martes, 26 de noviembre de 2019

Estamos perdiendo nuestras raíces: nuestra fe y nuestra historia


        

            ¿Podremos acaso confiar en nuestras políticos?
Cada uno de nosotros somos el resultado de la historia. La prehistoria se queda para los que se dicen científicos. Estamos hechos de trozos de historia, de la que nos han contado o de la que nos han ocultado, son nuestras raíces, las que nos nutren y dan vida. Lo malo es que muchos piensan que es mejor cortar las raíces que nos agobian como un cepo y así nos sentiremos totalmente libres.
Entretenidos con los últimos inventos tecnológicos nos vamos marchitando por falta de un suelo vital que dé razón de nuestra existencia. El hombre sin historia es fácil presa de cualquier ideología, que desconoce, pero que le dicen es moderna y progresista, aunque sea vieja de siglos. Ni la familia ni la escuela lo han enseñado a pensar, pero inevitablemente lleva a cuestas un pesado fardo de guerras, paces, revoluciones, que no entiende, pero que están conformando su existencia.
Somos incapaces de distinguir entre la democracia y la tiranía, entre el viejo liberalismo y el también viejo comunismo y nos piden que votemos sin que tengamos nada claro lo que votamos y así nos va.
El sueño de los revolucionarios ha sido y es eliminar la familia como institución transmisora de la historia y establecer una escuela única y adoctrinadora para modelar a los hombres del mañana: dependientes siempre del Estado, del que lo esperan todo, pero que no da nada que antes no haya extraído de las mismas personas, de su trabajo, de su esfuerzo, de su patrimonio familiar.
Es lo mismo que están haciendo los comunistas en toda la América hispana, en África o en Asia, volver al comunismo cada vez más vivo, desde Cuba o desde Bolivia, desde China o la misma Rusia. El muro de Berlín cayó en vano, pues en su lugar nació una unión europea, con mandil pero sin alma, ni historia, dispuesta a dictar sus leyes, sus ideologías, sus consignas a todos y ¡desgraciados los países de ponen objeciones!, los que tienen una historia y una fe que están dispuestos a defender, pues es posible que sean expulsados de ese selecto club, la UE, y arrojados a las tinieblas exteriores.
Si cuidáramos nuestras raíces históricas y religiosas estaríamos nutridos y rebosantes de vida, dispuestos a multiplicarnos y organizarnos, pero sin raíces hemos dejado de de formar matrimonios estables y disminuido el número de hijos. (¡Esa España vieja y vacía!). Terminaremos invadidos por otros pueblos con más empuje, porque tienen viva su historia y sus tradiciones e iremos desapareciendo  viejos y decrépitos.
Hemos renunciado el futuro a cambio del placer sin compromiso, de los juguetes electrónicos, del alcohol, de la droga o la pornografía…
¿Estamos a tiempo aún de rectificar? Nos sobran politicastros, nos sobran negociantes que medran con nuestros vicios, nos sobran elecciones inútiles, nos sobran gobernantes aprovechados que hace tiempo dejaron de buscar el bien común y nos falta fe en nuestras creencias religiosas, nos falta fe en España, nos falta fe en que el cambio es posible todavía.
Invito a todos a buscar nuestras raíces antes de que nos marchitemos definitivamente, a pensar por nuestra cuenta, a buscar nuestra propia historia, dejar la pantalla del televisor o del móvil y ponernos en pié.
Francisco Rodríguez Barragán
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martes, 19 de noviembre de 2019

