lunes, 24 de mayo de 2021
Pentecostés, una fiesta cristiana que quizás pasa desapercibida
martes, 18 de mayo de 2021
Paseando por Granada como un turista mas
La edad y los achaques me han tenido sin salir de mi barrio hasta hoy.
Ha
entrado el buen tiempo y es una pena estropearlo escribiendo sobre las cosas
que nos pasan y que no está en nuestras manos resolverlas ni siquiera influir
en ellas.
Después
de mucho tiempo sin salir a la calle por la incurable enfermedad de la edad, hoy
he salido y me he alegrado de ver que mi ciudad sigue bonita y hermosa.
En el
boulevard que va desde el Hospital Virgen de las Nieves a la Gran Vía he
contemplado las estatuas que allí plantó un buen alcalde. Está Frascuelo el
torero de esta tierra que seguirá por siempre en bronce iniciando el paseíllo. Luego,
de cuerpo entero, aquella granadina que “fue más que reina” Eugenia de Montijo esposa
de Napoleón III.
También
está la gitana María la Canastera acompañada casi siempre de algún turista que
se sienta en las sillas de bronce, aparentando anea, de cualquier cueva del
Sacromonte.
Sentado
en su banco podemos ver al accitano Pedro Antonio de Alarcón con su libro de
Memorias de la guerra de África y serio y meditativo a Don Manuel de Falla que,
con las manos cruzadas, parece estar recordando la Danza del Fuego.
De pie,
como hizo siempre para recitar sus poemas, el albaycinero Manuel Benítez
Carrasco que recorrió buena parte de Hispanoamérica pregonando las bellezas de
Granada y cerca de él, Federico García Lorca el del Romancero Gitano, las bodas
de sangre o poeta en Nueva York.
Sentada
en un banco Elena Martín Vivaldi con un libro en sus manos, poetisa que nos
deleitó con sus versos llenos de encanto y emoción.
En lado
contrario del boulevard, San Juan de la Cruz, el fraile que vivió en el
Convento de los Mártires en la colina de la Alhambra y escribió sus poesías
místicas que transmiten la emoción del santo enamorado de Dios. Es curioso que
siempre tiene flores entre sus manos que le coloca la gente que pasa.
Cerrando
el paseo antes de entrar en la Gran Vía, como presidiéndolo todo, la cabeza,
solo la cabeza en bronce, del Gran Capitán Don Gonzalo Fernández de Córdoba, el
héroe de tantas gloriosas batallas que le merecieron el título de “Terror de
los turcos y los franceses” como puede leerse en el templo de San Jerónimo
donde fue enterrado, aunque los soldados napoleónicos quizás lo profanaron a
principios del XIX.
Cruzando donde termina o empieza el boulevard,
también podemos ver la explanada del Triunfo, con otros bronces de interés: una
escena de San Juan de Dios y una imagen de Fray Leopoldo de Alpandeire, uno
dedicado a los enfermos y otro franciscano limosnero que recorría las calles de
Granada con su bolsa al hombro y que yo aún recuerdo.
También
en esta explanada, donde hubo una plaza de toros, hoy tenemos en lo alto de una
columna de mármol a la Virgen María: una mujer vestida de sol, con la luna bajo
sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Bajo esta
columna mariana impresionante hay una fuente con múltiples chorros de agua que
se ilumina de colores por la noche y detrás el magnifico edificio del Hospital
Real, hoy Decanato de la Universidad de Granada.
Merece la
pena pasear por Granada, mi tierra, en este tiempo de primavera.
Francisco
Rodríguez Barragán
Publicado en
https://www.diariosigloxxi.com/firmas/franciscorodriguez
martes, 11 de mayo de 2021
Un derecho fundamental: trabajo para todos
Para todos
significa para todo el mundo, sin excepción.
El primero de mayo pienso que es
un buen día para escribir sobre el derecho al trabajo, anejo siempre al deber
de trabajar. Claro que cuando el desempleo avanza imparable lo más importante
es el derecho al trabajo.
La pandemia ha provocado mucho
desempleo, pero no solo la pandemia sino la nefasta gestión de la economía en
la que lo más importante es conseguir, como sea, una buena cuenta de resultados,
aunque ello signifique dejar sin medios de subsistencia a mucha gente que se ve
obligada a formar parte de las colas del hambre a las puertas de Cáritas y
otras organizaciones de beneficencia.
Aunque los políticos de unas y
otras tendencias intenten conseguir los votos de los ciudadanos para, según
dicen, llevar a cabo la puesta en práctica de diversas formas de organización
social, todo resulta bastante inconsistente ya que ni el capitalismo ni los
distintos tipos de socialismo han conseguido unos resultados exitosos, capaces
de soportar situaciones imprevistas como las actuales.
Claro está que muchos de los que,
ahora o luego, mendigaran el voto ciudadano han vivido con frecuencia del
presupuesto y pocos trabajaron. Es necesario un cambio de modelo de producción
y desarrollo que no termine con el planeta ni condene a la población a partirse
en dos clases antagónicas: la de los poderosos y la de los trabajadores, en
peligro siempre de perder su puesto de trabajo o ver disminuidos sus ingresos
hasta hacerlos insuficientes para atender los gastos de manutención y vivienda
de su familia.
