viernes, 29 de agosto de 2014

¿Tendrá arreglo este país llamado España?



Las corrupciones que se están ventilando ahora en los tribunales se refieren a hechos que ocurrieron hace varios años, algunos demasiados años, pero no se trata de una época acabada que ahora se juzga, sino de un sistema político que no se ha regenerado por lo que dentro de algunos años comenzarán a instruirse otros procesos por otros hechos también reprobables que se siguen produciendo.

Es muy probable que los casos que llegan a los tribunales, que posiblemente serán los más abultados y escandalosos, sean una pequeña parte de los que se hayan producido en el ámbito de todos los partidos y todas las administraciuones. No solo se trata de financiación ilegal sino de un uso delictivo de los fondos públicos, que venían obligados a administrar con honestidad y economía.

No llego a entender que si en todos los ámbitos de decisión unos forman gobierno y otros oposición, esta se limite a criticar y votar en contra, pero no se entere de que el dinero de los contribuyentes está siendo despilfarrado o malversado, enriqueciendo a los amigos y parientes de los políticos que pueden hacerlo. Que se construyan aeropuertos, autovías, líneas de alta velocidad  o metropolitanos insostenibles es culpa de quienes aprobaron estos proyectos y culpa también de una oposición que no hizo lo suficiente para evitar el despilfarro o al menos dejara constancia de su advertencia.

No llego a entender que se puedan adjudicar obras, subvenciones, cursos de formación y un largo etcétera a amiguetes y paniaguados sin el más mínimo control. La oposición que, cobra sus sueldos, ¿no se entera o calla pensando que hoy por ti mañana por mí?

La larga etapa de la burbuja inmobiliaria ¿no ha propiciado en muchos casos el chanchullo entre los que tenían en sus manos los planes urbanísticos y los empresarios del ladrillo? En los pactos de gobierno municipales todos buscaban colocar a uno de los suyos en urbanismo ¿recuerdan? La oposición aquí era gobierno allí y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

La turbia relación entre los que tienen en sus manos la diversas administraciones y los capitalistas, empresarios y financieros, ha producido que se pueda hablar de que nuestro sistema es un capitalismo clientelar en el que no es la libre competencia y la capacidad emprendedora la que puede llevar al éxito, sino los vínculos que consigan establecer con los líderes políticos y burocráticos.

En muchos casos no se trata de favorecer a determinados empresarios para que triunfen sino de crear para los amigos o parientes empresas y organizaciones públicas, una especie de administración paralela con el mínimo control posible. En estos casos, como unos y otros hacen lo mismo, pues todos callan y el gasto público sigue imparable. ¿Cuántas de estas empresas públicas se han eliminado? Pues no sé si habrá alguna, aunque lo más probable es que los que disfrutaban de ella habrán sido acoplados en otra o convertidos en funcionarios.

Creer que el poder judicial pueda regenerar este sistema es algo poco probable, como tampoco es probable que dejen de estar aforados diez mil políticos que no parecen dispuestos a renunciar a este privilegio Por algo será.

Acabo de leer que se ha producido un incendio en un juzgado que ¡oh casualidad! es el de la juez Alaya.

Francisco Rodríguez Barragán





 

 

 

Pues no lo entiendo



Cada vez hay más cosas que no entiendo. Quizás sea la edad que me va volviendo estúpido, pero cuando las comento con otros amigos, a ellos les pasa lo mismo. La cuestión es que busco explicaciones y las que encuentro no me convencen. Reseñaré algunas a modo de ejemplo de mis perplejidades.

Hace poco España estaba al borde del rescate y su deuda era de 600.000 millones y hoy la deuda ha aumentado hasta el billón y nos dicen que esto marcha bien, pues el dinero que prestan al Estado cada vez es más barato. Harán falta varias generaciones para saldar tamaña trampa pienso yo y me pregunto para qué nos hace falta tanto dinero, pues para cubrir el déficit presupuestario. ¿Pero no nos contaron que iban a equilibrar los presupuestos para atemperar los gastos a los ingresos? Pues no lo entiendo.

