Las calles se adornan de
luces y los comercios anuncian sus dulces
y golosinas navideñas. Para los cristianos llega el tiempo de adviento, tiempo
de espera, pero ¿qué esperamos? ¿El
nacimiento de Jesús en Belén? No tiene sentido esperar algo que ya ocurrió en
el pasado y que sigue ocurriendo cada día cuando se hace presente en la
Eucaristía. Otros esperan simplemente unos días de vacaciones, de reuniones
familiares, de cena y cotillón, con pretexto navideño pero sin ningún contenido
religioso.
Siempre que rezamos el padrenuestro
manifestamos nuestro deseo, nuestra esperanza, de que venga a nosotros Tu reino
y aunque de alguna manera este reino puede llegar para cada uno de nosotros, el
reino al que aludimos, quizás sin clara conciencia, es la segunda venida del
Señor en gloria y majestad para juzgar a vivos y muertos.
La segunda venida del Señor
decimos creerla cuando recitamos el Credo, aunque apenas nos demos cuenta de
ello. Como esta segunda venida está asociada al fin de este mundo, mucha gente
no se lo cree. Como mucho entenderán que el fin del mundo será para cada uno el
día que se muera, pero la resurrección de la carne y la vida eterna la Iglesia
lo cree y lo anuncia, pero los cristianos, los bautizados, ¿lo creen y lo
anuncian?
Cuando los discípulos vieron a
Jesús resucitado le preguntaron si era entonces cuando iba a restaurar el Reino
de Israel, pero él le advirtió no les tocaba a ellos conocer los tiempos y
momentos que ha fijado el Padre con su autoridad, pero los primeros cristianos
creían que la segunda venida del Señor, la Parusía, iba a ocurrir de inmediato.
Lo que ocurrió casi de inmediato fue la destrucción de Jerusalén, que ya Jesús
había profetizado, a modo de imagen de lo que será el fin del mundo.
Cristo advirtió a sus
discípulos en muchas ocasiones que tenían que estar vigilantes y preparados
para su segunda venida, que estaría precedida de pruebas, persecuciones y
sufrimientos. También les dijo algo inquietante: Cuándo el Hijo del Hombre
venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?
Las pruebas, persecuciones y
sufrimientos nunca le han faltado a la Iglesia pero para el final de los
tiempos se anuncia una gran apostasía. Para la Iglesia son apóstatas son los
que abandonan su fe, los que dejan de creer en lo que cree la Iglesia: el
credo, el Símbolo de los apóstoles, el
mensaje del evangelio, en todo o en parte, los que lo adulteran o interpretan a
su gusto. Como advierte San Juan: salieron de entre nosotros, pero no son de
los nuestros.
Hace pocos días el Papa ha
llamado apostasía al espíritu del «progresismo adolescente» que negocia los valores y la fe, que cree que ir adelante en cualquier
elección, es mejor que permanecer en las costumbres de la fidelidad, es como si
dijeran “somos progresistas, vamos con el progreso, donde va toda la gente” Siempre ha habido apóstatas ¿Estaremos ante
la gran apostasía? Sólo Dios lo sabe. Entretanto estad atentos y velad, para no
caer en la tentación, como nos recomienda San Pedro, el primer Papa.
Adviento, espera de unos cielos nuevos y una tierra nueva donde habite la
justicia.
Francisco Rodríguez Barragán