martes, 18 de junio de 2013

La España insostenible y disparatada



Dice literalmente  la Constitución, en su artículo 31, que todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio y añade que el gasto público realizará una asignación equitativa de los recursos públicos, y su programación y ejecución responderán a los criterios de eficiencia y economía.

¿Habrán leído nuestros gobernantes este artículo?  Seguramente no y si alguna vez lo leyeron se les ha olvidado por completo. Después de tantos años siguen hablando de reformas tributarias de subidas de impuestos, de delitos tributarios y de defraudadores a perseguir por tierra, mar y aire.

No dudo que habrá defraudadores pero hay muchos más defraudados. Los gastos públicos que todos tenemos que sostener  han llegado a ser “insostenibles”. Los criterios de eficiencia y economía brillan por su ausencia. Nunca pudimos imaginar cuando votamos la constitución que tendríamos que mantener tantas y tan onerosas administraciones, que no aportan una mayor eficiencia en beneficio del ciudadano, al contrario, han gastado y despilfarrado sin freno pues cuanto más se gasta mayores pueden ser las “donaciones” que reciban los partidos para sus “gastos de funcionamiento”.

Dicen que nuestros gobernantes cobran poco. No sé si ello es cierto, pero de cualquier manera me parecen demasiados gobernantes, parlamentarios, autonomías, sindicatos, asesores, funcionarios y organismos, que nos toca “a todos” mantener.

El señuelo de que los gobiernos garantizan nuestro estado del bienestar y van a facilitarnos de forma universal y gratuita educación y sanidad ha saltado por los aires, pero todavía no parece que nos hayamos enterado de que no nos regalan nada, que pagamos de nuestro bolsillo, cada vez más exhausto, unos servicios caros además de los sueldos, prebendas y privilegios de la casta política.

El agobio recaudatorio del gobierno parece que no tiene otra solución que seguir esquilmándonos y anunciar a bombo y platillo que va a sancionar a los defraudadores importantes, los que llevan su dinero a paraísos fiscales,  (pero cuentan con hábiles asesores y abogados), para meter miedo a los defraudadores pequeños que seguramente terminarán obligados a pagar.

Enredados en un círculo vicioso en el que la producción no se activa porque el consumo no crece y el consumo no crece porque la producción no se activa, esperamos algún milagro para este año o cualquiera de los que vienen para salir del impasse.

Ha hecho falta pedir dinero a préstamo para rescatar a las entidades financieras que prestaron dinero ajeno de mala manera. Se ha evitado con ello que los depositantes perdieran sus depósitos, pero el crédito no fluye y se habla de emprendedores que a lo mejor montan un bar de tapas o emprenden el camino del extranjero para buscar algo que tenga más futuro.

Todos los políticos parecen estar de acuerdo en no hablar de reformar la constitución, terminar con la partitocracia, despolitizar la justicia, revisar con decisión el sistema autonómico, condenar a los corruptos y ensayar nuevos modelos de gestión de los servicios públicos, cosas que habrá que abordar alguna vez, digo yo.

Francisco Rodríguez Barragán

 





 

Nos creemos libres y podemos estar manipulados


Los medios de comunicación buscan mantener nuestra fidelidad a sus publicaciones o a sus programas. Conseguir una mayor audiencia repercute en los beneficios a obtener por la publicidad. Que aumente o disminuya la tirada de un diario, semanario o revista, o el número de usuarios de las redes sociales, significa ganancias o pérdidas seguras para quienes las dirigen y explotan.

Durante mucho tiempo la prensa escrita ha gozado de hegemonía en la difusión de ideas políticas y sociales, pero hoy los espectadores de cualquier cadena de televisión pueden ser millones, mientras que los diarios tienen tiradas cada vez más reducidas. La mezcla de noticias, opiniones y reportajes de un periódico de papel resulta menos dinámica que los contenidos de cualquier cadena de radio o televisión.

Por ello vemos que los mismos profesionales de la prensa escrita dedican una buena parte de su tiempo a estar presentes en los distintos formatos de los programas radiofónicos y televisivos,  no tanto como reporteros de noticias que como orientadores de opinión.

Aunque cada medio  pueda adscribirse a una tendencia determinada, la necesidad de presentarse abiertos a una realidad plural los lleva a configurar todos sus programas de opinión con políticos de todos los colores, que saben utilizar estas ocasiones para la difusión del ideario de sus partidos.

Son tertulias a menudo de discusiones vociferantes, entre los que representan al gobierno y a la oposición, que continúan en los platós la gresca que quizás no tuvieron ocasión de montar en los parlamentos de que forman parte y también de movimientos y plataformas radicales.

Cuando intervienen profesionales de reconocido prestigio estos programas, pueden resultar formativos e ilustrativos para los espectadores. En otras ocasiones, todo lo contrario.

Por todos lados estamos sometidos a constantes presiones para compartir o rechazar las más variadas ideas y posturas, que debidamente manipuladas podemos hacer nuestras, sin que hayamos meditado ni razonado de forma suficiente acerca de su valor, de su verdad, ni siquiera de su oportunidad.