El abrazo de Vergara y un resumen de nuestra historia



            ¿Seremos capaces de redactar una Constitución que nos dure al menos           200 años?
El abrazo entre los dos políticos del momento, Sánchez e Iglesias, me ha hecho recordar otro célebre abrazo, el de Vergara, entre el general isabelino Espartero y el general carlista Maroto en agosto de 1839, que puso fin a la primera guerra carlista, pero en el que se acordó el restablecimiento de los fueros para el territorio vasco-navarro, lo que traería cola desde el ya lejano siglo XIX hasta el afectuoso abrazo de Sánchez e Iglesias, que puede envolver graves acuerdos contra la unidad de España, aceptando, a cambio de votos, las reivindicaciones que hoy están invocando otras regiones españolas aprovechando la debilidad del gobierno.
El acuerdo de Vergara provocó problemas administrativos, ya que colisionaba con la unidad territorial que había establecido el motrileño Javier de Burgos durante el gobierno de Martínez de la Rosa en 1833 y que ha estado vigente hasta la nefasta instauración del sistema autonómico de la Constitución del 78, a mi parecer.
Pero al desempolvar la historia de España del siglo XIX me doy cuenta de que las luchas por el poder de las distintas facciones que con diversos nombres han jalonado nuestro pasado –isabelinos contra carlistas, exaltados contra moderados, liberales contra conservadores...-, y la gente, el pueblo, como masa a movilizar en permanentes algaradas, de cuya suerte pocos se preocupaban.
Mientras que hay naciones que se rigen por constituciones centenarias, España ha cambiado de constitución siete veces en el siglo XIX, desde la primera de 1812 a la de 1876. Siempre las Constituciones son obra de la burguesía y sus gerifaltes. Desde 1808 a 1869 será la burguesía revolucionaria y desde 1874 a 1931 de la burguesía conservadora, según La Historia de España Alfaguara.
La burguesía conservadora, Cánovas y Sagasta,  que dieron vida a la Restauración y a la Constitución de 1876,  y fue beneficiosa para España, se topó con un proletariado que estaba asumiendo las ideas revolucionarias del marxismo, del socialismo o del anarquismo a las que el gobierno de Alfonso XIII no supo hacer frente, dando paso a la Dictadura de Primo de Rivera, héroe de la guerra de África, que fracasó y lo mismo el general Berenguer que le sucedió. Sin encontrar ningún apoyo, Alfonso XIII sale de España y se proclama la II República (la primera fue la cantonal de 1873 que terminó con más pena que gloria)
La república de 1931 tampoco resultó viable por su sectarismo, enfrentamiento permanente entre derechas e izquierdas y el resurgir del catalanismo separatista. En Asturias se produjo un alzamiento revolucionario, se impidió gobernar a la derecha (CEDA) y una izquierda vengativa comenzó con acciones que llevarán a la guerra civil. La constitución de 1931 no tiene defensores del orden y se produce un alzamiento militar que triunfa y gobernará España de forma dictatorial el general Franco hasta 1975, en que muere.
El régimen de Franco no intentó establecer una nueva Constitución sino que dictó una serie de leyes que llamó Fundamentales del Reino como la de Principios del movimiento, Fuero de los Españoles, Fuero del Trabajo, ley Constitutiva de las Cortes, ley de Sucesión en la jefatura del Estado y otras por el estilo que se han archivado sin leerlas.
Cuando fallece, los llamados Procuradores en Cortes dan cumplimiento a la sucesión en la jefatura del Estado en la persona de Don Juan Carlos de Borbón e inician la redacción de una nueva Constitución, capaz de superar viejos enfrentamientos y contentar a todos los que querían aprovechar la ocasión de conseguir sus aspiraciones forales o separatistas.
Y en eso estamos. Está claro que será necesario reformar la constitución del 78 pero no está nada claro que todos los partidos políticos tengan buena voluntad sino más bien ansias de poder e incluso de revivir viejos odios y enfrentamientos.
Por favor ¡una Constitución para un par de siglos!
Francisco Rodríguez Barragán
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jueves, 14 de noviembre de 2019

¿Superioridad moral de la izquierda, de la derecha, de quién?



            Buscar el poder a cualquier precio y disfrutarlo todo el tiempo posible.
Con pajarita y sin tapujos es el título del libro que va a publicar Inocencio Arias como ha anunciado en el diario ABC. Parece que la idea, al menos del primer capítulo, es su intento de desmontar la falsa superioridad moral de la izquierda que se mantiene gracias a sus propias mentiras que ha conseguido difundir a través de todos los medios. Quizás su superioridad está en la manipulación constante de la historia con la que viene adoctrinando a varias generaciones.
Pero si es justo desmontar la superioridad moral de la izquierda, por ello no hay que adjudicar a la derecha ninguna superioridad moral, entre otras cosas porque a menudo ha traicionado los valores que decía defender y está pagando en las urnas la desidia de los gobernantes del Partido Popular que, en lugar de derogar las leyes de Zapatero, cuando tuvieron una legislatura entera para hacerlo, han hecho un seguidismo cobarde de tales leyes, memoria histórica, violencia de género, ampliación del aborto, ideología de género, contemporización con los criminales de ETA y los separatistas que pretenden romper España, quizás porque han sido abducidos por la nefanda idea de la izquierda de que esto es lo que constituye el progreso.
Aunque puestos a pensar mal de la izquierda y la derecha, puede que ambos reciban instrucciones de algún poder superior y secreto que desde la sombra dicta a toda Europa los principios que tienen que obedecer. Cualquiera que se oponga lo tiene crudo, será etiquetado de fascista (aunque la mayor parte de la gente no tenga ni idea de lo que fue el facismo) o de franquista, cuando los que vivimos durante la vida de Franco somos una minoría en proceso de desaparición.
Tanto la izquierda como la derecha española tienden a ocupar el poder y disfrutar del mismo todo el tiempo posible, a costa de los ciudadanos, revolcándose en la corrupción caciquil, (el clientelismo del PER o los fondos de formación, los famosos ERES andaluces) las comisiones a cambio de adjudicaciones (la Gurtel, Bárcenas, la púnica…) El famoso tres por ciento en catalán, Banca catalana etc. desde Pujol que sigue libre disfrutando de sus fechorías hasta el infeliz de Urdangarín que sigue preso)
Derecha, izquierda, centro ¿quién tiene la más mínima superioridad moral? Quizás por ello la aparición de un partido nuevo, que dice cosas distintas, ha metido el miedo en el cuerpo a los demás y sin rebozo alguno quieren eliminarlo del mapa con falsedades que se encarga de difundir la Brunete mediática. Ignoro si cuando lleguen al poder, si llegan, también se corromperán o mantendrán el tipo.
Desde el día de las elecciones a hoy están pasando muchas cosas sorprendentes y todas malas o problemáticas, con el jefe del Estado enviado a Cuba, quizás para que no estorbe abriendo el reglamentario el periodo de consultas.
Nadie impone orden en Cataluña. El señor Torra tiene la llave de los CDR a los que desconectó en día de reflexión y el de las votaciones, pero ha vuelto a activar para que corten la carretera que nos une a Francia.
Está claro que el ministro del interior, en funciones, no funciona. ¿Nadie le pedirá cuenta de su nefasta gestión? ¿Nadie procesará a Torra y a Torrent? ¿Con la patraña de España plurinacional pueden conseguir el número de votos que la faltan, a cambio de dinero, indultos y diálogo, mucho diálogo?
¿Superioridad moral?  Bah es el poder, ¡estúpido!
Francisco Rodríguez Barragán
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martes, 5 de noviembre de 2019