Sería necesario exigir
responsabilidades a los culpables del hundimiento de la economía, ya se trate
de los miembros del gobierno que no supieron administrar con prudencia el
presupuesto cuya administración les fue confiada o los dirigentes de las
grandes corporaciones que buscan mantener su cuenta de resultados, triplican
sus sueldos y al mismo tiempo abandonan a buena parte de sus trabajadores.
Sustituir a trabajadores por
ordenadores parece la solución digna de cualquier novelista de ciencia-ficción,
pero eso lleva consigo la esclavitud de los ciudadanos y la omnipotencia del
“gran hermano” que nos vigila desde una pantalla. Realmente el gran hermano
imaginado por Orwell ya lo tenemos aquí, aunque no ha sido necesaria una
pantalla vigilante sino muchas pantallas que repiten a todas horas una
propaganda política agobiante, sin duda pagada con nuestro dinero, difusora de
datos poco comprobables.
Muchos ponen su confianza en la
Unión Europea que nos ayudará a resolver nuestros problemas, pues si por un
lado ofrecen dinero (que les resulta fácil imprimir o convertir en deuda) por
otra exigen la aceptación de posturas que no tenemos por qué compartir sobre la
familia, el aborto o la ideología de género.
Aparte de todas estas
dificultades vivimos en un mundo lleno de problemas en el que hay más motivo
para el enfrentamiento que para la colaboración. Aquella gran esperanza en la
ONU no la veo avalada por palpables resultados: sigue habiendo países pobres y
ricos, emigración incontrolada, que tiene poca cabida en países que también
están llenos de problemas y para resolverlos se trata de implantar el control
de la natalidad y me temo que también el control de la alimentación para “salvar
el planeta”.
El derecho al trabajo para todas
las personas del mundo parece un ideal cada vez más lejano.
Francisco Rodríguez
Barragán
Publicado en
https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/2866261/derecho-fundamental-trabajo-todos
LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y AMOR A LA VERDAD
Los obispos españoles tienen todo el derecho a publicar unas orientaciones morales respecto a las próximas elecciones. Tanto los católicos como los que no lo sean, pero conozcan estas orientaciones, podrán ignorarlas o tenerlas en cuenta a la hora de votar.
Entre los derechos inalienables de la persona, que la Constitución reconoce y protege, está el de expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción (Art. 20 a) Por ello resulta rotundamente rechazable la zaragata organizada por el Gobierno contra la Conferencia Episcopal.
Si lo que dicen los obispos no le gusta a nuestros gobernantes, están en su derecho de razonar y argumentar para probar que su postura es mejor que la que defiende la Conferencia Episcopal. Pero en lugar de dar razones, profieren amenazas y, amparados en los medios de comunicación afines, propalan cosas que la nota no dice, callan otras que sí dice y movidos por intereses electorales excitan el viejo y “casposo” anticlericalismo de los españoles, en una vuelta al pasado más negro que sufrió España y que pensábamos superado, hasta que llegó el Sr. Rodríguez Zapatero con su ley de memoria histórica para revivir odios y rencores.
También reconoce y protege la Constitución el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La veracidad de las informaciones es bastante problemática pues existen verdaderos especialistas de la manipulación al servicio de los más variados intereses políticos. El pluralismo de los medios es relativo ya que están fuertemente mediatizados desde el poder político y el económico. La difusión de información es siempre una actividad comercial que busca beneficios.
Solamente el esfuerzo del ciudadano que ame la verdad podrá determinar, siempre con un margen de error, acerca de las informaciones que se le ofrecen. Pero el amor a la verdad y el esfuerzo no son las actitudes habituales de la mayoría de las personas. Es mucho más fácil aceptar lo que otros dicen que pensar por nuestra cuenta. Una vez decidida nuestra inamovible ubicación política, para toda la vida, tendemos a dar como cierto y seguro todo aquello que nos dicen nuestros mentores, sin más examen ni esfuerzo. ¿Cuántas personas se han leído la nota de la Conferencia Episcopal antes de opinar? Me refiero a las personas de a pie y no a los profesionales de la opinión… y la manipulación. Los medios lanzan, sin tregua, una mezcla de información y opinión política, de acuerdo con sus propios intereses, que el público, en general, no tiene tiempo ni ganas de examinar y como está feo no tener opiniones, pues se acepta, sin más las de nuestro periódico o emisora de cabecera.
Sería necesario un esfuerzo ingente para que, desde la familia y la escuela, todos sus miembros se educaran en la búsqueda de criterios orientadores para enfrentarse a la compleja realidad con un insobornable amor a la verdad. Buscar el triunfo de “mis colores” a costa de lo que sea, lleva inevitablemente a vivir en la mentira o a quedarse inhabilitado para distinguir lo verdadero de lo falso, el bien y el mal. Es una forma de degradación muy extendida y potenciada por el relativismo que, como no cree en la verdad, considera equivalentes todas las opiniones. Los predicadores de la tolerancia, basada en el relativismo, no toleran a las personas que manifiestan su propio criterio y la fortaleza de sus convicciones.
Las libertades si no se ejercitan se pierden. Hay que tomarse el duro, pero gratificante trabajo de pensar por nosotros mismos para expresar y difundir con argumentos y razones, nuestras ideas y opiniones, examinar la veracidad de las informaciones que recibimos y sopesar cuidadosamente las opiniones de los demás para ver si nacen de la verdad y buscan el bien.
Francisco Rodríguez Barragán