Sugiero a quienes han tenido la paciencia de leerme que cada vez que oigan o vean un programa de debate o tertulia o como le llamen, se pregunten acerca de las personas que han intervenido, de lo que han dicho, si expresan opiniones personales y libres o si repiten el argumentario del partido, sindicato, grupo, organización o colectivo de presión que lo ha enviado al programa.

Sigan preguntándose si lo que dicen es verdadero y además bueno, justo, posible y adecuado y a quién beneficia: si al bien común o al colectivo que representa. No compartan nunca ninguna opinión ni postura sin haberla examinado cuidadosamente con su razón, que para eso la tienen.

Es muy fácil creernos libres y estar siendo manipulados  por personal especializado en convencernos de cualquier cosa. Si caemos en la trampa será difícil escapar de ella.

Quizás las cosas serían de otra manera si no nos hubiéramos creído que seríamos cuidados desde la cuna a la tumba y viviríamos felices, gracias a un sistema paternal, sostenible y solícito con los ciudadanos.

Francisco Rodríguez Barragán





 

miércoles, 5 de junio de 2013

Las subvenciones a los partidos

 

 
En el Boletín Oficial del Estado del 31 de mayo aparece una resolución del Ministerio del Interior, por la que se publican las subvenciones estatales para atender al funcionamiento ordinario de los partidos, correspondientes al primer trimestre de 2013, que importan nada menos que 13.175.649,82€, por lo que al año reciben 52.702.599,28€ y por otra resolución de la misma fecha se reparten otros 496.965,88€ por el primer trimestre, entre los mismos partidos, para sufragar los gastos de seguridad.
Más de nueve mil millones de las antiguas pesetas paga  al año el gobierno central a los partidos políticos, para que funcionen como estructuras permanentes, partidos que además cuentan con ingresos por donaciones y cuotas de afiliados.
¿Es mucho, es poco, es demasiado? Ustedes juzgarán.
 


 

¿Quién juzgará a los responsables de este desastre?



La larga crisis que sufrimos y nos tiene paralizados no es el resultado de ningún hecho telúrico, de ningún terremoto, de ninguna epidemia, de ninguna invasión enemiga. El desempleo creciente, el cierre de empresas, la falta de crédito, la deuda creciente del estado, el desmantelamiento de las cajas de ahorro con el paralelo hundimiento de sus obras sociales, el despilfarro, la estafa, la corrupción generalizada, tienen unos responsables con nombre y apellidos.

Es fácil señalar de forma global al capital, los empresarios, la banca, los políticos o los sindicatos, entes colectivos y difusos que difícilmente pueden ser imputados, procesados y detenidos y mucho menos recuperar sus rapiñas.

Alguien puede pensar que ya está actuando la justicia, pero ¿qué justicia? La que alarga los procesos por décadas, la que vive atrapada en las complicadas redes procesales, en las que triunfan a menudo los defensores avispados, la que tampoco está exenta de sombras.

Los que causaron tan graves daños a los españoles siguen disfrutando de sus privilegios, formando parte de las entidades que hundieron y de las que siguen cobrando elevados sueldos y si tuvieron que irse, lo hicieron indemnizados encima con sustanciosas cantidades. Qué ironía “indemnizar” a los que perjudicaron a todos. Los nombres y apellidos de todos ellos son notorios.

Los que un día sí y otro también piden a los españoles más austeridad y más paciencia, no sabemos que se hayan sometido a la misma medicina y hayan recortado sus ingresos de forma apreciable.

Todos los que colaboraron por acción u omisión en el desastre deberían rendir cuentas, devolver lo injustamente adquirido y escondido y pasar una buena temporada en prisión. ¿Es posible? Alguno caerá, quizás por torpe, pero otros muchos no.

En un país en el que hay tantos organismos para controlar la actividad de los ciudadanos, parece que hace falta crear otro más con la ley de transparencia que ellos mismos aplicarán. Queda con ello demostrada la inutilidad del Tribunal de cuentas, la alta inspección del Banco de España, la CNMV, las mil y una comisarías de esto o aquello, el control de la intervención, las comisiones del congreso y del senado, etc.

¿Quedará impune tanto desmadre? Aquí parece que sí, pero toda esta gente debería recordar que cuando mueran no se llevarán nada de lo rapiñado y lo que es más grave, que la muerte no es el final, como cantan los soldados. Aunque muchos se empeñen en que Dios no existe o no se entera, serán juzgados de forma inapelable, sin trampas ni argucias leguleyas. Cuando una potente luz nos descubra a cada uno la sordidez de nuestra codicia, de nuestra avaricia, de nuestra soberbia ¿qué haremos?

Si Dios no existe, todo está permitido, decía Iván Karamazov. Por eso hay tanto interés en eliminar a quien pueda recordarnos su existencia. Dios es el supremo bien que fundamenta los valores que tenemos tan abandonados. Algunos soberbios pretenden decidir lo bueno y lo malo por mayoría en tantísimo parlamento como padecemos y así nos va.

Francisco Rodríguez Barragán