La reducción del gasto no la veo por ninguna parte en ninguno de los ámbitos desde los que dicen que nos administran. Han recortado el gasto social aunque de forma un tanto embrollada, pero los gastos de funcionamiento de una gigantesca administración, duplicada y triplicada, no parece que se hayan tomado medidas para reducirla de tamaño y hacerla más eficiente. No se ha suprimido ninguna de las miles de empresas públicas, se llamen como se llamen, que han ido creando los políticos a lo largo del tiempo. Al menos yo no me he enterado.

Una de las primeras medidas fue reducir la paga extra de Navidad a los funcionarios pero no me he enterado de que la enorme nómina de los políticos haya visto disminuir sus haberes, ni los partidos, ni los sindicatos, aunque se haya descubierto que unos y otros conseguían además de los presupuestos del estado otros ingresos fraudulentos. ¿Cómo pueden pedir a los españoles sacrificios los que no se sacrifican? Además, ¿por qué razón no se integran en el sueldo mensual las extras que se implantaron en tiempos de Franco? Después de abominar a todas horas de Franco, las extras que él estableció hay que conservarlas. Pues no lo entiendo.

Dicen que estamos saliendo de la crisis como lo demuestra la disminución del paro, pero no veo que exista ni se impulse un nuevo modelo productivo que sustituya al de la burbuja de la construcción. La agricultura bajo plástico, que funcionaba bastante bien, se encuentra ahora con el veto ruso y, como siempre, si las cosas van bien reparto beneficios, si salen mal exigimos socializar las pérdidas. Esto de socializar las pérdidas se lleva mucho y no lo entiendo.

Leo que la balanza comercial es deficitaria, ya que importamos menos cosas que las que exportamos. Efectivamente compruebo todos los días que si compro un pijama, unos zapatos o un teléfono móvil está fabricado en el extranjero. Son cosas que podrían fabricarse aquí, pero serían más caras. Es la globalización que no es fenómeno pasajero sino que ha llegado para quedarse. ¿Qué hacen las administraciones? Pues dificultar la creación de nuevas empresa con miles de trámites e impuestos. Pues no lo entiendo.

Tampoco entiendo la desaparición de las cajas de ahorro, sin que sus consejos de administración hayan sido castigados, ni las corrupciones de todos y sálvese el que pueda, ni el aforamiento de los políticos siempre a la gresca, aunque haya siempre unanimidad a la hora de fijar sus retribuciones.

Hay muchas cosas más que iré desgranando en lo sucesivo si es que tengo humor para hacerlo.

Francisco Rodríguez Barragán 

 




 

Creyentes y ateos



Puede parecer que la distinción entre creyentes y ateos resulta bastante clara, unos creen en Dios y otros no, pero esta simplificación es engañosa tanto para unos como para otros. Hay ateos que buscan honestamente saber si es verdad o no que exista Dios y otra vida después de ésta. Otros por el contrario no buscan nada, se encuentran bien en su situación e incluso se alegran de que no haya nada más allá que pueda cuestionarles su vida. También están los ateos que buscan constantemente confirmaciones a su ateísmo, para asegurarse que están en lo cierto y huyen de cualquier argumentación contraria.

En cuanto a los que se dicen creyentes hay quienes han encontrado a Dios y tratan de servirle acomodando su vida al evangelio, pero también hay los que creen en un Dios lejano, ausente, a quien se invoca en casos de tormenta o en los funerales, pero que no significa nada en sus vidas.

Hay otros creyentes ilustrados, que recitan el credo sin titubear, que cumplen con la misa dominical, que forman parte de tales o cuales movimientos, cofradías, hermandades y ONGs, pero no sirven a Dios sino que se sirven de Él para darse buena conciencia, ser oficialmente buenos,  son los que quizás ocupan los primeros lugares de los templos y agradecen a Dios no ser pecadores como los demás, olvidando lo que de ellos dijo Jesús: que el humilde pecador que se reconocía ante Dios como tal y solicitaba su compasión, volvió a casa justificado y el “devoto fariseo” no. Son el gran estorbo: ni entran ni dejan entrar.

