Las corrupciones que se
están ventilando ahora en los tribunales se refieren a hechos que ocurrieron
hace varios años, algunos demasiados años, pero no se trata de una época
acabada que ahora se juzga, sino de un sistema político que no se ha regenerado
por lo que dentro de algunos años comenzarán a instruirse otros procesos por
otros hechos también reprobables que se siguen produciendo.
Es muy probable que los
casos que llegan a los tribunales, que posiblemente serán los más abultados y
escandalosos, sean una pequeña parte de los que se hayan producido en el ámbito
de todos los partidos y todas las administraciuones. No solo se trata de
financiación ilegal sino de un uso delictivo de los fondos públicos, que venían
obligados a administrar con honestidad y economía.
No llego a entender que
si en todos los ámbitos de decisión unos forman gobierno y otros oposición,
esta se limite a criticar y votar en contra, pero no se entere de que el dinero
de los contribuyentes está siendo despilfarrado o malversado, enriqueciendo a
los amigos y parientes de los políticos que pueden hacerlo. Que se construyan
aeropuertos, autovías, líneas de alta velocidad
o metropolitanos insostenibles es culpa de quienes aprobaron estos
proyectos y culpa también de una oposición que no hizo lo suficiente para
evitar el despilfarro o al menos dejara constancia de su advertencia.
No llego a entender que
se puedan adjudicar obras, subvenciones, cursos de formación y un largo
etcétera a amiguetes y paniaguados sin el más mínimo control. La oposición que,
cobra sus sueldos, ¿no se entera o calla pensando que hoy por ti mañana por mí?
La larga etapa de la
burbuja inmobiliaria ¿no ha propiciado en muchos casos el chanchullo entre los
que tenían en sus manos los planes urbanísticos y los empresarios del ladrillo?
En los pactos de gobierno municipales todos buscaban colocar a uno de los suyos
en urbanismo ¿recuerdan? La oposición aquí era gobierno allí y el que esté
libre de pecado que tire la primera piedra.
La turbia relación
entre los que tienen en sus manos la diversas administraciones y los
capitalistas, empresarios y financieros, ha producido que se pueda hablar de
que nuestro sistema es un capitalismo clientelar en el que no es la libre
competencia y la capacidad emprendedora la que puede llevar al éxito, sino los
vínculos que consigan establecer con los líderes políticos y burocráticos.
En muchos casos no se
trata de favorecer a determinados empresarios para que triunfen sino de crear
para los amigos o parientes empresas y organizaciones públicas, una especie de
administración paralela con el mínimo control posible. En estos casos, como
unos y otros hacen lo mismo, pues todos callan y el gasto público sigue
imparable. ¿Cuántas de estas empresas públicas se han eliminado? Pues no sé si
habrá alguna, aunque lo más probable es que los que disfrutaban de ella habrán
sido acoplados en otra o convertidos en funcionarios.
Creer que el poder
judicial pueda regenerar este sistema es algo poco probable, como tampoco es
probable que dejen de estar aforados diez mil políticos que no parecen
dispuestos a renunciar a este privilegio Por algo será.
Acabo de leer que se ha
producido un incendio en un juzgado que ¡oh casualidad! es el de la juez Alaya.
Francisco Rodríguez
Barragán