¿Tendrán arreglo los problemas de España?



            Quizás podamos hacer algo más que votar el domingo que viene
Quedan pocos días para las elecciones y confieso que estoy preocupado. Los electores votarán, pero el recuento final ¿quién lo hará? Desconfío de todo y de todos. Casi todos los candidatos llenan sus intervenciones de vana palabrería. No hay más proyecto que ganar como sea y borrar del mapa a los contrincantes. En lugar de buscar el bien de España y de los españoles buscan su propio bien: las prebendas que llevan anejas los diversos cargos.
Si se trata de la economía, que parece tambalearse,  nadie ofrece el programa obvio, reducir gastos, empezando por los miembros del gobierno, diputados y senadores y los mil y un cargos de la administración autonómica en buena parte duplicados o inútiles.
En cuanto a las leyes dañosas que nos dejó el nefasto Zapatero, nadie quiere eliminarlas para siempre, salvo alguna excepción, por miedo a no pasar por “progres” y modernos, aunque se destroce el matrimonio, la familia y la prole,  con el feminismo feroz, la ideología de género, la promoción del aborto, etc.
Se constata la triste realidad de una España vacía, pero nadie aporta remedios viables y lo mismo pasa con las pensiones. Todo el mundo habla de que tenemos un sistema inviable de seguridad social y que dentro de poco no podrán pagarse las pensiones. Ya hace tiempo que todos los partidos tenían que haberse puesto a estudiar el problema y la forma de resolverlo. Pero nuestros políticos no saben de nada, ni estudian nada, ni hacen otra cosa que atacarse unos a otros.
La paz entre los españoles no consiste en la mera ausencia de guerra ni se reduce a asegurar el equilibrio de las distintas fuerzas contrarias, la paz se define como obra de la justicia, pero no de la justicia penal o administrativa lenta y complicada sino la que cada cual procura realizar en el ámbito de su propia vida como ciudadano, como político, como patrono, como asalariado o como juez imparcial y diligente.
Si no hay muchos ciudadanos, que actúen como cortafuegos, el enfrentamiento será inevitable. Cortafuegos del odio, cortafuegos de la violencia, cortafuegos de la injusticia. Es necesaria gente más dispuesta a sufrir la injusticia o la violencia que a causarlas. Esto exige temple y educación ¿pero quién imparte educación en valores? Hemos pasado de la educación, que corresponde primariamente a los padres, al adoctrinamiento sectario.
Podemos recordar el poema de Kipling a su hijo “if”: si sintiéndote odiado, sin odiar tú a la vez, no obstante luchar y defenderte, o recitar la oración de San Francisco de Asís: Señor, haz de mí un instrumento de tu paz, que allá donde hay odio, yo ponga amor, donde hay ofensa yo ponga perdón, donde hay error, yo ponga la verdad, que yo no busque tanto ser consolado como consolar, ser amado, cuanto amar, porque es dándose como se recibe, perdonando como se es perdonado…
Como hemos alejado a Dios de nuestras vidas quizás todo lo que digo no sirva para nada, pero si hay alguien  que esté en esta misma onda, le invito a pensar, meditar, proponer, difundir que con estos políticos y esta democracia no se van a resolver los problemas. Piensen su voto para el próximo domingo y recen para que sirva de algo y después de las elecciones sigan rezando.
Francisco Rodríguez Barragán
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