No son los ateos los verdaderos enemigos de los cristianos creyentes sino los que dicen creer pero no sabemos en lo que creen ni vemos que sus creencias los hagan mejores: más humildes, más honestos, más servidores de los demás. También obstaculizan la misión evangelizadora de la Iglesia los omnipresentes fariseos y los espiritualistas, de oriente o de occidente, que andan proponiendo invenciones y técnicas puramente humanas como solución al problema radical de nuestra dependencia de Dios. Nos hiciste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti, decía San Agustín, aunque muchos solo buscan, sin éxito, descansar en sus placeres.

Somos criaturas que hemos recibido el ser de Dios pero queremos ser nuestros propios dioses, libre e independientes y, como los demonios, decirle a Dios: no te serviré, haré lo que me venga en gana, yo mismo decidiré lo que sea bueno o malo para mí y cuando muera volveré a la nada y todo quedará olvidado.

Pero Dios no nos devuelve a la nada, como retractándose de habernos dado la existencia. Una vez que hemos llegado al ser, seremos por toda la eternidad y nuestras acciones no dejarán de acompañarnos. Aunque pensemos que vamos a volver  a la nada, la sola posibilidad de una vida eterna es tan terrible o tan esperanzadora, que debería hacernos reflexionar.

El creyente que ha recibido el don de la fe, puede ver iluminado  el camino de su vida si se deja guiar por el Espíritu, pero también puede decidir alejarse de Dios o querer utilizarlo y manipularlo. A todos se nos pedirá cuenta de lo recibido.

El demonio, que no es ateo, anda tras nosotros con su vieja y engañosa tentación: “no obedezcáis a Dios y seréis como dioses” y muchos se lo creen,  por eso pedimos una y otra vez a Dios que no nos deje caer en la tentación y nos libre del mal.

Francisco Rodríguez Barragán







 

 

 

 

 

 

Democracia y demagogia


Nuestra democracia me parece más bien demagogia. Los políticos se aplican a cantar sus propias excelencias, tapar sus errores y corrupciones, convencernos de que las soluciones que ofrecen son las únicas válidas para recuperar el estado de bienestar y pedirnos su voto para ejercer el poder, que resulta para ellos magníficamente retribuido.

No hay que esperar que nos digan la verdad de nada, pues si existiera una verdad indubitable se lanzarían de inmediato a destruirla, en la medida que se opusiera a sus intereses. La esencia de la política no es la mentira sino la opinión, que busca ser compartida por el mayor número de personas que, normalmente, carecen de la formación crítica suficiente para un análisis desapasionado y objetivo de los verdaderos intereses que están defendiendo.

Si aparecen en la plaza pública demasiadas opiniones, todas coincidentes en la ansiosa búsqueda del poder, pueden provocar que su ejercicio, el gobierno, resulte difícil, ya que si ninguna opinión consigue la mayoría de los votantes hay que buscar pactos y componendas en los que funcionará el toma y daca, en un equilibrio que puede resultar inestable, salvo que se decidan nuestros políticos a buscar sistemas electorales más seguros y veamos cómo funcionan. Ya que tenemos una amplia variedad de ámbitos electorales, se podría ensayar la modificación en alguno de ellos, aunque de inmediato, cada partido decidiría su apoyo o rechazo, exclusivamente según sus propias y puntuales expectativas.

Como en política no hay verdades absolutas, salvo creer a pies juntillas que la democracia es el mejor de los sistemas políticos, las opiniones que se nos ofrecen, a la búsqueda de nuestro voto, son bastante parecidas: el estado de bienestar y sus estrategias: ¿gastar más o recaudar más? ¿Más prestaciones? ¿Menos impuestos? Aunque estemos comprobando cada día que el bienestar no resulta sostenible. Hay quien ofrece un sueldo a todos los españoles, aunque no deje claro cómo lo va a hacer. Para distinguirse unos de otros, algunos añaden trazos gruesos como el anticlericalismo, el aborto o la ideología de género, aunque estamos viendo que muchas de esas posturas, sedicentemente “progres” son aceptadas de forma expresa o tácita por los contrarios, para mayor confusión.

