subliminares, son de alguien a quien no conocemos, ni calibramos su poder. Hay extrañas unanimidades a la hora de etiquetar a cualquier persona o colectivo a abatir o se decreta una barrera de ominoso silencio sobre ellos, algo así como darlos por muertos o amortizados. ¡Viva la libertad de opinión y abajo los que no piensan como yo!
Podemos pensar que existe una pluralidad de partidos con programas diferentes y diferentes estrategias. Nada más falso: ninguno se atreve a enfrentarse con las ideologías “progres”, ni  tratan de erradicarlas. Sea cualquiera su color todos miran lo que pueda decir el tinglado de la Unión Europea o el macro-tinglado de la ONU.
Por muchas vueltas que le demos lo que existe en los partidos es un ansia de poder no para conseguir el bien común, sino para disfrutarlo, haciendo seguramente lo que hiciera el anterior y el verdadero gobierno en la sombra (que estoy seguro que existe), comprueba constantemente si sus propios intereses puedan sufrir  algún daño o merma, si ganan unos u otros.
He leído este fin de semana que las condenas por las famosas tarjetas black apenas han hecho ruido, seguramente porque pocos españoles las habrían rechazado si se las hubieran ofrecido. Otras tarjeta igual de negras en Andalucía han levantado algún revuelo porque habían servido para pagar servicios de prostíbulos, pero pasará sin levantar la más mínima repulsa, como los famosos ERES que nadie sabe cuándo terminarán.
En cuarenta años de gobierno socialista en Andalucía se curioso que sigamos a la cola del desarrollo, a pesar de las ayudas europeas. No es seguro, ni mucho menos, que en las próximas elecciones cambie el partido gobernante. El papel adjudicado a los andaluces está claro que no pasa de figurantes.
Francisco Rodríguez Barragán
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