Las ideologías tienden
inevitablemente a ser totalitarias. El esquema de toda ideología, como
instrumento de interpretar y modificar la realidad, entra en conflicto con el
entramado de pautas y valores que han ido configurando la sociedad a lo largo
de la historia por ello su estrategia es presentarse como progreso, como superación de lo existente hacia algo mejor.
En el llamado siglo de las
luces o edad de la razón, los filósofos propusieron eliminar la idea de Dios para
que solo el hombre fuera quien decidiera sobre la realidad, sobre toda la
realidad. Se presenta el progreso, ─una realidad en los descubrimientos
científicos─, como paradigma absoluto. El hombre y no Dios es el dueño del
mundo. La vieja promesa del demonio: “seréis como dioses” parece haberse
conseguido.
El progreso en el que todos
creen ciegamente no traerá por sí ni paz ni bienestar, pero quien se oponga a
las ideas progresistas será silenciado. Hacer la revolución para que el pueblo
sea soberano en lugar de los reyes era progreso, aunque luego sirvan a Napoleón
y padezcan una larga guerra. Luchar para que los proletarios triunfen es
progreso, aunque luego se compruebe que terminaron siendo esclavos sufrientes
con millones de víctimas.
Tanto la colonización como
la descolonización se presentaron como progreso, pero ¿ha mejorado la situación
del llamado tercer mundo, han salido del subdesarrollo?
Dos guerras mundiales fueron
progreso… pero del armamento. ¡Qué
grande es el hombre fabricando la bomba atómica!
La Declaración de los
derechos humanos o la Organización de las Naciones Unidas, se nos presentaron
como progreso, pero aquella declaración de 1948 firmada por los Estados Unidos
no hizo a los negros iguales, sino que tuvieron que seguir luchando contra la
discriminación. La ONU, que trata de concentrar en ella todo el progreso de la
humanidad, defiende un Nuevo Orden Mundial en el que para “conservar la tierra”
hay que disminuir el número de personas, las naciones tienen que legalizar el aborto,
la contracepción o aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo si
quieren ser progresistas, si quieren recibir ayudas de los países ricos.
Ahí tenemos la ideología de
género y sus pretensiones totalitarias. Luchar contra la discriminación de la
mujer o del colectivo de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales no puede
ser más progresista y nadie se atreverá a defender lo contrario. Pero enarbolar
la bandera de colorines en nuestras instituciones, jalear las repugnantes
cabalgatas del orgullo gay, introducir en la educación de los niños que el sexo
es algo que cada cual puede elegir a su gusto, que hay que respetar la
orientación sexual de todos, ¿también la pederastia? ¿el bestialismo? ¿el
incesto? ¿la poligamia y la poliandria?
Si eliminamos a Dios y al
orden natural, toda aberración será posible y querrán hacérnosla tragar como progreso, como un paso adelante de la
civilización y si nos oponemos seremos marginados, proscritos, perseguidos.
Nuestra propia razón debía
llevarnos a encontrar a Dios en la creación, pero engreídos en nuestra falsa
suficiencia, el mismo Dios al que volvemos la espalda nos abandona a nuestros
deseos, a nuestras pasiones degradantes y como juzgamos inadmisible
reconocerlo, terminaremos padeciendo la perversidad, la injusticia, la codicia
y toda clase de males, como ya vemos que está ocurriendo.
Francisco Rodríguez Barragán