Pero si las soluciones políticas, como arte de lo posible, no cuajan y si cuajan no se mantienen durante mucho tiempo, los hechos que, en principio, debían ser aceptados por todos, también están sometidos a constantes revisiones y manipulaciones ya se trate de la guerra entre Borbones y Austracistas terminada en 1714, la guerra civil, la transición del régimen de Franco a la promulgación de la Constitución de 1978 y hasta la reconquista y el descubrimiento de América. Cada vez sabemos menos de nosotros mismos, ni de nuestro pasado ni de nuestro futuro. ¿Saldremos de esta crisis y cuándo?

¿Cómo se resolverá el problema del envejecimiento de la población? Christine Legarde, la del FMI dice: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global, hay que hacer algo ya”. Recomienda  disminuir las pensiones y aumentar la edad de jubilación. ¿Qué les parece? Si esto se dice desde la democrática y avanzada Europa, me temo lo peor.

Claro que ahí tenemos los luminosos ejemplos de Cuba o Venezuela para alimentar nuestra esperanza. (Es broma, una triste broma)

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

 

 

Olvidar la historia



Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

(Cicerón)

 

En vísperas de la reunión entre Mariano Rajoy y Artur Mas he vuelto a leer el discurso de Ortega y Gasset de 13 de mayo de 1932, en el debate sobre el Estatuto de Cataluña. La constitución de la República Española de 9 de diciembre de 1931 estableció en su artículo 8º que el Estado español estaría integrado por Municipios mancomunados en  provincias y por las regiones que se constituyeran en régimen de autonomía.

 

El 15 de septiembre de 1932 fue promulgado el Estatuto con la firma del Presidente de la República Alcalá Zamora. El 6 de octubre de 1934 Companys proclama el Estado Catalán y el día siguiente el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra publica el parte oficial de la Presidencia del Consejo de Ministros en el que se declara “que el Presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad se ha permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esta situación el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país”

Las prolijas y sensatas reflexiones de Ortega sobre las ventajas de un gobierno autonómico dentro de la nación española, no parece que causaran ningún efecto en los políticos catalanes y su obsesión nacionalista. Los que firmaron el pacto de San Sebastián para liquidar la monarquía e instaurar la república sólo les importaba sumar socios a su proyecto, sin pensar si tales socios eran dignos de confianza. Olvidaron la historia de la primera república que quería ser federal (no pasó de proyecto) y resultó desmenuzada en cantones que, sin pies ni cabeza, se combatían sin descanso desmembrando la nación.

La transición que se produjo a la muerte de Franco, también olvidó la historia, buscó socios para borrar el franquismo, incluidos los nacionalistas que aceptaron colaborar como un paso más en el camino de su independencia. El Título VIII de la constitución vigente llevaba dentro el mal que, ingenuamente, pretendían conjurar. Los Estatutos de Autonomía, siempre ampliados, solo han servido para estimular el apetito de ruptura, de independencia, de los nacionalistas.

Como ya observó Orwell el nacionalismo es sed de poder mitigada con autoengaño. Todo nacionalista es capaz de incurrir en la deshonestidad más flagrante, pero, al ser consciente de que está al servicio de algo más grande que él mismo, también tiene la certeza inquebrantable de estar en lo cierto y el nacionalismo,  es inseparable del deseo de poder; el propósito constante de todo nacionalista es obtener más poder y más prestigio, no para sí mismo, sino para la nación o entidad que haya escogido para diluir en ella su propia individualidad

Ya sé que nuestros políticos no leen a Ortega y Gasset ni a Julián Marías, a los que ni se les cita, parecen haber sido proscritos de nuestra historia y así nos va. Muchos quizás piensan que si se resuelven los problemas económicos y disminuye el paro todo se resuelve. Creo que es un error ya que es necesario curar el alma de España antes de acometer una reforma constitucional que algunos modernos quieren que sea federal, ¿como la I República, la que se proclamó el 11 de febrero de 1873 y se acabó el 3 de enero de 1874, con mucha más pena que gloria?

Francisco Rodríguez Barragán